- Alpe di Mera posee un santuario dedicado a la Madonna Nera de Oropa, construido por los pastores a finales de la Edad Media. Cuentan que la gracia de la virgen logró expulsar a los lobos que amenazaban los rebaños. Egan Bernal, el pastor del Giro, también exorcizó a sus demonios, que no son lobos pero tienen grandes fauces y hambre. El lobo que persigue al colombiano es Simon Yates, resistente, ambicioso y valiente. El inglés tiene una misión: voltear el Giro y devorar a Bernal. En Alpe di Mera hizo presa y desgarró más de medio minuto al líder. El colombiano está menguando en la desembocadura de la carrera, pero no se le ve el hueso. Aún dispone de una renta de 2:49 sobre el inglés, que presiona sin desmayo y acaricia la segunda plaza de Caruso, que apenas cuenta con una ventaja de 20 segundos. Yates, el más fuerte en las dos últimas jornadas de montaña, no descansará. No se rinde. Sin embargo, puede que su repunte llegue con cierto retraso. Le resta el escenario montañoso de hoy para buscar la gloria antes de la crono de cierre de Milán.

Bernal, a diferencia de la crisis que le sobrevino en Sega di Ala, supo gestionarse sin entrar en pánico. El líder hizo matemáticas. Contable. Bernal mantuvo el sosiego cuando Yates despegó con rabia y furia. Aferrado al hilo vital que le concede Daniel Martínez, un tanque de oxígeno y un amigo para los instantes de desconsuelo, Bernal enfrió una jornada caliente, horneada por el irrefrenable deseo de Yates y la codicia de Almeida. Ambos adelantaron a Bernal en la cima, pero el líder se sostuvo. Supo apaciguar el volcán que amenaza con abrasarle. Aunque no luce la exuberancia de las dos primeras semanas, Bernal sigue al mando.

Después del fuego que anunció la etapa, Aleotti, Christian, Hermans, Pasqualon, Venchiarutti y Warbasse hicieron camino. Simon Yates y Almeida querían un día frenético. Su idea era fusilar a Bernal en el paredón de Alpe di Mera, un puerto nuevo para el Giro. El BikeExchange tomó el bastón de mando para golpear el techo. El sol, musculoso, coloreó de azul el cielo. Yates es feliz cuando siente el calor. Fogoso. Los porteadores del inglés fijaron la cuerda sobre el Gignese, el puerto de arranque. Gignese sustituyó a Mottarone, una subida que no estaba para fiestas. Aún llora el accidente del teleférico del pasado domingo, en el que fallecieron 14 personas.

En la cima de Gignese, el Deceuninck apartó al BikeExhange de la proa. La manada de lobos se lanzó en el descenso. Almeida y Yates habían firmado una alianza que pretendía la derrota de Bernal. El Ineos dispuso los sacos terreros para proteger al líder. Marcha marcial en Passo della Colma, un puerto consumido a bocados. El último lo dio el Ineos, que se desempolvó. Alzó el orgullo. No tenía intención de batirse en retirada. Almeida azuzó a los suyos. El Deceuninck fotocopió el descenso anterior en una carretera bella, con lazos y el asfalto más gris que negro. Ese futuro esperaba a la fuga. Alpe di Mera la descartó. Christian fue el último en caer.

La dulzura del inicio de la montaña era la danza de una luciérnaga. Un señuelo. Knox abrió la comitiva. El sherpa de Almeida. El portugués, desabrochado. Bernal, refugiado en la rueda de Daniel Martínez. Yates cobijado por Nieve. Knox derrotó a Pello Bilbao y dio vía libre a Almeida. El luso tomó unos metros. Castroviejo, guía del líder, no se alteró. Almeida no preocupaba a Bernal. Entonces, Yates, Caruso, Bennett y Vlasov se unieron al portugués. Bernal no reaccionó. Se quedó. Su cabeza comenzó a calcular. Sumas y restas. Yates no tenía tiempo para hacer cálculos. Instinto animal. Dejó al resto. Todo o nada. El inglés, que perdió el Giro de 2018 de sopetón, quería revolverse. Caruso, Almeida y Vlasov eran el puente con Bernal, que contaba con el tiro de Daniel Martínez.

Yates, soleado, brillaba. Dichoso con el maillot abierto, libre. Daniel Martínez apuntaló a Bernal. El colombiano, paciente, no se calentó. Caruso y Almeida tuvieron que recogerse ovillados en el alfil de Bernal. El líder descontaba metros sin apurarse. Martínez era una lijadora. Bernal se puso en pie. Caruso y Almeida padecían. El italiano se descascarilló. Bernal, que había reconocido el puerto, marcó su ritmo. Yates era pura ambición. Almeida se encoló a Bernal, que perseguía. El luso concedió un respiro al líder hasta que se despegó de él en el tramo final. Era tarde para el portugués. El líder se sostenía. Caruso peleaba contra la gravedad y contra el reloj para amortiguar el impacto de Yates, que conquistó la cima. Renacimiento. El inglés es un festejo. Yates rebañó 34 segundos al líder, pero el colchón de Bernal aún es mullido. En él descansa a duermevela su Giro. Yates intimida a Bernal.