donostia - La sede provisional del Museo del Montañismo Vasco (EMMOA) -situada en el Polideportivo de Zuhaizti a falta de que ocupe un lugar definitivo en el estadio de Anoeta- acogió el martes a un buen número de históricos alpinistas y montañeros euskaldunes, que mostraron su apoyo al proyecto y anunciaron que cederán objetos personales de mucho valor sentimental.
“Queremos salvar nuestra historia en la montaña, cuidarla y mostrarla. Que no se pierda el recuerdo y que estas vivencias y estos gestos de superación, que son un ejemplo para la sociedad, lleguen a las siguientes generaciones. La historia del montañismo vasco es nuestra historia”, destacó Txomin Uriarte, director de EMMOA, para abrir un acto que contó con la presencia de Eneko Goia y Martín Ibabe como representantes políticos.
Buena parte de esa historia mencionada por Uriarte se juntó ayer en el Polideportivo de Zuhaizti. El gasteiztarra Adolfo Madinabeitia, conocido por su escalada de grandes paredes, cedió al museo una hamaca construida por el mismo y que llevó al Valle de Yosemite en 1986. “Para escalar esas paredes teníamos que buscar un medio para poder dormir. La novia de Antxon Alonso me trajo una hamaca, saqué papel y boli, tomé medidas e hice patrones. Esta es la hamaca con la que fui a Yosemite y al Salto del Ángel (Venezuela), entre otros. Le tengo mucho cariño porque esta es con la que empecé. En 1989 ya me fabriqué una hamaca rígida. Entonces estas cosas nos las hacíamos nosotros”.
Gregorio Ariz fue un pionero en la ascensión a los ochomiles, donde tantas páginas históricas ha escrito el montañismo vasco. El navarro ha cedido al museo una carpeta con documentación sobre la expedición de 1979 al Dhaulagiri y contó una bonita anécdota: “En esa cumbre nos encontramos un pequeño tesoro, una carta escrita en japonés que los anteriores montañeros habían dejado. Nos lo tradujeron en una universidad. Había dos fotos de dos alpinistas que por lo visto iban a ir en aquella expedición pero se mataron en los entrenamientos previos, así que el jefe de la expedición llevó las fotos de esos montañeros para dejarlas en la cumbre. Al leer la carta nos dimos cuenta de que igual nos habíamos equivocado al bajarla. Les escribí una carta como jefe de expedición diciéndoles que igual no teníamos que haber bajado las fotos, pero que igual a los familiares les gustaría recuperarlas. No recibí contestación, pero demuestra que estuvimos en la cumbre”.
También de aquellos años es el objeto que donó Felipe Uriarte, una cocina portátil que llevó al Cervino en 1974. “Aquí calentábamos los cafés por la mañana y la manzanilla por la noche”, contó.
Aquella historia que abrieron montañeros como Ariz o Uriarte la siguieron otros como Juanito Oiarzabal, Edurne Pasaban o Alex Txikon, presentes también ayer en Zuhaizti. El vitoriano cedió las botas con las que subió el K2 en 1994. “Tuve la desgracia de congelarme. No porque las botas fueran malas”, bromeó, “sino por las condiciones del momento. Espero y deseo que en un futuro estos objetivos los puedan ver nuestros nietos”, comentó Oiarzabal. Edurne Pasaban, por su parte, anunció que cederá “un burzo de una expedición en 2004 con Juanito y más gente”: “Tengo un montón de cosas en casa. Este proyecto del museo siempre me ha gustado mucho y ahora es una realidad”. Txikon, por su parte, dejará en el museo “una estaca que se usó en 1971 para escalar una vía en el Makalu”. El vizcaíno dijo que tiene “varias cosas de valor en casa, entre ellas una botella de oxígeno que se utilizó en 1954”.