Acento Adurtza y el magma
Tomás Asurmendi / Manista
Más Tellería que Asurmendi”, insiste desde el principio Tomás. Mi hermano Pedro, “a quien tanto quiero y admiro”, es más como “nuestro padre”, Carmelo, Asurmendi principal, alma mater del club Adurtza en sus inicios y con protagonismo en cierta época de la Federación Alavesa de Pelota.
Por unas u otras razones, el trabajo -“haciendo ruedas en Michelin más de 20 años”-, viajes, ocupaciones varias y reuniones de familia y amigos, la cita con el personaje se fue dilatando los últimos meses, quizá el último año y medio. Pensaba que andaría engrasando el winchester y descargarlo aquí, entre estas letras, echando lava por el cráter, ambas cosas y más aún, que andaba avisándome por wasap, descojonándose de mí, supongo, y me llega sosegado y hasta dulce, para contarme cuatro cosas de su vida a todo meter, derretirse al nombrar al padre con la emoción acuosa saliéndole por los ojos y apuntalar la carrera y calidad de su hermano. Pedro era un par de años mayor. “Tenía yo 15 años cuando, junto a José Miguel Crespo, se imponen en el en el senior del GRAVN”, recuerda. Tras aquello, la pareja pasaría a profesionales en una empresa pequeña. “Mi hermano era un luchador y jugó mucho”, dice, y cuenta con pena “cómo se quedó fuera de unos cuantos Mundiales de trinquete”. Y echando la vista atrás, aflora el recuerdo de un partido de Pedro junto a Oregi, con victoria ante Ángel Balanza, Gorostiza, y Salaberri, y cómo Gorostiza y Oregi terminaron disputando el Mundial donde cayeron ante Xala y otro “del que ahora no me viene el nombre”.
Un renglón para Carmelo, que nos dejó pronto, a los 65. Asurmendi Martínez de Albéniz, de Galarreta. L’homme terrible, de fuerte carácter y mucho genio, el gran inquisidor en el Colegio de Jueces, vigilante y observador del reglamento, martillo pilón del pelotari? “un genio que con sólo mirarte te ponía en tu sitio”. Duro y exigente en la vida, “imagina en casa”, observa Tomás. Fue maestro, monitor, taxista, educador. Hombre que impulsó el acento Adurtza por el mundo, desde aquel pequeño grupo del principio, del que luego beberían las nuevas generaciones. “Era mi padre”, dice, aguantando la emoción para no parecer blando. “Si juegas de lujo, me decía cuando no me ponían?”. Carmelo iba donde Cipri, probaba cien pelotas y cogía cinco. Luego, en Arróyabe, hacía lo mismo. Se llevaba dos tras examinar cuarenta. Duro de pelar siempre. Y como jugador? “a los 40 te volvía loco. Era listo y poseía un toque fuera de lo normal”.
Tomás Asurmendi Tellería cumplió los 50 hace tiempo. Me vino de camuflaje para el trópico en época de lluvias y dejó salir las imágenes de su pasado a tumba abierta. Justo antes del carpetazo, Amancio García, en el origen de aquel marcado acento junto al viejo y otros, le trae a la memoria a Monreal, Legorburu, Llanos, Iriarte, Olano, Vicuña y Pinedo. Y luego Vicario, Ortíz de Mendívil, Ortigosa, Angulo y Alberdi. Y aún otros que se han quedado en el papel. Con quienes coincidió, de los que aprendió, a quienes enseñó en las escuelas de Campezo, en Olabide y demás escuelas de Vitoria “donde trabajábamos por amor a la pelota”.
Se hizo pelotari a la sombra del hermano, “el bueno”. Zaguero desde pequeño -“los partidos los gana el delantero, el zaguero guarda los carteles”, apunta-, cuando le toca ganar le dicen: porque eres el hermano de Pedro, “aunque no jugara con él”, y eso duele. Aún le duele y le dolía mucho. Pegó los primeros pelotazos cuando tenía cuatro años y jugó hasta los 40, aunque también practicó judo y baloncesto en el colegio San Ignacio y recorrió la mayoría de los montes de nuestra geografía . ErnestoGarcía de Ozaeta y Galilea le llevaron al nacional del arte marcial con el cinturón negro sobre el kimono. Repitió la experiencia junto a sus compañeros de baloncesto, Juan Pedro, Velasco, Mendiguren y kétchup, cuando su colegio se peleaba con Escolapios y San Viator aquí en Vitoria. En cuanto al monte, su preferido era y es el Aitzgorri, “por mi ama, Carmen, que era de Zegama”.
La primera gran cita pelotazale la recuerda en Pedraja de San Esteban. Tenía doce años. Junto a Biasteri, -familia de los Madrid de Laguardia-, caería en la final del Nacional ante la pareja Taberna-Balerdi de Estella. RobertoHerrería lograría el título en mano individual. A los 14, con Ayala de compañero, se imponen en la final de Segunda frente a los chavales de Amurrio Larrazabal y Hermosa. Con 15 juega el social de Zaramaga, ya en primera, junto a Domenzain. Me cuentan que por entonces poseía una bonita colección de tijeras en su zurrón de pelotari. Cayo, Agustín y Pargaray eran valores del club por aquel entonces. Ese mismo año se impone en el social de Adurtza junto a Aristimuño. Y al siguiente, ya con 16, el gran éxito en el GRAVN, de nuevo con Biasteri, en la final contra Telletxea y Armendariz. Fue en Lejona. Recién cumplidos los 18 juega junto a Eugi la final del Torneo Vitoriana de Electricidad en el Ogueta. Vencen por 22 a 20 a Biasteri y Armendariz ante la mirada atenta de unos cientos de espectadores y “algún que otro ojeador de Eskulari”, hoy Aspe. “No fallar era mi máxima”, me dice. Y añade: “mi obligación era dominar en lo posible, cubrir al compañero y dejar algún que otro detalle con mi izquierda de lujo”. Todos aquellos años, casi cuatro, hasta los 23, los jugó con la mano derecha estropeada. La tenía muy dañada entre los dedos corazón e índice. “Si te opero, me dijo el médico, no vuelves a jugar”, me cuenta. “En tres meses ya estaba jugando en el trinquete”, resalta orgulloso. Dos años después lograría el campeonato de Euskadi junto a su hermano Pedro y Langarika. Con ellos dos y Larrañaga tomará parte en la liga francesa donde Idiart, Tambouril y Waltari marcaban pauta y diferencias. Uno de sus dos grandes momentos lo disfrutó en el trinquete. En Hendaya, con Pedro delante, conseguirían 12 victorias consecutivas y el pase a la Liga de Honor, tras imponerse en la final a Arizmendi y Ducaret. El segundo lo vivió en la final del Provincial de Primera. Ganó la txapela ante Badiola III, navarro que estudiaba en Gasteiz y había eliminado a Furundarena en la ronda anterior.
Cuando hemos acabado, mientras volteo la llave en la puerta de salida, y luego de manera reiterada por wasap, me dice y reitera: “Mi mujer, Sofía, y mi hija Lucía, buena judoca, son las dos luces de mi vida. Y no te olvides de Puy y Esti, mis hermanas”. Hecho. Luego se va, andando de vuelta a casa, sonriente, satisfecho y “¡sin pistolas, ya has visto!”. Magma solidificado.