a verdad es que cuando se madruga tanto, pero lo haces para disfrutar no cuesta. Como bien dice el refrán "sarna con gusto no pica". Y cuánta razón tiene a pesar de lo cual cuando me levanté este pasado domingo a las 5:30 horas de la mañana en un primer momento no lo veía así. Yo siempre he sido y seré, porque hay cosas que nunca cambian, de los que se les pegan las sabanas y al sonar el despertador lo apagan dando una vuelta buscando cinco minutos más en brazos de Orfeo.

Aun así, me puse en pie y me dirigí a la cita que tenía en la plaza de Maeztu para realizar la trigésimo novena edición de la marcha de fondo del Club de Montaña Gazteiz. Allí, con precisión horaria, salimos los 184 valientes que afrontaríamos los 50 kilómetros con 2.360 metros de desnivel positivo. El cielo estaba oscuro, pero era más propio de la hora de partida, las 7 de la mañana y aún no había amanecido, que de una posible jornada pasada por agua. Incluso las previsiones más optimistas daban calor, cosa que sí sufrimos en algunos tramos del recorrido.

Ya de salida me junté con dos personas con las que compartiría todo el recorrido. Con Aintzine, una chica natural de Vitoria, pero con raíces de la zona, si bien buena parte de su familia y amigos son de la zona e incluso su familia tiene casa en el cercano pueblo de Santa Cruz de Campezo. Para ella se trataba de una marcha emotiva por los lugares de paso que le traían muchos y buenos recuerdos. El otro integrante del terceto es Aitor, una máquina del monte perteneciente como Aintzine a la Sociedad Excursionista Manuel Iradier, la "manuela" como cariñosamente le llaman. Con ellos iba a vivir una impresionante jornada de monte.

Salimos tranquilos, como queriendo saborear la primera subida sumidos en la oscuridad, pero con el amanecer cerca, solo con la luz de nuestros frontales. La meta era alcanzar y tocar la campana de Peña las Cinco. La subida es muy bonita, siempre al abrigo de los arboles por una senda que se va estrechando poco a poco hasta ensancharse en un collado justo antes de la cima. Vamos bien, adelantando gente ya que hemos cogido un ritmo alto sobre todo en la parte final. El siguiente punto a destacar es lo impresionante del sendero casi excavado en la piedra que nos lleva al buzón y control del Arburu. Hay tramos que tenemos que pasar agachados casi por completo debido a la prominencia de la roca. Sin duda, un lugar al que volver para hacer una ruta más tranquila y disfrutar de este espectáculo.

Una vez ya chequeados en el control del Arburu nos encaminamos al primer avituallamiento situado en el kilómetro diez. Antes de eso hemos bajado por un sendero muy bonito y que estaba con el punto perfecto de humedad para bajar con él. Un poco más seco o más húmedo hubieran hecho de esa bajada algo más resbaladizo. En el momento de avituallar esperamos un rato buscando a Maleni y a Jurdan, con los he coincido al inicio de la marcha para intentar hacer grupeta pero viendo que no aparecen decidimos proseguir nuestro camino. Maleni está preparando la Hiru Haundiak de dentro de 10 días y viendo que llego a meta muy bien en algo más de 9 horas seguro que lo hace de lujo. Bravo chicos.

Nos toca ascender al San Kristobal y en medio de la subida coincidimos con Amaia, una chica de Santurtzi que como nosotros ha venido a hacer jornada de monte. Amaia es una todoterreno ya que además de correr por monte también nada y hace bicicleta. Ahora hace apenas unos diez días estaba en la isla de la Palma haciendo una carrera de bici justo por donde se han producido las erupciones. Aprovecho estas líneas para mandar muchos ánimos y mi apoyo a todos los vecinos de la zona. Amaia también está entrenando de cara a la Hiru, pero según me cuenta a pesar de estar en la salida no tiene muy claro su rendimiento en la ultra. Viendo cómo se comportó ayer seguro que le va muy bien, ya que el ritmo que lleva es muy parecido al que llevábamos nosotros, tanto es así que el terceto se convirtió en cuarteto. Subido el San Kristobal, se sube bien, pero tiene un tramo duro bajamos para llegar a Oteo, donde aprovechamos para recargar agua en la fuente del pueblo. Al final, las previsiones no fallaron y había tramos donde al no correr el aire la sensación era de bochorno.

Tenemos cerca el segundo avituallamiento en el kilómetro 24, en la ermita de Santa Lucia a las afueras de Orbiso, pero antes pasamos por una zona de sube-bajas continuos que hacen mella en nuestras piernas. Finalmente, después de avituallar encaramos la subida a la Cruz de Alda. Seguramente esta es la zona más bonita, al menos para mí, de toda la marcha. Una vez pasado un tramo de pista a pleno sol, el camino se convierte en un sendero que va ascendiendo serpenteando por todo el barranco, el cual sirve de separación entre País Vasco de Navarra. Es lo que más me gusta del monte, senderos estrechos bien flanqueados por árboles y dejando momentos donde el camino se abre pudiendo deleitarse con los enormes farallones de piedra que nos flanquean durante este tramo del recorrido. Sin lugar a dudas, un sitio y entorno mágico.

