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- “Nunca hay que subestimar a un campeón”. Estas palabras las podría firmar cualquier aficionado al deporte, pero las pronunció ayer en sus redes sociales Roger Federer para felicitar a Rafa Nadal por su 21º título de Grand Slam. El de Manacor cambió la historia del tenis con una antológica victoria sobre Daniil Medvedev en la final del Abierto de Australia después de ir dos sets abajo. Muchos se apresuraron a levantar la mano para recordar que en el torneo no estuvo Novak Djokovic, como si eso restara valor a la gesta de Nadal. Pues bien, el número 1 del mundo también se apresuró a mandar su reconocimiento para un “alucinante logro. Siempre un impresionante espíritu de lucha que ha vuelto a prevalecer una vez más”. La memoria es frágil porque Djokovic puede deshacer el legendario empate del Big Three en el pasado US Open, donde no estuvieron Nadal ni Federer. Pero perdió la final contra Medvedev, que ya se ha ganado fama de niño malo del tenis y en la rueda de prensa dijo que a partir de ahora “voy a jugar para mí mismo. Ya he dejado de soñar y no sé si con 30 años estaré jugando”.
También alabó la “fortaleza física y mental” de Nadal, que fue la clave de un partido que el ruso tuvo controlado con mano firme durante los dos primeros sets. El moscovita tuvo tres bolas de rotura en el sexto juego del tercer set. Pero no se sabe cómo, el de Manacor emergió sin un mal gesto, con toda la determinación que ha construido su monstruosa carrera, para prolongar un partido que parecía fuera de su alcance. El partido entró entonces en una fase agonística, repleta de alternativas para uno y otro lado. Nadal empezó a encontrar su derecha, su arma más destructiva, mientras que Medvedev sufría con la suya al no poder encontrar sus mortales reveses paralelos y cruzados. El moscovita se impacientó, quiso cambiar el ritmo de los intercambios, pero enfrente tenía un jugador fresco de piernas, que no mostraba síntomas de que hace apenas seis meses caminaba con muletas y apenas pudo entrenarse antes del torneo.
La ola cambió de lado y cuando Rafa Nadal se hizo con el quinto set, Medvedev requirió atención médica para liberar la tensión muscular en sus muslos. Vino a la cabeza la final del US Open de 2019 en la que el ruso forzó el quinto set tras un 2-0 adverso, pero no logró rematar en un tramo final infartante. Y así fue también ayer. El quinto set son los Grand Slams, un duelo por encima de las cinco horas es el tenis que ha vivido Nadal, que sabía que estaba ante su gran oportunidad, esa que le ha llegado sin esperarlo. En el quinto juego, rompió el saque de Medvedev y lo reafirmó en un juego de saque de diez minutos, con algunos puntos gratis que a esas alturas eran puro oxígeno. Era un 4-2, el ruso vio cerca el abismo y reaccionó con grandeza para devolver el empate al marcador.
Rafa Nadal quebró de nuevo el servicio de su rival y tuvo el saque para ganar en 5-4. Con 30-0, a dos puntos de la victoria, llegaron los nervios y tres errores dieron a Medvedev una última opción de arruinar la fiesta de la Rod Laver Arena, ya totalmente del lado del balear porque los espectadores sabían que, entrada ya la medianoche de Melbourne, estaban a punto de presenciar algo histórico. Nadal no se descompuso, mantuvo la concentración, rompió de nuevo el saque de un rival que ya se movía con menos fluidez y a la segunda selló el partido con una volea de revés que no pudo alcanzar el ruso.
Nadie había remontado un 0-2 en la final del Abierto de Australia desde 1965 cuando Roy Emerson lo hizo ante Fred Stolle. Solo Roger Federer y Ken Rosewall ganaron el torneo con más edad que los 35 años y 241 días que tiene el balear, que se suma a Rod Laver y Novak Djokovic como los jugadores que se han llevado todos los Grand Slams al menos dos veces. Hace 17 años del primero, Roland Garros en 2005. Hace trece del anterior título de Nadal en Melbourne. Son los números que hablan de una leyenda del deporte mundial, de alguien que cambió ayer la historia del tenis. Si es el más grande o no, es una discusión absurda. Ya se ve que los tres protagonistas de una rivalidad irrepetible están por encima de ella.