l Ineos, heredero del Sky y su metodología de trabajo al detalle, esa que configuró alrededor de las ganancias marginales, siempre tuvo la estructura de una orquesta sinfónica que se sublimó en el Tour de Francia. Cada uno de sus componentes estaba especializado al máximo, coreografiado en una partitura exacta, sin espacio para la imaginación. Nadie abandonaba la atención de la batuta del director de orquesta, el creador e ideólogo Davdi Brailsford, a la espera de que entrara en escena el solista designado. El Sky dispuso a Wiggins, después a Froome, el mejor violinista del Tour en la precedente década, a Thomas y a Bernal, que se suponía el heredero del modelo Ineos. La dinastía funcionaba a la perfección. De concierto en concierto hasta el apoteosis final. La orquesta británica ponía la música. El resto, bailaba. Ese relato no tenía ni un renglón torcido. Salvo la concesión de 2014 por accidente. Sucedió que en el año en que cambiaron nuestras vidas, en 2020, cuando la pandemia por coronavirus alteró el paisaje y sacudió el ecosistema del ser humano, llegaron otras músicas de países lejano. Los sonidos de Eslovenia. Tadej Pogacar y Primoz Roglic subvirtieron el orden establecido en la carrera francesa. El pasado año, la marcha nupcial del Ineos finalizó en un réquiem. Ni tan siquiera fue capaz la estructura británica de imponer el ritmo marcial y cuartelero con el que paseaba la nariz respingona de la superioridad en el sistema nervioso del hexágono, latifundio propiedad del Ineos.

Al Ineos le reemplazó el Jumbo, la formación de Roglic, dominadora de la carrera hasta la explosión de La Planche des Belles Filles, donde todo estalló y Pogacar, en una crono supersónica, desgarró a su compatriota y cambió la historia. Para entonces, la escuadra británica, retirado Bernal tras la tunda en las montañas, era un equipo desolado y deprimido con el único objetivo de lograr una etapa. El equipo que desdeñaba las victorias parciales en pos del triunfo rotundo en París, suspiraba por llevarse a la boca una onza de bienestar. Necesitaba algo para coser una herida profundísima por inesperada. El imperio se derrumbó con el estruendo propio de los gigantes. Los británicos dejaron de mandar. Nadie acertaba con las notas del pentagrama. De repente, sus excelsos componentes perdieron su estatus, enmarañados en el laberinto de la impotencia. Desafinaban. El frac que lucían en sus actuaciones pretéritas dejó de tener sentido.

Los escombros del Tour de 2020 convencieron a David Brailsford, el hombre que elige a cada componente del equipo con una chequera imponente, de que en el nuevo orden mundial del ciclismo se imponía un cambio de registro absoluto. Pogacar y Roglic escapaban de su radar. Sobre todo, el portentoso e imberbe Pogacar, que conquistó el Tour sin apenas sostén. Inaccesible Pogacar, que debido a su jerarquía amplió el contrato con el UAE con unas cifras mareantes, el Ineos se ha visto obligado a reinventarse. Abrazan el darvinismo. Necesitan adaptarse al nuevo medio, a la realidad. El equipo más cartesiano que se recuerda, abre la mano a la improvisación. Se acabó el tiempo de una aceleración de su mejor hombre después de que el resto de sus compañeros hubieran liquidado cualquier resistencia. Ese patrón ha dejado de tener validez. Pisoteado su ideario primigenio, aquel que tanta gloria concedió a la estructura, Brailsford azuza el cambio de mentalidad. De la defensa, al ataque. “No ganaremos este Tour a rueda. Tenemos el equipo para convertir la en una carrera de competición, tomar la iniciativa, aprovechar cada oportunidad y centrarnos en cada kilómetro de cada etapa”, expuso el mánager cuando dio a conocer el equipo que formará en el Tour.

Castroviejo, Carapaz, Thomas, Geoghegan, Porte, Van Baarle, Kwiatkowski y Rowe son los elegidos para la carrera que arranca el sábado en Brest. La formación es excelsa desde todos los ángulos. La calidad de sus componentes es enorme, pero Brailsford planea un cambio de registro absoluto. Elegirán la acción. Jugar con varias bazas. Proactivos en lugar de reactivos. Explorarán nuevos caminos. Las revoluciones acontecen así “Hemos cambiado nuestra filosofía de carrera esta temporada para ser más abiertos y agresivos. Este enfoque más aventurero nos ha llevado a correr sin miedo y así es exactamente como llegaremos al Tour”. El Ineos quiere riesgo. Se adentrará en un territorio inexplorado, dispuesto a explotar cada instante, a improvisar y sorprender como los músicos de jazz, que se dejan llevar. “Buscaremos cada momento de cada etapa y trataremos de explotarlo”, estableció Brailsford, que una vez reorientado el método de los marginal gains, apuesta por “esperar lo inesperado”. Imaginación al poder. El Ineos descubre el jazz.

Siete vascos en carrera. Los equipos que competirán en el Tour de Francia continúan desgranando las alineaciones que presentarán en Brest el próximo sábado. En el Astana, Omar Fraile, Ion Izagirre y Alex Aranburu serán de la partida. Para el de Ezkio será su primera participación en la Grande Boucle. Los tres tienen como objetivo rascar alguna etapa de la granítica carrera francesa. En ese contexto también se moverá Pello Bilbao, uno de los hombres fuertes del Bahrain. El gernikarra buscará un triunfo parcial. Jonathan Castroviejo será uno de los puntales del Ineos. Por su parte, Imanol Erviti será el capitán del Movistar en la ronda gala. En el extremo opuesto transitará Víctor de la Parte. El alavés se estrena en el Tour con el maillot del Total Energies. De la Parte descubrirá la carrera francesa con 35 años. Al Tour regresa tres años después Mark Cavendish, que ocupa la plaza del lesionado Sam Bennett en el Deceuninck.

“Buscaremos cada momento de cada etapa y trataremos de explotarlo”, subrayó David Brailsford, mánager de un Ineos que desea atacar

“Hemos cambiado nuestra filosofía de carrera para ser más abiertos y agresivos. No ganaremos este Tour a rueda”, expuso Brailsford