uando Sabrina Ionescu (06-XII-1997, Walnut Creek) iba al colegio, recibió un consejo que acabó marcando su vida. Ella quería jugar al baloncesto, pero no había suficientes chicas para montar un equipo, por lo que pidió jugar con los chicos. Le denegaron el permiso. "Deberías estar jugando con muñecas", le dijeron. Si hubiese hecho caso, el baloncesto se habría perdido a una figura que sin haber debutado aún como profesional se ha convertido ya en un icono en Estados Unidos -fue una de las personalidades que habló en el funeral de Kobe Bryant y su hija Gianna-, a una deportista que tras arrasar con la Universidad de Oregon el récord de triples-dobles de la NCAA (firmó 26; la plusmarca masculina la tenía Kyle Collinsworth, con doce, y la femenina, Chastadie Barrs, nueve) fue elegida con el número uno del draft de la WNBA por las New York Liberty. Tras firmar con Nike un contrato multianual -son ya varias las marcas que se han querido asociar a su imagen-, su camiseta se agotó en cuestión de horas.
Pocas son las personas que han asistido a la formación y explosión del fenómeno Ionescu desde una posición más privilegiada que un exjugador de la ACB: Xavi López. Base catalán formado en Estados Unidos, López jugó en el Bilbao Basket en el curso 2007-08 (disputó 35 minutos en once duelos ligueros) para después militar en diversos equipos de LEB antes de colgar las botas en 2013 con 30 años y volver a cruzar el charco. Tras un breve paso como asistente graduado por Kansas State, en 2014 se integró en el organigrama deportivo del equipo de baloncesto femenino de Oregon y desde 2017 es asistente de Kelly Graves, siendo una de sus funciones la de trabajar con las bases. Por eso su contacto con Ionescu, directora de juego de 1,80 metros de altura, ha sido constante durante los últimos cuatro años y su juicio es tan claro como contundente: "Si todo va normal, Sabrina lo tiene todo para marcar una época dentro del baloncesto femenino profesional. A nivel universitario ha sido una revolución, se ha convertido en un icono y un emblema del deporte. Ahora va a estar en un mercado como Nueva York en el que va a tener un foco de atención muy grande y va a poder seguir creciendo. Además, cuanta más presión tiene, más rinde. Le gusta que haya ojos puestos sobre ella, que el mundo esté pendiente de lo que va a hacer".
Aunque Ionescu asegura ser una jugadora con "instinto anotador", lo que más destaca de su juego es su capacidad para controlar todo lo que acontece en cancha. Asegura que su gran capacidad reboteadora para ser base le viene de sus años adolescentes, cuando jugaba partidillos con chicos y capturar los balones que escupía el aro era la única forma de tener la bola porque nadie se la pasaba. Lo de las asistencias es algo más natural, pues su visión de juego es prodigiosa. Sus promedios de 17,5 puntos, 9,1 asistencias y 8,6 rebotes en el último curso hablan de una jugadora global que ha ganado prestigio a base de triples dobles, de ser la primera mujer en sumar dos mil puntos, mil asistencias y otros tantos rebotes en su carrera en la NCAA, y a la que el covid-19 le ha privado de luchar por el título nacional, la razón por la que no se hizo profesional en 2019 tras caer en semifinales ante Baylor. Elegida mejor jugadora la pasada temporada, su extrema competitividad, como apunta Xavi López, es lo que la separa del resto además de su innegable calidad, "una ética de trabajo muy especial y un tremendo conocimiento del juego". "Cuando le preguntas de dónde le viene, siempre responde que el tener un hermano gemelo que también es jugador de baloncesto le ayudó a ser competitiva desde pequeña al tener que jugar contra él. Además, viene de una familia de inmigrantes rumanos. Sus padres llegaron a Estados Unidos con veintitantos años y ella nació aquí. Ha tenido que ver desde pequeña cómo sus padres trabajaban para lograr todo lo que tienen. La vida del inmigrante no es fácil, tienes que luchar por todo y ella lo ha mamado desde pequeña", argumenta.
Esa Mamba Mentality, esa obsesión por el trabajo, llamó incluso la atención de jugadores de la NBA. Ha trabajado en diversas ocasiones con Stephen Curry y su contacto con el malogrado Kobe Bryant era constante. No solo porque Ionescu era una de las jugadoras favoritas de su hija Gianna, fallecida también en el accidente de helicóptero que le costó la vida a la leyenda de los Lakers, sino porque veía en ella su misma competitividad enfermiza. Sin embargo, durante las últimas semanas se han impuesto las comparaciones con Luka Doncic. Xavi López está de acuerdo, ya que "ambos son jugadores que parecen tener muchos más años de los reales, parecen veteranos en pista por las lecturas que hacen, algo de lo que pocos jugadores son capaces. Parece que el juego pase a una velocidad más lenta por sus cabezas. Tienen muchas similitudes".
Sabrina llegó a las Ducks cuando su programa de baloncesto femenino era "flojito". "Pudo elegir cualquier universidad del país, pero quería construir su propio legado y crear su propia historia", apunta López. En el curso previo a su llegada, la asistencia media a los duelos del equipo en casa era de 1.500 espectadores. "Esta última temporada promediamos más de 11.000 en un pabellón con capacidad para 12.500. Cuando jugábamos fuera los rivales triplicaban la asistencia habitual", comenta el exjugador del Bilbao Basket, que además destaca de Ionescu que es "muy entrenable. Además de ser una ganadora y muy competitiva, una killer en pista, tiene un carácter muy humilde, escucha cualquier consejo o dirección técnica de cualquiera de nosotros". Menos mal que no lo hizo cuando en el colegio le dijeron que aparcara el baloncesto y se dedicara a jugar con muñecas. En lugar de ello, lo que hizo fue ir chica por chica hasta convencer a las suficiente para montar un equipo femenino. Ese día nació la revolución Ionescu.