e ha tocado vivir la etapa desde la distancia. Ha sido la tercera jornada que hemos disputado a un ritmo altísimo, con una media de vatios de asustar. El hecho de que nos esperase el día de descanso ha ayudado a que se corriera más. Siempre ocurre. Nadie se guarda ni un gramo de fuerza. En los primeros 60 kilómetros he intentado filtrarme en la fuga y me ha resultado imposible. Era una locura. Hemos entrado al primer puerto de la etapa lanzadísimos y todos los que hemos peleado por entrar en la fuga, hemos pasado una gran crisis. A partir de ahí, no nos tocaba otra que ir a tope hasta la meta. La subida al Marie Blanque ha sido muy exigente. Los últimos 4 kilómetros fueron brutales. Con una media del 11% y sin descanso. Era un momento propicio para un buen ataque y marcar diferencias en la general, pero una vez más se ha comprobado que las fuerzas entre los favoritos están muy igualadas. El único favorito que ha fallado ha sido Buchmann que ya el sábado lo pasó mal. El resto, prácticamente está en menos de un minuto. Ha sido una pelea de tú a tú entre los líderes, que es lo que gusta a los aficionados. Existe una igualdad máxima entre los mejores. Además de la lucha entre los favoritos, me quedo con la tremenda exhibición de Hirschi. Se merecía la etapa, la verdad, aunque el premio ha sido para Pogacar. Por nuestra parte, Mikel va pasito a pasito hacia arriba, algo que esperábamos. Las cosas van por el buen camino.
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