"Como aitona Joxe nadie creía en mí", recita Jokin Altuna. Un paseo fugaz por su retina se abraza a un partido perfecto, a una final con un guion clavado, a la conquista de la txapela del Manomanista, la segunda de su carrera deportiva en el campeonato más grande del curso. Con 25 años es el momento de valorar su talla, que se decora con dos cetros del Cuatro y Medio. Es el instante exacto para caminar por ese lugar que se asfalta de baldosas amarillas y viaja hasta Oz, al universo etéreo de los sueños y de las realidades, donde se mezclan lo real y lo imposible. El amezketarra vuela con la lana sobre la cabeza y un trofeo entre los dientes. Con la línea del destino apuntando al Olimpo al mirarse las palmas de las manos y un mantra sobre los hombros: la quiromancia solo sirve cuando se acumulan callos en la estiba. Trabajar construye la libertad. Viaja al golpear sus zapatos y crecer y crecer por el camino: el de la evolución, el del tránsito hacia un escenario de pelotari total, de todoterreno indómito y salvaje. Porque hay cosas que se tienen o no se tienen. Aitona Joxe siempre le decía que era capaz de meter en problemas a cualquier adversario. Altuna III es el rival a batir desde hace tiempo. Ahora, de nuevo, en mayúsculas coloradas.

Altuna era duende y ahora es alacrán. Altuna era remate y ahora es globalidad. Altuna era inventiva y ahora es delirio. Altuna era magia y ahora es ilusionismo. Altuna es cinemascope. Altuna es seriedad y lectura; obra y arquitectura; caricia y dentellada. Altuna lo tiene todo. Es el momento de seguir creyendo.

El campeón de 2021 accede a su segundo cetro de la modalidad después de arrollar a Beñat Rezusta, finalista por la incomparecencia de Iñaki Artola, lesionado en el dorsal ancho del hombro derecho, en un dechado de virtudes que coleccionar tras un encuentro al que no se le puede corregir ni una coma. Supo encontrar la debilidad de su contrincante, áspero e incómodo, para arrasar desde el primer disparo, con el que hizo mucho daño, y en el peloteo largo. Agresivo como una manada de pitbulls, el amezketarra puso la música en un concierto punk corrosivo y frenético cuando se iba al aire y tocó el violín con la dulzura de una Nocturna de Chopin al exponer el remate. Virtuosismo.

Altuna III dominó la final desde el saque, expuso una gran defensa en los momentos de zozobra -que fueron muy pocos-, asumió con sosiego el peloteo ante un adversario de más caballaje e hincó el colmillo cuando olió sangre. Beñat Rezusta naufragó en ese escenario de acoso y derribo. No pudo hacer mucho más que sufrir el ventarrón que se le venía encima. Una fuerza de la naturaleza. Dominio absoluto. De cabo a rabo. La tempestad. Resistir es complicado. El zurdo trató de ser un junco y terminó trasquilado. Mal asunto. Al límite.

El 5-22 contextualiza la verdadera diferencia que hubo sobre la cancha: Altuna III no dudó; Beñat, en cambio, no fue capaz de romper las tendencias. Y en el carnívoro Manomanista cualquier error convierte una llovizna en una galerna. El Bizkaia de Bilbao se encontró con la tormenta perfecta. Altuna III entró en erupción.

El amezketarra comenzó con el marcador de cara. Una tacada de siete tantos rompió el encuentro de un plumazo. Su imagen fue imperial: serio, concentrado, dominador. Tanto en facetas defensivas, sin ser superado por la pegada de Rezusta, como en ataque rayó cerca de la perfección. El pegador de Bergara no logró imponer su zurda eléctrica. Complicado el peloteo, sin opción de atacar la pelota, su látigo se eclipsa. El amezketarra cosechó en ese tramo dos saque-remates y un saque; además, en los debates largos mostró potencia en el besagain y agresividad con el sotamano. Rezusta, abrumado por el inicio, tomó aire con dos errores de Jokin. No pudo aprovechar el saque. Así, Altuna III se escapó 2-10, que fue un zurdazo fuera del guardaespaldas.

Tras ese instante, el bergararra se soltó. Fue un espejismo. Su primer tanto hecho fue una dejada al txoko con la derecha después de una defensa bestial del volcánico Altuna III. Después, el 4-10 supuso el mejor desempeño del zaguero: castigó con cuatro zurdazos de calidad y terminó con una dejada al pique. El inicio del fin.

Sin embargo, tras un dos paredes que besó la chapa, Jokin se anotó un tanto para llegar al primer descanso largo con una ventaja descomunal: 4-12. A raíz de ese momento, el partido viró del lado azul de modo definitivo. El saque fue el mejor ariete del amezketarra.

Rezusta sumó con un buen pelotazo con la zurda por la pared (5-15), pero Altuna III, impoluto, no perdió pie. El resto de la final fue puro decorado. Altuna III aplicó el rodillo. Una tacada que vale una txapela. Comenzó igual que terminó: dos inapelables parciales de 0-7. Suficiente para invocar a las musas de la perfección por parte de un muchacho que ya escribe páginas de oro en la enciclopedia de la pelota. Y las que quedan. Cree, Jokin. Cree.