l rechoncho Obelix, que de chaval se precipitó en la marmita en la que el druida de la aldea gala cocina la poción que vigoriza a sus habitantes cuando toca enfrentarse a las cohortes romanas, acostumbra a pasearse por el pueblo con un menhir en la espalda. El forzudo de pijama de rayas es el encargado de repartir el monumento megalítico a los clientes; también suele lanzarlos contra los ejércitos del César en cuanto tiene la oportunidad. Fernández-Miranda es tal que así, aunque ahora se le vea algo más estilizado. Antes era puro granito, un obelisco redondeado, pétreo; un rayo de piedra, más poderoso que una centuria de menhires. Como todos los escritores mediocres, a los que les sobran los adjetivos, un día utilicé a modo comparativo su voz al referirme a Gorka y con él se quedó. Es una bestia rudimentaria que juega al pádel al modo agrario, esforzado y preciso. Dice Monreal que “es mejor gerente que jugador” -me lo pasa por wasap al lado de un emoticono sonriente, el cabrón- pero justo después añade: “enorme defensor que aplica estrategia y táctica como ninguno. A la hora de atacar es otra historia”. Como gestor, escribe, “está por encima de la media”. Destaca sus conocimientos financieros, el manejo de los RRHH, la organización de clases y la dirección de eventos. “Gestionar un club de pádel es generar actividad y producir rendimiento”, explica el gerente de Pádel Norte, “es hacer el pino puente y malabares a la vez”. Tres horas para lo sencillo y el resto del día para lo demás. El bache de la pandemia “lo sufrimos todos juntos, como una familia”. 7 años después, el club y su apéndice en Gorbeia han crecido; se ha desarrollado y ha contribuido en el auge de un deporte “moderno, atractivo y en plena expansión”; en el norte de Europa el pádel ha explosionado a golpe de mjölnir.

Tres veces campeón alavés junto a Íñigo López de Aberasturi, “recoger el trofeo con Lopa fue algo increíble”, líder del ranking alavés en cinco ediciones, una final en el circuito vasco, el título autonómico en mayores de 45 años, el subcampeonato español de + 40 y un subcampeonato de Europa, por parejas y por selecciones -con Euskadi-, siempre con Monreal al lado, marcan un historial magnífico que mejora con los años. “En el Europeo rendí mucho y jugué muy bien”, remarca.

Gorka adecúa su juego a la zona que le toque. Rinde en la derecha cuando le tocan trabajos forzados y rinde en el revés si tiene que definir. Con un estilo peculiar, poco académico pero efectivo, destaca por su juego físico, intenso cuando el guion lo exige y “pasota” si la cita no es seria y el punto en juego vale para poco. Sabe tirar del carro, pero le cuesta empujar al compañero. Como psicólogo y consejero le vendría bien un curso intensivo de verano; se deja llevar si el asunto se complica. A veces, un picotazo de adrenalina, le vendría bien. Alex Garayo y Eneko Arija son “mis jugadores preferidos” del Circuito Vasco. Reconoce “el talento natural” de Agustín Tapia, y “la intuición y el genio“ de Galán y otros jóvenes, pero “si debo quedarme con uno de los grandes, me quedo con Juan Martín Díaz”, jugador que en 2016 se acercó a Pádel Norte a impartir una clase magistral y “dejarnos una exhibición alucinante”; de regreso a casa, lo primero que hizo fue “mandarnos una nota de agradecimiento”.

Fernández-Miranda comenzó a jugar en el 93 en La Peña, continuó en el Estadio, “cuando tan difícil era reservar una pista”, con García-Ariño, Pereiro, Monreal y Richar. En 2010, en Padeleku comenzó lo serio. Jon, dice, “es puro pádel”, y éste le devuelve el elogio: “Gorka es un deportista enorme que, lo mismo te mete un triple en suspensión que te cuela un balón por la escuadra o te recoge una pelota fuera de la cancha y te la arma”. Es, sigue con los elogios, “un tipo afable y cordial, muy sociable y atractivo”. Atractivo también, pero esa ya es otra historia que ni cabe ni cuento.