- Las Hurdes, tierra sin pan. Luis Buñuel retrató en un documental crudo, seco y duro la miseria, las penurias y la agonía de los habitantes de una tierra pobre, despojada de todo, salvo el espíritu de supervivencia de sus gentes. En algunas aldeas de aquel rincón olvidado, aislado, no conocían ni el pan. El hambre condensaba la belleza cruel y amarga de un paisaje inanimado. Esos lugares quietos, desperdigados, moribundos antaño, los tocó la Vuelta en su travesía entre la cicatriz de Salamanca y Ciudad Rodrigo. Pero incluso en un paraje hostil, sin apenas migas, alimentó Primoz Roglic su ambición. El líder de la carrera siempre tiene hambre. Competidor voraz, el esloveno encontró un bocado de seis segundos que llevarse a la boca. El líder husmeó un mendrugo de pan donde no había nada. Pero está él.
Refractario al conformismo, Roglic no da pedales vacíos de contenido. Lejos del efectismo, el líder prefiere lo concreto. Así llena su despensa en la Vuelta. Trozo a trozo. Miga a miga. Segundo a segundo. “Es más fácil ganarlos aquí que en el Angliru”, explicó el esloveno, que rebañó más ventaja en vísperas de la etapa que resolverá en La Covatilla la Vuelta, que llega anudada. Roglic, segundo tras Cort Nielsen en meta, manda con 45 segundos sobre Carapaz y dispone de una renta de 53 respecto a Hugh Carthy. Roglic no está dispuesto a pasar hambre y por eso muerde siempre que puede. No espera a que le traigan la comida al plato. Prefiere cazar. Tiene el colmillo afilado y la pose de depredador. Roglic se autoabastece. El esloveno se coló en el esprint contra Magnus Cort Nielsen y Rui Costa. El portugués se apagó cuando supo que no podría contra el danés. Roglic, inconformista, siguió esforzándose. No claudica. Ni la derrota devastadora del Tour le han quitado las ganas de comer.
Ese deseo dio brío a la fuga, que a punto estuvo de rematar el prodigioso Rémi Cavagna. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. El ideario de Arquímides era el plan de Cavagna, el TGV. Así apodan al francés. Tren de Alta Velocidad. El francés invocó al espíritu de los grandes exploradores para completar una actuación hiperbólica. Fue el último superviviente de la escapada. Medio Burgos-BH, Madrazo, Ezquerra y Osorio, se puso a la fuga para buscar el porvenir, la Vuelta del próximo año, junto a Goosens, Stannard y Cavagna. Las invitaciones de la organización, siempre escasas, cotizan al alza en el mercado de futuros. En el Alto del Robledo, dos hojas del Burgos se desprendieron. Ezquerra y Osorio habían caducado. Tintineaba Madrazo, aunque tenía aspecto de condenado. El Gorrión de Cazoña no tenía vuelo. Menos aún cuando el Ineos rapó la ventaja de los fugados. Goosens dimitió por fatiga. Cavagna y Stannard se resistían. El equipo británico, que se afiló en el descenso de El Portillo, elevó el tono para vocear en El Robledo. Más decibelios. En ese paisaje, Roglic era el líder feliz en las hombreras de Carapaz.
El francés y Stannard, tozudos, aún lucían unos palmos de ventaja en la bisagra de El Robledo. La bajada convocó el galope del Movistar, que garabateó las curvas con la idea de enlazar con los fugados, que nunca se abandonaron. Su esfuerzo, insistencia y resistencia resultaron conmovedoras. Tenían hambre Cavagna y Stannard. No se conformaban con los restos. Stannard estalló. No así Cavagna, un bisonte en estampida. El francés no claudicó. El forzudo de Clermont-Ferrand, campeón de Francia contrarreloj, no cejaba en su empeño. Apenas disponía de 15 segundos de renta. Cavagna, perseguido, nunca miró atrás. El viento empujaba al francés, pura vida. Mitchelton dispuso a sus lebreles. Eso le condenó. Cavagna contra el mundo. Un repecho le ahogó. Se fue al fondo tras una travesía en apnea. En el frenesí del callejero de Ciudad Rodrigo, Cort Nielsen se impuso al esprint en el debate con Roglic y Rui Costa. El líder se cosió otros seis segundos a su maillot rojo. Otra medalla más para le esloveno, que llega con más renta ante La Covatilla. Atravesada Las Hurdes, Roglic tenía hambre.