La Vuelta es un espectáculo que tiene que entretener. Se trata de una carrera que es original, impredecible, ya que es difícil de controlar y que aporta espectacularidad “, aireó Javier Guillén director general de la Vuelta a modo de lema publicitario a palmo y medio de que la ronda española se dispare el sábado en Torrevieja con una crono por equipos cuya rampa de despegue se situará sobre una montaña de sal. Algo de sabor para una Vuelta que mostrará un cartel insípido porque las estrellas más rutilantes se desvanecieron en el fulgor del Tour de Francia, el planetario de las luminarias. La Vuelta, descolgada entre agosto y septiembre, sirve de relleno del curso que ha recorrido el Giro y el Tour.
En la carrera española pesan más la ausencia que la presencias. Chris Froome pensaba en la Vuelta, pero se estrelló en el Dauphiné. Aún le quedan meses para regresar. Simon Yates, el campeón de 2018, renunció después de alistarse en Italia y Francia. Nibali también compitió en ambos frentes, así que desestimó la Vuelta, al igual que Mikel Landa, cuarto en la Corsa rosa y séptimo en la Grande Boucle. Tachados los principales reclamos, con un Ineos que presenta una alineación de mínimos, el corpus de la carrera se centra en tres escuadras que darán altura a la Vuelta: Jumbo, Movistar y Astana.
Los holandeses, que anunciaron recientemente la contratación de Tom Dumoulin, lesionado en el Giro, presentan una escuadra de gran potencial. Primoz Roglic, tercero en la Corsa rosa, lidera un equipo en el que también competirán Steven Kruijswijk, que cerró el cajón de París y fue cuarto en la pasada edición de la Vuelta, y George Bennet, un tridente magnífico en el que sobresale el esloveno, que afinó la forma con una concentración en altura en Sierra Nevada.
Roglic es uno de los máximos aspirantes al triunfo en Madrid. En ese espacio de jerarquía también se encuentra el Movistar, en una formación con aspecto de fin de ciclo para el bloque que gobierna Eusebio Unzué y que agitará la Vuelta con Alejandro Valverde, Richard Carapaz, Nairo Quintana y Marc Soler. El ecuatoriano, que conquistó el Giro de modo inopinado pero inapelable, es el hombre fuerte del Movistar, que contará en sus filas con dos ganadores de la Vuelta: Valverde y Quintana.
El reparto de papeles determinará en buena medida la huella del equipo en la ronda española, que cumple una década con el rojo como color corporativo. “No son los 100 años de amarillo del Tour, pero como le digo a su director, Christian Prudhomme, tiene más mérito que una cosa se mantenga aquí 10 años que 100 en Francia”, destacó Guillén.
potente astana El otro bloque con mayor sustancia es el irreverente y combativo Astana, que cargará con todo el arsenal que posee después de asegurarse la continuidad de Jakob Fuglsang hasta 2021. El danés, que completó una primer pliegue de la temporada magnífico, tuvo que dejar el Tour tras una caída. El bastón de mando de los kazajos recaerá en Miguel Ángel López, podio en 2018 por detrás de Simon Yates y Enric Mas, que tampoco asomará por la Vuelta.
Alrededor del colombiano, el Astana propone a Ion Izagirre, vencedor de la Itzulia, y noveno el pasado curso. Gorka Izagirre y Omar Fraile potenciarán las opciones de los kazajos. Entre el resto de candidaturas, el Education First pivotará alrededor de Rigoberto Urán y la presencia de Hugh Carthy así como la del debutante Sergio Higuita. En el Emirates, Fabio Aru, campeón en 2015, compartirá galones con Tadej Pogacar, una de las incipientes promesas del ciclismo. Esteban Chaves, un ciclista en proceso de reconstrucción, encabezará el Mitchelton, mientras que el Ineos dará vuelo a Wout Poels y Tao Geoghegan Har y en Bora sobresale Rafal Majka. A falta de las brillantes luminarias, en la Vuelta alumbrarán las luces de extrarradio.