vitoria - La feroz competencia de la CBA china tanto para el Baskonia como los restantes clubes de la Euroliga puede pasar a la historia. La competición asiática se había convertido en una especie de imán a la hora de atraer en los últimos tiempos a toda clase de extranjeros ávidos del dinero fácil y esfuerzo justo. Muchos factores hacían de ella una especie de paraíso, entre ellos sus sueldos desorbitados, su irrisoria exigencia competitiva que permite a cualquiera conseguir números dignos de la estrella más rutilante o la escasa duración, permitiendo incluso a aquellos jugadores apeados a las primeras de cambio de la pelea por el título competir únicamente cinco meses y empezar las vacaciones en el mes de marzo.

Sin embargo, ese escenario a todas luces idílico acaba de transformarse ahora en grandes dosis de incertidumbre. Fue Ioannis Bourousis, el mismo que no ha dudado en vivir este retiro dorado desde 2016 nada más cerrar su mejor temporada como profesional en el Baskonia y se ha embolsado la friolera de cinco millones en los dos últimos años tras su millonario acuerdo alcanzado con los Guangdong Tigers, el que dio la voz de alarma recientemente para dejar claro que China ha dejado de ser una tentación.

Un cambio en la normativa que afecta a los extranjeros -todos los equipos pueden disponer de un máximo de dos- tiene visos de beneficiar de forma indirecta a los participantes de la Euroliga, donde los clubes se ven sometidos a una terrible exigencia física y mental desde el nuevo formato de todos contra todos pero, al menos, también ofrecen -la mayoría- cierta estabilidad y garantías de cobro de sus honorarios.

Los clubes chinos ya han pactado con la patronal un resquicio legal para ahorrar costes y poder prescindir de los jugadores foráneos con relativa facilidad. La principal novedad estriba en que cada dos meses tendrán la potestad de rescindir sus contratos si el rendimiento no es el satisfactorio. También cabe la posibilidad de que no se les abone una buena parte del contrato si el equipo en cuestión no alcanza las series finales por el título.

Es decir, condiciones ciertamente leoninas que seguro pueden propiciar un antes y un después en el atractivo de una competición en constante crecimiento a lo largo de la última década que se convertió en sus primeros pasos en el lugar perfecto para la jubilación de viejas glorias de la NBA (Stephon Marbury, Gilbert Arenas, Tracy McGrady...), siguió reclutando cada vez a mejores jugadores y también se ha permitido en los últimos tiempos el lujo de nutrirse de clásicos de la Euroliga.

La nómina de prestigiosos jugadores que han dicho ‘no’ a propuestas por parte de los mejores equipos del Viejo Continente para marcharse a China es interminable, como también lo es la relación de baloncestistas que, carentes de espacio en la NBA, han optado por recalar en la CBA. En las últimas campañas se han dejado ver por tierras asiáticas exbaskonistas como Darius Adams, Ioannis Bourousis, Maciej Lampe, Luis Scola o Will McDonald, además de un buen número de ilustres que para sí los quisiera cualquier transatlántico de la Euroliga como Sonny Weems, Malcom Delaney, Aaron Jackson, Justin Hamilton, Miroslav Raduljica, Brandon Wass o Kyle Fogg.

Todos ellos han gozado de un ecosistema ideal para sumar números increíbles en cada partido o, en definitiva, hacer y deshacer a su antojo en unas canchas repletas de público donde cualquier acción espectacular es jaleada por un público poco entendido en la materia. Sin embargo, a partir de ahora deberán replantearse su futuro tras entrar en vigor una normativa que les hará perder nivel adquisitivo o trabajar gratis durante algunos meses en el caso de que las cosas no vayan rodadas a nivel deportivo. Claro que la amenaza de la NBA aún sigue siendo demasiado grande como para que la felicidad de los clubes de Euroliga sea completa.