in ellos no hay historias que contar, son tan imprescindibles como los protagonistas, a las pruebas os remito. El ser anónimo no pasa de puntillas por la vida sino que incide en ella de manera bien directa a tenor de lo que ocurre con cada uno de sus protagonistas. En la vida lo somos todos, mientras que en ciertos aspectos y momentos específicos quienes los protagonizan necesitan invariablemente del apoyo y presencia de los otros; sean extras, figurantes o personajes sobre los que se sustenta la trama o influyen en ella.

Alan Ladd carecería de sentido sin Van Heflin o Jack Palance en Raíces Profundas. El mismo y desgarrador, “Shane te quiero”, que el eco repetía al final de la película a través de la voz del niño Brandon de Wilde, aparece en el filme como elemento trascendente.

Russel Crowe quedaría aislado y sin fuerza en Gladiator si enfrente, Joaquin Phoenix, no hubiera dado forma y figura al personaje del odioso hijo del emperador asesinado Marco Aurelio y Oliver Redd no encarnara al ex gladiador y propietario de una escuela de guerreros del norte africano donde el general Máximo aprendió el oficio.

Francisco Rabal y Alfredo Landa aparecerían desnudos, deslucidos y sin razón, apartados de Terele Pávez, Ágata Lys y Agustín González en Los Santos Inocentes, sin la luz ni el tono de ese “ven conmigo Paco, maricón” que el señorito Juan Diego le soltaba con ese cariño mal entendido y peor expresado al que el pobre Paco -Paco el bajo- respondía como un perro fiel y agradecido.

Rubén Navarro Apilánez es uno de los clásicos, secundario de lujo y pelotari de reparto en la historia de la xistera alavesa donde “me ha tocado acompañar a la pléyade de extraordinarios puntistas con los que he coincidido”. Puntista de 43 años, nació en febrero del 78 en Vitoria, tiene en un pedestal a Goiko e Irastorza, zagueros como él, pero su referente más cercano fue Patxi. Creció y fue haciéndose al juego contemplando la evolución en el frontón de los hermanos Josemari y Juanan Compañón y se estrenó en un grupo en el que estaban Foronda, Otxoa, JonatanHernández, Leo, Endika y Solozábal, “que a los 15 años ya era imbatible; el mejor que he visto, una bestia”. “Al principio”, cuenta, “yo estaba ahí como uno más, no fallaba y movía bien la pelota”, pero pasó el tiempo, los otros pegaron el estirón “y yo me quedé, no desarrollé”. Era un zaguero en el cuerpo de un delantero “de apenas 1,71”. Zaguero y revesista ciento por ciento que tenía la derecha “para llevarla, aguantar y quitarme al delantero rival”, con nervio y un don para jugar atrás de chaval y ninguna oportunidad para aprender el oficio de los de delante.

Con nueve o diez años jugaba al fútbol en los Coras“pero a mi padre -Josemari- le gustaba la pelota”, recuerda, “y me dijo: te voy a llevar al frontón”. Y allí que llegó, junto a Ibon Salterain, dos años más joven éste. El abuelo Francisco, navarro de Legarda y el otro abuelo, Josemari, de Bajauri -“donde está el frontón más pintoresco de Álava”- le siguieron los pasos. “No cabíamos en el frontón, pasábamos de 100”, suelta abriendo los ojos, con admiración y tristeza, porque hoy en día “vienen tan pocos...”. Jugó con Foronda, con Solozábal, “que ganaba solo”, con FernándezMiranda, con SergioMuro, compañero y amigo -“su padre nos traía a los dos a los entrenamientos”- que jugaría un Mundial -“menudo bicharraco, y cómo le metía a la pelota...”-, con Txanbo, “que ya te dijo cuando salió en esta página que yo le había enseñado un poco”, con Ayo y con Tito, con Zárate. Con todos ellos, que había mucho donde elegir, “para ganar alguna que otra vez el Toba”, ese torneo que ha cumplido cuatro décadas y sigue adelante, del que nuestro protagonista guarda los mejores recuerdos, junto a aquellos viernes noche con el Olave repleto y TxikitodeBolibar y KatxinUriarte de blanco, “donde nos tocaba hacer de teloneros con 15 y 16 años, temblando por la emoción”. El ambiente de aquellos nocturnos históricos e irrepetibles “nunca nos abandonará”.

Los malos años, al rondar los 20, el cuerpo le pedía otra cosa, salir un poco más, disfrutar de la noche, “y no era plan jugar a la mañana siguiente hecho unos zorros”. Sus objetivos eran otros distintos a los de sus compañeros, “unos profesionales que se cuidaban como tal”. Él prefería la caza -su “gran afición”-, acompañar al padre a pegar unos tiros a la paloma, la becada y la codorniz. Estuvo cinco años sin pisar el frontón, hasta que un buen día se encontró con Josean Campos, monitor de la Escuela Municipal de cesta punta y le animó a volver. “Me daba pereza volver con los Ibarra y bastante miedo volver a competir”, confiesa. Empezó despacio, con otro nivel, diferente objetivo; hasta le echó una mano con las clases. Hasta que, un día, tres años después, con treinta y muchos ya cumplidos, picado del todo “volví al redil”. Y a empezar de nuevo. Con algunos de los de siempre y otros nuevos: Julen, Aaron, Adrian... “Íñigo de Marcos me metió el veneno... y otra vez al mogollón”. Y películas de serie B, donde recuperó parte de protagonismo, Provinciales junto a Fernández-Miranda, Urcelay, Zarandona; “todavía recuerdo la final del 18, no fallé una pelota”. Ahí sí fue protagonista.

Su pelotari ideal tendría el revés de Irastorza, la derecha de Goiko y Julen, el juego de rebote de Goiko y López y, el cuerpo, de cualquiera de esos que le dejaron atrás en sus años mozos, cuando le temblaban las piernas en cuanto salía al frontón los días grandes. Hoy has estado bien, chaval, le decían unas veces, o qué mal esta tarde, oye, otras. Hoy es distinto. Hoy no se pone nervioso ni hay tanta gente.

En los buenos tiempos, el intendente americano Txurruka echaba una ojeada a los chavales desde la grada con los Ibarra al lado. Con su primer maestro al frente, Juanjo, “al que queríamos mucho”. Conocías a los americanos y, entre los nuestros, los que tenían la posibilidad de salir a jugar por el mundo. Llegaba Alonso “con sus botas en punta y un guardapolvos encima que parecía un vaquero y alucinabas”. Te contaban historias...

En la tercera parte de su particular Padrino Rubén tendrá un papel estelar. Le tocará bailar con la chica de la peli, Rebeca, y criar juntos al recién llegado. El rezagado será un niño, nacerá en enero y, casi seguro, jugará a cesta. Y al menos al principio, Rubén será quien lleve la voz cantante. Con permiso de la madre.