Los gasteiztarras y todos los aficionados al triatlón que viajaron a la capital alavesa para presenciar el Ironman volvieron a demostrar ayer que, por muchas trabas que se les ponga, siempre están ahí para empujar a los atletas y hacerles más llevadera una de las pruebas deportivas más exigentes que existe.

En la edición de 2019, el centro de la ciudad fue un hervidero de aplausos y gritos de ánimo. Se creó un ambiente mágico que parecía que no volvería a repetirse este año con el traslado del recorrido de carrera a pie a Salburua para evitar aglomeraciones, pero nada más lejos de la realidad.

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Ironman Vitoria-Gasteiz

Por la mañana, a pesar de que la organización no permitió a familiares y amigos de los participantes viajar en el mismo autobús que ellos a Landa para mantener la burbuja, no fueron pocos los aficionados que se acercaron a Ullíbarri-Gamboa para presenciar uno de los momentos más emocionantes de la prueba como es la salida y el tramo de natación. Sin embargo, todo fue en vano, ya que la niebla obligó a que se suspendiera esta primera parte de la prueba.

El público, lógicamente contrariado en un primer momento, se fue animando con la salida en bicicleta y los residentes de los municipios de la Llanada Alavesa por los que pasaron los triatletas se encargaron de devolver la sonrisa a los participantes con vítores y aplausos en cada una de las tres vueltas que dieron al circuito de ciclismo.

Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar, y es que en su llegada a la transición, situada en el Buesa Arena, les esperaba una gran ovación y numerosos curiosos deseosos de ver el paso a la carrera a pie. A partir de ese momento y a pesar del intenso sol y las altas temperaturas de la jornada de ayer, el público se fue agolpando a lo largo del circuito de la maratón y para las 16.30 horas el bosque de Salburua y los alrededores del Buesa Arena eran ya un polvorín.

Las pancartas, las banderas de diferentes países, los vítores y los aplausos independientemente de la nacionalidad y el rendimiento del triatleta consiguieron arrancar carcajadas, saludos, choques de mano e incluso bromas a unos triatletas al límite de sus fuerzas y muy castigados por el calor. La meta, por su parte, vibró con la llegada de cada triatleta e hizo inolvidable la victoria de Matejicek y de Sayar, que no dudaron en retroceder y darse un baño de masas una vez cruzada la meta.