el puig - Maldijo Steven Kruijswijk la fuga de agua de la piscina que provocó su caída en la crono por equipos de Torrelavega. De aquel charco, este abandono. La Percha se descolgó de la Vuelta con la rodilla dañada. Pie a tierra. Una caries para la sonrisa del Jumbo y Roglic, que contaba con el neerlandés como perfecto escudero. Tachado Kruijswijk, Rigoberto Urán también se personó en el coche médico después de irse al suelo. Al colombiano le curaron las heridas de su brazo izquierdo a la carrera y continuó el metraje de la Vuelta, que miraba al cielo, que tiende a desplomarse estos días. La gota fría hace estragos y los corredores huían de ella. Por suerte, la lluvia torrencial apenas amagó. En ese tiempo de zozobra, de inquietud, los equipos de los jerarcas activaron el limpiaparabrisas para esquivar la fatalidad, que tiende a aparecer sin invitación.
La lluvia duchó durante un rato al pelotón antes del baño de champán de Fabio Jakobsen, que cumplió su sueño con suspense. “Poco antes de meta sabía que iba primero, pero al cruzar llevaba los ojos cerrados. Luego hubo que esperar y los auxiliares me dijeron que había ganado yo”, relató Jakobsen, eufórico. “Ganar ante Bennett, que es de los mejores esprinters del mundo, me llena de felicidad”, El neerlandés se coronó ciego, en un esprint agónico, en el mismo límite, en una pulgada, frente a Bennett. El joven velocista resolvió por un parpadeo. En el esfuerzo final cerró los ojos y cuando los abrió era ganador.
La persecución del día a Wallays y Cubero fue un asunto menor, un entretenimiento, apenas un capítulo de aquellas novelitas del oeste que intercambiaban el planteamiento, el nudo y desenlace con nombres diferentes para completar colecciones infinitas. Todo era distinto para ser lo mismo. Cubero y Wallays fueron los actores del periplo que discurría hacia El Puig con la idea firme en el pelotón de engarzar el segundo esprint de la Vuelta antes de medirse a Javalambre, que inaugura hoy los finales en alto de la carrera. “Javalambre va a empezar a marcar diferencias”, resolvió Valverde. A la espera de la vertical, del puerto de primera, -11, 1 kilómetros al 7,8% de desnivel-, que medirá quién es quién en la Vuelta, el día en horizontal se decidió por una pulgada, por el perfil de un tubular, el que sonrió a Jakobsen, con mejor pose en la foto-finish que Sam Bennett, al que se le coló el barbilampiño neerlandés.
al límite El campeón de los Países Bajos fue tan rápido que no vio su milimétrica victoria. En el instante decisivo, ciego de lactato, cerró los ojos de puro esfuerzo o quién sabe si soñó con el triunfo antes de agarrarlo. Tal vez apagó la vista porque no quería ver el remonte de Bennett, con los incisivos afilados y el olfato felino, dispuesto a cazar su segunda victoria. El irlandés se desató tarde, atrapado en una rotonda que tomó por el lado incorrecto y que le obligó demasiado para recolocarse en el foco de la acción en el Puig. “Me fue muy difícil colocarme en los últimos kilómetros. Incluso en la última rotonda me equivoqué: cogí el lado equivocado y perdí varias posiciones”, apuntó Bennett. Al irlandés no le alcanzó ni con el golpe de riñón, técnica empleada también por Jakobsen, que parecía muy superior hasta que irrumpió el fogonazo de Bennett, al que le faltó una baldosa para sobrepasar al neerlandés, exigido hasta el tuétano por el irlandés. “Aunque hice un sprint bastante bueno, estaba demasiado atrás”, concedió Bennett.
Al ordenamiento del esprint se llegó a través del caos con la aparición de Cavagna, compañero de Jakobsen en un movimiento que no aparecía en la pizarra del Deceuninck, pero que desgastó a los corceles del Bora y el Sunweb, otras formaciones interesadas en lanzar a su velocistas. Esposado el galo, que obtuvo una renta de diez segundos, el esprint se relanzó bajo el manual de instrucciones de la especialidad, sin saltarse ni una coma. En el catálogo del Deceuninck, Stybar y Richeze trazaron la línea a seguir a Jakobsen, en su primer triunfo en una grande. A Jon Aberasturi, sin un convoy al que aferrarse, no le quedó otra que “improvisar” para ser noveno. Mejor le fue a Jakobsen, que festejó su cumpleaños por adelantado sobre el canto de un duro. El baile de la victoria en la cabeza de un alfiler. Esa fue la distancia que le separó del depredador Bennett. En tres días Jakobsen cumple 23 años. Joven y rápido. Vivir deprisa con los ojos cerrados.