n el rodaje de Los siete magníficos, Yul Brynner, un actor consagrado para entonces encabezaba el cartel. Brynner, ganador de un Oscar, era la estrella de un filme coral, donde sobresalía el descaro y el magnetismo de Steve McQueen, que vio en aquel mítico western el trampolín ideal para el despegue de su carrera. Era la oportunidad que había soñado durante años. McQueen hacía todo lo posible para llamar la atención del espectador cuando él y Brynner compartían escena. McQueen era un roba planos de manual. A Brynner, que era consciente de las artimañas que empleaba con descaro su compañero de rodaje, la conducta desafiante de McQueen acabó por sacarle de quicio. Después de varios roces, en un ambiente irrespirable, -"era una paranoia mutua", recordaba James Coburn, otro de los miembros del reparto- ambos se enemistaron de manera profunda. El odio presidió su relación, pero McQueen logró su pretensión y se convirtió en una de las grandes estrellas de Hollywood.

Los equipos ciclistas, de ocho componentes, también siguen el esquema de un reparto coral, perfectamente orquestado y engranado. Cada uno es un especialista al servicio del resto y esa amalgama de distintos talentos se entrelazan para tejer un grupo sólido que lleve al líder a la consecución del triunfo. Esa es la teoría y lo que dice el guion. El liderato no se suele cuestionar. Pero el ciclismo, un deporte de equipo en el que solo un componente del mismo alcanza la gloria, es en sí mismo el escenario ideal para intrigas palaciegas cuando no se apuesta de manera inequívoca por un líder incuestionable.

La reciente experiencia del Movistar con Mikel Landa, Nairo Quintana y Alejandro Valverde en un gobierno de cohabitación en el Tour de Francia resultó un modelo fallido. Después de aquello, el alavés fichó por el Bahrain McLaren para disponer de un equipo a su entera disposición y Quintana hizo lo propio incorporándose al Arkéa para ser un líder plenipotenciario. "Odio las polémicas y las guerras", aseguró recientemente el colombiano sobre su salida del Movistar.

A pesar de los antecedentes, el Ineos y el Jumbo, los dos equipos más potentes para las grandes vueltas, tienen la intención de concentrar a todos sus líderes para acceder al trono de los Campos Elíseos de París y alcanzar así la gloria eterna que otorga el Tour de Francia. La suma de talento y potencial es enorme en ambos grupos, pero no son descartables las grietas por la convivencia de varios ciclistas con brillo de estrellas.

En el Ineos, el equipo que ha conquistado seis de las últimas siete ediciones de la Grande Boucle, confluyen Chris Froome, cuatro veces ganador de la carrera francesa y que imagina un quinto triunfo, Geraint Thomas, que tomó su relevo en 2018, y el ambicioso Egan Bernal, vencedor en el pasado curso, cuando superó al galés, que fue segundo. David Brailsford, mánager de la escuadra británica, desea que el título recaiga en la vitrina del Ineos, independientemente de quién sea el nombre que cuelgue del palmarés del Tour. Él deberá gestionar sus respectivos egos.

Sin embargo, nadie de los tres líderes del equipo parece dispuesto a renunciar a su ración de gloria. Froome, recuperado de su tremenda caída en el Dauphiné, pretende meterse en los libros de historia y compartir senado con Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain, los únicos cuatro mosqueteros capaces de vencer en cinco ediciones del Tour. Froome ha lanzado el mensaje de la reconquistada. También es nítido y cristalino el pensamiento de Egan Bernal.

El joven colombiano no tiene intención de ceder en su búsqueda de la victoria de su segundo Tour. Si está en condiciones de volver a degustar el dulce sabor del triunfo no alquilará sus piernas a Froome. Geraint Thomas, que mantiene un perfil más prudente, también anhela reencontrarse con su mayor logro deportivo. El galés, que fue batido por Bernal, también jugará sus cartas si tiene opciones para ello.

El dilema no solo se producirá en el Ineos, el Jumbo, su probable contrapeso, anunció que acudirá al Tour con Primoz Roglic, Tom Dumoulin y Steven Kruijswijk. La dupla compuesta por el esloveno y el holandés se sitúa, a priori, en un mismo nivel de jerarquía, siendo Kruijswijk el tercero en ese escalafón, varios palmos por debajo de Roglic y Dumoulin. En el Jumbo piensan en él como plan B, a modo de alternativa. Roglic, campeón de la pasada edición de la Vuelta y tercero en el Giro, competirá por el liderato con Dumoulin, vencedor de la carrera italiana en 2017 y flamante fichaje del equipo para la presente campaña.

Ambos acudirán al Tour con el objetivo de imponerse y dejar su huella en la biografía de la Grande Boucle. Roglic, que no ha competido aún, anunció que quiere ganar el Tour, y Dumoulin, segundo en la edición de 2018, también se considera capaz de asaltar la fortaleza francesa. ¿Quién no quiere ser Steve McQueen?

El favorito Ineos acudirá al Tour con el campeón Bernal, Froome y Thomas; el Jumbo, a priori gran rival, lo hará con Roglic, Dumoulin y Kruijswijk

La reciente experiencia del Movistar con la tricefalía conformada por Quintana, Valverde y Landa resultó un modelo fallido