n suspiro lleva entre los trinquetistas del paletón y ya aparece entre los mejor situados. “Es ágil, tiene una zurza bonita y de buena técnica, perfecta para defender y cubrir la red. Cuando agarra la pelota de frente sabe atacar y complicarle la vida al rival”, opina de él Nagore Martín, maestra entre los maestros y quien enseñó a jugar al pelotari que llega a esta página. Son sus virtudes. Más adelante irán también algunos de sus defectos, pues aún anda en fase formativa, aunque ya compite con los mejores. Trataremos acerca de Hodei Otxandiano Gorospe, de Vitoria, venido al mundo a finales de febrero del año 92. 30 años recién cumplidos, 20 por delante para hacerse grande entre los delanteros de la paleta argentina. Progresa adecuadamente, pero “le quedan cosas como elegir qué pelota atacar y con cuál debe conformarse con llevarla para empezar de nuevo...”.

Lo lleva mejor que los demás porque lo suyo viene de lejos. Es pelotari “desde que recuerdo”, confiesa. “Quiero jugar a pelota” dijo a los padres cuando apenas levantaba palmo y medio del suelo. Estudiaba en la escuela de Barrutia. Les cogió por banda Íñigo Abad, y también Maixi y Joseba Sánchez. Yerai Gordo e Iker López, que formaban parte de la camarilla entre quienes se movía, lo dejaron pronto. Él porfió. Tenía seis años. En casa no había un ambiente predispuesto, el padre, luego sí, cuando el chaval entró en Txukun Lakua, asumió tareas dentro del club; “Alex, mi padre, de pelota más bien poco”, pero el abuelo materno, Agustín Gorospe, “siempre tenía una paleta en el maletero del coche”, formaba el grupo de pala que solía jugar en el frontón de Michelín.

Cuando a los 17 dijo basta, que no quería más pelota, regresó al fútbol; lo había dejado el mismo día que el entrenador del Aurrerá le dejó clara la cosa: “o fútbol o pelota”. Se decantó por la segunda. Entró en el Etorkisuna y a los pocos meses regresó al juvenil del Aurrera. En la pelota siempre delante y en el fútbol, ¡a la defensa! Poco después, abrumado quizá por las exigencias, Hodei se borró del fútbol serio. Prefería el “divertimento puro y duro” del equipo de los colegas de fútbol 7, el Burka. “A esos años”, lo tenía claro, “buscaba fines de semana para mi solo y mis colegas”; la Cuchi y el “golferío”, y un par de años en Jesús Obrero para “prepararme para el futuro”. Realizó estudios de Mantenimiento de grado medio que le permitieron encontrar pronto un puesto de trabajo en DOITU. Tras los años de reencuentro con el fútbol, un día, el amigo Gamboa, puntista del Gasteiz Jai Alai y amigo dela cuadrilla “no sé qué hace, pero me mete otra vez la pelota en vena”, se apunta al curso de cesta del ayuntamiento, compagina las lecciones con entrenamientos con la de cuero con Ekhi, “con quien aprendí un montón; un día hasta ensayamos juntos con críos de 15 años”.

El paso siguiente lo daría en el trinquete. Repitió en los cursos municipales de pelota, en el trinquete con la goma argentina y con Nagore Martín de maestra. Se enganchó otra vez a un escenario en que “tanto disfruté cuando jugaba a mano”. En cuanto se hizo al bote y a los efectos de la pelota, ya sabía lo que venía: “jugar para Errekaleor”. Han pasado cinco años casi y ha disputado cuatro provinciales. Se estrenó con Laura Sáez Arzamendi, la segunda temporada, entre una lesión fibrilar y el Covid, la pasó casi en blanco, en la tercera coincidió en cancha con Mikel Elorza y, en ésta, “de menos a más”, ha jugado con Octavio Arranz, madrileño especialista de frontenis que “rinde en cualquier escenario y la modalidad que sea”.

No lo cuenta, pero en la VI edición del Abierto de Paleta Argentina previo al Provincial, consigue imponerse en la final de este año junto a Nagore Martín, ante Sergio Lozán y María Sáez Arzamendi, pareja experimentada, aguerrida y rocosa, que exige de los rivales las mejores prestaciones. Hodei hizo un gran partido. Dice la cátedra: “sólo es el primero de los éxitos que lleguen”. Sus compañeros confían en su progresión. “Tenía maneras cuando llegó, cogía la pala con las dos manos por venir de donde venía y, a día de hoy, se desenvuelve bien de delantero y puede ganar los partidos complicados”, resume Nagore.

Cuando entró en Txukun Lakua, el frontón del barrio no había sido levantado. Coincidió con Arretxe, Beitia y Amestoy, compañeros que terminaron dejándolo al poco tiempo. Trataba de imitar a gente como Aratz Castresana y Mikel Caño, “un tipo que jugaba mucho”, pero quien de veras le gustaba era Iker Obregón. Fue un pelotari que no destacó, que apenas ganó nada; “apunta un torneo de Castilla León que se celebró en La Puebla de Arganzón”, me dice, “con Adrián Obregón por detrás”, ante una pareja de Burgos en la que estaba el pelotari burgalés que hoy juega para Zaramaga, Carlos Ibáñez. Nada más. Hodei era un pelotari de manos blandas, “me gustaba jugar con poco taco para controlar mejor”, que, de 9 meses de temporada apenas disfrutaba los 4 primeros. Luego al dique seco. A reparar lo maltrecho. Por eso jugó tan poco como federado.

En la pelota, Ramón”, cuenta, “uno pelea contra el frontón, contra los rivales y contra uno mismo, que suele ser el rival más duro de los tres”. Cuando debutó con Laura Sáez, estrella de la pala, la mujer más fuerte, sensata y dura que uno puede imaginar dentro de una cancha, “yo andaba bastante perdido pero disfruté un montón”. Con Mikel Elorza, el otro compañero de jaula, “existe una simbiosis única, en la cancha y fuera de ella”, el tercer tiempo, juntos, se hacía eterno, muy largo y líquido, de agua, cebada y lúpulo. Con Octavio, el chaval de Buitrago de Lozoya “cuando estábamos más fuertes nos deshinchamos”. Se quedaron a las puertas de semifinales.

En el trinquete admira a Santi Andreasen, el campeón del mundo, argentino con quien comparte camiseta, gasteiztarra de adopción por asuntos de amorío; es pareja de Nagore Martín que, en unas semanas se irá a la Argentina para estar juntos unos meses y preparar la cita mundialista. “Este chaval es una máquina, juega y hace lo que quiere. La paleta argentina que él juega, es otro deporte”. De los de casa se fija, naturalmente, en Gorka Bombín, “que siempre hace lo que un delantero tiene que hacer”. De los de atrás nombra a David Fernández, un joven de talento “de sangre demasiado fría” y, por supuesto, a Nagore y Laura, mujeres y pelotaris referentes. De todos ellos y en ellas por supuesto, aprende el oficio. Con dedicación, esfuerzo y mucho interés. Es un chico aplicado.