londres - “Yo creo que en las fiestas ganas tiempo, por cada una gano tiempo por vuelta”. Era la irónica respuesta de Lewis Hamilton para quienes cuestionan su ajetreada vida, su apretada agenda. La cuestión salía a la palestra después de ser superado el sábado por su compañero Valtteri Bottas, que suma cuatro poles por las tres del piloto inglés. Como si el líder del Mundial no estuviera con las pilas puestas. Como si tuviera que mandar cada vez que se aferra al volante. Como si lo que protagoniza fuera escaso o insuficiente para manejar un Mercedes o ateniéndose a sus aptitudes, cuando hoy figura a 11 victorias del récord de Michael Schumacher. 80 triunfos ante 91. Para los navegantes: la de ayer fue la décima cita de un calendario de veintiuna. Siete victorias de diez posibles para Hamilton. Quizás no está tan mal. Buena fiesta.
Carreras, moda, música, viajes? El británico combina aficiones y proyectos. “Al final, yo hago lo que quiero. No hago lo que vosotros, o nadie, piensa que debo hacer. Solo hago lo que pienso que es lo mejor para mí, y una vez más esto me ha llevado a ganar cinco mundiales. No olvidéis la cantidad de victorias que tengo y todas esas cosas..”, decía, para echar la persiana al asunto. Ayer tuvo jolgorio sobre el asfalto. O sea, triunfó.
El Gran Premio de Gran Bretaña quizás no fuera una fiesta. Más bien fue un fiestón. Juerga en Silverstone. Una de las carreras más brillantes de la última época. Algo parecido a una actividad de karting en una despedida de soltero. Hubo poteo, banquete, sobremesa, copas, after hour? Incluso jaleo. De todo. Día completo. Una de esas jornadas que ofrece experiencias que uno jamás podrá olvidar.
En cabeza la disputa fue encarnizada. Hamilton, ávido por ser profeta en su tierra -la victoria, sexta allí, le convierte en el piloto más exitoso del GP de Gran Bretaña-, mordió la nuca de Bottas las quince primeras vueltas. Giro a giro, a menos de un segundo de distancia. DRS. El inglés incluso pisó la primera posición en el cuarto abrazo al circuito. Pero Bottas respondió de inmediato. Un duelo tremendo. Hamilton, ocioso, se abrazó a la ambición para asfixiar a Bottas. Un acoso sin coartada. Un baile pegado.
Detrás, Charles Leclerc montaba un trenecito con un ritmo inferior a sus perseguidores. El orden era el siguiente: Leclerc (3º), Verstappen (4º), Vettel (5º) y Gasly (6º). Ferrari contra Red Bull. Un revuelto y apetecible combinado. Cada uno acechaba al de enfrente. Leclerc, al igual que Bottas con Hamilton, era una empalizada que detenía las ofensivas. Era el cristal que encierra el líquido de un vaso.
El duelo por el futuro reino de la Fórmula 1, el Leclerc contra Verstappen, fue exquisito. Este último logró la tercera plaza en el mismísimo pit-lane, para cederla nada más desembocar en la pista. “Es poco justo en los movimientos”, protestaba Mad Max. Leclerc era la horma de su zapato. El hambre y las ganas de comer.
Así transcurrieron veinte excelentes vueltas, con seis tíos levantando polvo al rebasar los pianos, levantando aplausos. El público era como conejitos de Duracell. Y de pronto llegó el percance que decidió las disputas. Giovinazzi perdió el control de su monoplaza e invitó a la fiesta al safety car, que repartió caridad y miseria.
Hamilton y Vettel, que no habían completado ninguna parada, se vieron con un bonus extra. En la vuelta 21 el inglés avanzó al liderato y el alemán cobró la tercera plaza. Los damnificados eran Bottas y Leclerc, los hasta entonces bravos defensores de sus posiciones. “¡Cómo demonios hemos perdido la plaza!”. El monegasco está crecido. Lo transmite en su discurso. Al fin y al cabo, lleva tres carreras batiendo al supuesto jerarca de Ferrari, su compañero Vettel.
Y es que Vettel anda desnortado. Desde que fuera sancionado en Canadá, cuando cruzó primero la meta y fue privado de la victoria por una sanción, anda extraviado. Ayer la lío parda. Al verse rebasado por Verstappen, el germano, en la siguiente frenada, se estampó contra el de Red Bull. Fue un beso robado que le mandó al abismo de la última plaza de la carrera. Concluiría decimosexto con una sanción de 10 segundos por el incidente. Leclerc adquiere tintes de líder de la fábrica. “Probablemente sea la carrera que más he disfrutado en F-1”, apuntó. El monegasco, tercero ayer, ya está a 3 puntos del germano en el campeonato, donde Verstappen y su Red Bull les está comiendo la tostada.
El holandés se consolidó en el tercer lugar del Mundial. Aunque está a 87 puntos del liderato de Hamilton, ayer tuvo la fortuna de acabar la carrera -fue quinto- tras la incomprensible embestida de Vettel. Parecía una pelea de bar a altas horas de la noche.
Bottas, segundo ayer y en el campeonato, es el único que atesora esperanzas de relegar a Hamilton. “El gran premio deja cosas positivas: la pole, el ritmo y ha habido batalla con Lewis; el Mundial no ha terminado”. No obstante, Hamilton es el rey del mambo con 39 puntos de ventaja en el Mundial y aspecto de querer seguir la fiesta. Mercedes, desde luego, pone el coche. Cerca de su sede de Brackley selló el séptimo doblete del año. Silverstone fue una juerga en la que Carlos Sainz no lo pasó nada mal. Arrancó en la undécima plaza y fue sexto. “Es uno de los mejores días que puedo recordar”, señaló Lewis, por cierto, autor de la vuelta rápida en el último giro y ganador con una parada menos. Grata fiesta. Dulce resaca.