- El ciclismo es un vasto territorio de mitos y leyendas. Su historia está impregnada de capítulos fantásticos. Relatos donde se mezclan y se solapan la gloria, la derrota, el dolor, la pérdida y la redención. En Nafarroa, San Miguel de Aralar conduce a esos lugares recónditos de la mente, a la mitología, esa que narra generación tras generación la vida y milagros de Teodosio de Goñi, un personaje que recorre punto por punto los episodios que se encadenan a los cuentos que se susurran y se representan alrededor de un fuego bajo. Se cuenta que el Papa, allá por el siglo VIII, castigó a Teodosio a deambular por las tierras de Aralar con unas pesadas cadenas atadas a la cintura. Era su penitencia tras asesinar a sus padres por equivocación. Cuenta la leyenda de la existencia de un dragón que vivía en una cueva de la sierra de Aralar. La bestia atacaba a los habitantes de Larraun. Una vez al año los vecinos del pueblo ofrecían a una persona a modo de sacrificio para saciar al dragón.

Una noche de tormenta, a Teodosio, dentro de la cueva, quiso devorarlo el dragón. Indefenso, Teodosio imploró la protección de San Miguel. El arcángel apareció y salvó a Teodosio, liberándolo de su penitencia. Como agradecimiento, él y su esposa construyeron el Santuario que gobierna la sierra. Las cadenas de Teodosio cuelgan en una de las paredes del templo. Marc Soler, un Sansón que todo lo pudo sin ayuda divina, rompió las suyas tras sobreponerse al dragón de Aralar y a sus demonios interiores. Liberado de la penitencia de las cuestas, de las tormentas interiores que le agujerearon el ánimo tantas veces, Soler festejó, emocionado, su gesta en Lekunberri. “Estoy muy contento. Corríamos en casa. Nos tocaba recibir la recompensa”, expuso Soler, que completó una exhibición para el recuerdo. Otra leyenda para entender Aralar y susurrar en Lekunberri. Allí, Roglic enfatizó el liderato con seis segundos de bonificación. El esloveno no se cansa de disputarlo todo. Incluso para ser segundo. Ese es su estilo. Golpe a golpe, manecilla a manecilla, Roglic es más líder. El esloveno aventaja en 9 segundos a Dan Martin, en 11 segundos a Carapaz y en 17 a Mas.

Antes de que la tempestad se desatara cruel en Aralar, a Hivert, Serrano, Aranburu, Wellens y Armirial, que se desataron en una etapa que rodó por la calle Estafeta en una Iruñea sin San Fermín, les colocaron los grilletes en las rampas de San Miguel de Aralar, un puerto para escaladores puros, enmoquetado de hormigón y sufrimiento. Vagaba el grupo de favoritos por una ascensión que era un quebranto. Luis León Sánchez se lanzó a la aventura. Crampones y piolets. Marc Soler, poderoso, un gigante, masticó al murciano. Una lengua de hormigón gris, larga y pegajosa, que mordía las piernas, evaporó a Mikel Nieve entre los mejores. Soler, despiadado, dejó el grupo en los huesos, sin un gramo de grasa. También sin Dumoulin, perdido en la majestuosidad de la montaña el neerlandés. Esqueletos en el claqué de Aralar. Roglic, Chaves, Martin, Mas, Valverde, Carapaz, Kuss, Bennett y Carthy respiraban juntos. Era la misma visión de Arrate pero en Nafarroa. Una montaña sagrada. Kuss se agitó durante un momento y Carapaz le llamó al orden. El ecuatoriano se puso la pinturas de guerra.

En el descenso nadie quiso arriesgar entre los mejores. En ese impasse, Marc Soler, que había dinamito la montaña, se reconstruyó por dentro. Rearmado el espíritu, apareció como un fantasma del pasado de la espalda del grupo de los aristócratas para lanzarse hacia Lekunberri con la convicción de un místico. “Cuando nos pasó bajando iba como una moto”, definió Mas, su compañero. Bennett ejecutó la misma maniobra que Soler, pero le secó Valverde, la bala de plata del Movistar, que manejó los hilos de la etapa. El riesgo, más que en el descenso, seca la carretera, estaba en la naturaleza. Varios pottokas, caballos salvajes, irrumpieron en la cola de dragón, enfrentándose al grupo en el que sobresalían Vlasov, Gaudu, Luis León Sánchez o Mikel Nieve. Afortunadamente, caballos y ciclistas se evitaron. Para entonces, Soler era un kamikaze enamorado, el hombre que derrotó sus miedos. Soler, el más valeroso en San Miguel de Aralar, el ciclista que desafío el mito, rompió las cadenas y se liberó en Lekunberri, donde Roglic, el líder, rascó otro manojo de segundos en la bonificación. Roglic no arrastra las cadenas.