En LaLiga ya han demostrado sobradamente que no entienden de celebraciones en una ciudad (encuentro entre los equipos sevillanos en Semana Santa, por ejemplo) o incluso, como ya dije días atrás, de la importancia de un derbi. Los intereses, televisivos o no, mandan y da igual que se juegue en un día laborable, Eibar, o en festivo pero a una hora intempestiva, Athletic, por más que esto sea un perjuicio para los aficionados. Como el choque del domingo fue el elegido por Gol para emitirlo en abierto había que asumirlo, porque lamentarse ya se ha visto que no sirve para nada. Al menos, los aficionados que no pudieron acercarse a Mendizorroza, albiazules o rojiblancos, tuvieron la oportunidad de contemplarlo por la televisión convencional. Y el Alavés se enfrentaba a un conjunto experimentado y mucho más habituado a jugar a la hora de comer, pues era su octavo encuentro. Conforme al sentir de las mentes pensantes en horarios impopulares, no hay nada mejor que tener hábito de hacer algo repetidamente. Si a los aficionados alavesistas les molesta que no tengan cierta sensibilidad con este tema, qué decir de los vecinos del norte. En el derbi de los Garitano, todo apuntaba a que iba a haber una gran entrada y la tarde más que primaveral también ayudó a ello. Todo parecía conjugarse para hacer resplandeciente el partido, pero una cosa son las pretensiones y otra la realidad.

En primer lugar, este horario inapropiado para hacer algo que no sea lo adecuado deteriora la conciliación familiar. Porque, a ver, ¿cuándo comes? ¿Antes del partido? Demasiado pronto, pero sería la elección perfecta si hiciéramos caso a la sabiduría popular: “Coma poco y temprano si quiere llegar a anciano”. Lo malo es que hubo que hacerlo rápidamente. Y no hay que comer deprisa (mastica lentamente, nos han repetido numerosas veces) porque las personas que comen a distintas horas cada día y además no mastican bien tienen mayor propensión a caer enfermas. ¿Matar el hambre con un bocata en el descanso? ¡Qué tristeza de comida dominical! Y es que, también, una alimentación desordenada predispone a sufrir distintas dolencias. ¿Después del encuentro? Un poco tarde, ¿no? Aunque, como le gustaba repetir en tono jocoso a Ondarru, padre del actual entrenador del conjunto rojiblanco, “los ricos comemos tarde o no comemos”. Así que si secundábamos la segunda parte de esta proposición, contraria a nuestra armonía familiar y de salud, podríamos aprovecharla para hacer ayuno. Que nunca viene mal practicarlo de cuando en cuando.

En teoría, a pesar de que llegaban en un momento incómodo después de nueve jornadas de liga sin ganar (se enfrascaron tanto en la competición copera que la liguera se había visto relegada a un segundo plano), a los rojiblancos no les venía mal el encuentro pues era la primera vez que no tenían jornada entre semana en dos meses. Pero todo quedó en el intento, en un querer y no poder, y su actuación por lo general dejó mucho que desear. Fueron de más a menos y ya en el segundo período aceptaban el empate como un buen botín. Su conformismo y la apatía final los dejaron a merced del Alavés que, a su manera, fue haciéndose dueño del duelo frente a un rival que, tanto física como mentalmente, no podía con su alma.

Por otra parte, los albiazules no estaban como para tirar cohetes después de su fracaso en su desempeño en el estadio mallorquín. Y salieron con una torrija importante: para cuando quisieron darse cuenta de que el partido había comenzado ya estaban con el marcador en contra. Estaremos todos de acuerdo si afirmo que nadie juega en liga para que le toque el reintegro, es decir, el empate, pues el objetivo principal es ganar el primer premio, o sea, los tres puntos. Pero el domingo durante demasiados minutos pareció todo lo contrario. Dio la impresión de que en el descanso los dos conjuntos habían negociado un pacto de no agresión mutua ya que ambos se sentían satisfechos con el punto. Este acuerdo se rompió inesperadamente en el último instante por mediación de Ely que marcó el gol de la victoria para dedicársela a la afición, que ayer volvió a llenar Mendizorroza en jornada carnavalera, para borrar de la memoria las malas sensaciones que habían dejado la semana anterior. La necesidad de ganar, el rival (el premio ante ellos simplemente sabe mejor) y la forma, en el minuto 91, transmitieron una intensa emoción a los seguidores albiazules que no daban crédito a lo que veían. Al final, lo que cuenta y se recordará son los tres puntos logrados, no cómo se gestó el triunfo, que sirven para ver con mejor perspectiva la zona baja de la clasificación.