Llegamos al Portillo de Berrabia y ahí giramos a la izquierda para la última subida hasta la Cruz. Nos juntamos en este tramo unos cuantos grupos de personas ya que el ritmo, más lento, hace que se unifiquen las fuerzas y un buen grupo, unos 20, llegamos casi al unísono a la Cruz. Durante la bajada hasta San Vicente de Arana aprovecho para charlar un rato con Aitor. Me cuenta que le hemos venido bien ya que si no hubiera salido más fuerte y seguro que lo hubiera pagado después de 15 días sin hacer nada. Tanto él como yo hemos hecho de esta marcha un gran entreno para lo que nos viene por delante. Él, la semana que viene, afronta una carrera durísima como es la Mitxarro Bira, con la subida al Aratz como plato fuerte, pero no exenta de otros alicientes como es el terreno que rodea Araia. Duro y escarpado. Analizando como ha hecho la marcha, con uno o dos puntos por debajo de su rendimiento, seguro que le va de maravilla.

Llegando a San Vicente de Arana y con dos terceras partes de la marcha hechas, comienza a ocurrir lo que pasa habitualmente en estas pruebas largas. Participantes que no han sabido regular, bien por salir por encima de sus posibilidades, bien porque el cansancio ha hecho acto de presencia en sus cuerpos, comienzan a aparecer delante nuestro. Los vamos pasando y a algunos ya nos damos cuenta que la marcha se les va a hacer muy larga.

Aún quedan dos subidas, la primera de ellas al Bitigarra. Tras un primer tramo de asfalto donde las chicas se nos quedan atrás, le sigue un trozo muy bonito por un hayedo hasta alcanzar la ermita de Santa Teodosia. En este lugar, mientras esperamos a que Amaia y Aintzine nos alcancen, observamos un fresno centenario. La verdad es que es imponente, tanto por la altura como por su frondosidad. En cuanto llegan a nuestra altura encaramos la última subida hasta el buzón donde además tenemos control de paso. Este tramo es de los pocos donde hemos encontrado algo de barro, lo cual se agradece y más con tantos kilómetros ya en las piernas.

Por delante nos queda la bajada al avituallamiento de Sabando. Dicha bajada se va a convertir, además de un espectáculo para la vista, en una de las zonas más comprometidas de la prueba. Se trata de un descenso en un primer lugar sencillo pero que después de varias curvas a derecha e izquierda, donde por cierto destacar el muy buen marcaje de la organización, accedemos a un cauce de un río por donde va a transcurrir el mismo. Gracias a que no ha llovido en exceso y a la casi no presencia del barro, podemos bajar mas o menos cómodos. No me quiero ni imaginar cómo hubiera sido con barro, seguro que más de una vez hubiéramos dado con nuestras posaderas en el camino.

Ya abajo en Sabando nos tomamos nuestro tiempo comiendo fruta y sobre todo unos tomates cherry que, por lo menos a mí, me sentaron de fábula. No queda nada para terminar, apenas unos ocho kilómetros, pero entonces Amaia nos revela lo que tenemos por delante. Nos cuenta que nos queda lo que ella ha bautizado como el muro de Sabando. Y tanto que muro. Con más de 40 kilómetros y 2.000 metros de desnivel positivo nos encontramos con una subida de las de quitar el hipo. Si bien es cierto que se sube de forma amable por el terreno, se nos hace bastante dura a todos por el desnivel y sobre todo por el calor. Los cuatro comentamos que tenemos unas ganas tremendas de alcanzar el cresterío para poder refrescarnos porque no tenemos nada de brisa.

Ya arriba, con el aliciente de que vuelve a soplar el viento, ponemos rumbo a Cicujano. Bajamos trotando, lo cual ya es meritorio teniendo en cuenta las alturas de la marcha en la que nos encontramos y lo mejor de todo sin parar de hablar y de reír. Aintzine, Amaia, Aitor y yo estamos de acuerdo en que se nos ha pasado la marcha volando. Ya en Cicujano, tras pasar por otra ermita preciosa, son muchas las que hemos recorrido en toda la prueba, cogemos la vía verde camino de la meta en Maeztu.

Ya únicamente nos queda este tramo para llegar al final, pero nos quedamos impresionados al pasar por el túnel, al igual que lo hicieron Guille, Itxasne, Yoli, Txiki, Vega, Xabi y Maria. Ellos, a pesar de hacer la marcha corta, también pasaron por este túnel rehabilitado y disfrutaron del sonido que sale de la roca en forma de traqueteo de tren, cantar de pájaros y naturaleza. Todo un disfrute para los sentidos casi al final de nuestra aventura.

Ya en el final, ya en Maeztu, después de la foto de rigor bajo el arco de meta, todavía la organización nos sorprende, aún más si cabe, con un fantástico avituallamiento y una camiseta conmemorativa de la marcha. No tengo palabras para agradecer a cada voluntario de esta prueba su dedicación y su ánimo para volver a preparar este tipo de eventos, los cuales echábamos mucho de menos. Todo ha estado más que a la altura, no tengo ni un pero que poner en ningún sentido.

Ahora toca recuperar ya que en diez días toca estar en una de las pruebas más legendarias de las carreras de montaña, como es la Hiru Haundiak. Aquí lo contaremos antes y después como siempre. Y vosotros, ¿corréis conmigo?