Podríamos considerarle como un aficionado especial? Pues sí. Diferente, como todos. No pasa desapercibido. Y fiel. Mucho. No se pierde una cita en el frontón de Zaramaga, su frontón, donde están sus favoritos, donde es uno más. Ni menos que eso. Endika Gómez Erbina tiene 23 años, nació en Vitoria el mes de junio del 95. En quince días cumplirá 24. “Es el jefe del frontón”, me dice Darío Gómez, campeón reciente del Promoción, pelotari riojano, de Ezkaray, con mucho aliado y más amigos en Vitoria, donde está afincado mientras termina los estudios, asiduo del frontón de Zaramaga donde es uno más y mira los partidos de su torneo, entrena y conoce a los chavales como cualquier otro vecino. De ahí que, tras ganar el Manomanista de segunda, la gente alavesa se alegrara tanto y le acompañara en masa en el frontón primero y luego en la cena de celebración. Endika y Darío se llevan bien. Suelen engancharse cuando se juntan. El uno le tira de la lengua y el otro le tira aún más fuerte. “Es un buen aficionado, no suele fallar”, apunta Darío “le da vidilla al asunto, se mete con todo el mundo, le sobra cachondeo, mete ruido? La gente le quiere mucho”. Cierto. Ve los partidos junto al abuelo y, sobre el barullo lógico del frontón, sólo se le escucha a él. Contra el juez por una decisión discutible, contra Félix Alvarado por equivocarse con el marcador electrónico, contra uno o varios espectadores de manera simultánea que saben de su calentura. Ya lo dice su abuelo: “el chaval es muy bueno, pero en el frontón se vuelve loco”. Elías y Endika forman un binomio que combina a la perfección. Abuelo y nieto caminan de la mano en sintonía perfecta. Elías y Teresa, abuelos y padres, tutores del chaval, familia directa -“el 17 de junio hará siete años que vivo con ellos”, aclara Endika, de memoria prodigiosa- cuidan de él -“pero a Elena y Juan Carlos, mis padres, les quiero mucho”-, como si fuera un hijo. El abuelo anda ahora más ocupado en Teresa, que ha pasado por un delicado momento de salud. “Pero ya está bien”, nos tranquiliza el nieto, “algo mejor”.
Endika nació prematuro, por cesárea. No aprovechaba lo que comía. Se le iba la vida y le devoraban la enfermedad y el dolor. Hierros, sangre, pastillas, operaciones, la UCI? le han ido sumando los días, semanas, meses y años, “sufriendo lo indecible”, subraya el abuelo, ante la perplejidad, las dudas y la busqueda contínua de respuesta y solución. “Ni en el OPUS han sabido encontrar lo que le pasa”, dice Elías. En la cabeza, en la cadera, en los talones, “le han tocado en todos los lados”, y lo ha aguantado como un campeón. Si aguanta es porque acompaña el desayuno con tres pastillas, la comida con dos más y en la cena la quinta y el ventolín para dormir.
Al parecer, el abuelo hizo sus pinitos en el frontón. De chaval iban juntos a pegarle a la pelota. Elías dice que “es muy torpe pero hace lo que puede”. Así, es habitual -más o menos- del gimnasio de la sede de Zuzenak, donde hace cinta, bici y algo de elástica, lo que ratifica luego el nieto con una sonrisilla sospechosa.
Declarado fan de Barriola y de Irujo de quien destaca “el genio y la garra, cuando se enfada y arremete con lo que pilla”. Elías me confiesa que el crío “no puede ver a Olaizola” pero Endika matiza, “era muy bueno también”. Su favorito era Xala porque “tenía nervio y buen saque”. Daba favorito a Urrutikoetxea en la final. Me dijo: “porque Olaizola le ha preparado muy bien”. De todos los de ahora le tiran los riojanos y cree que Darío “sufrió mucho en la final contra Elordi a pesar de ponerse 16 a 1 por delante”, recuerda -tiene una aplicación en el móvil que le avisa de todos los resultados- y pronostica que jugará un día en primera si tiene cabeza, aunque “le falla un poco la volea”. Vive cerca del frontón de Zaramaga. Sin embargo empezó a visitarlo algo tarde, a los 18. Es su sitio favorito, y el torneo, la gran cita cada temporada. Se emociona con Alvarado, le gusta, aunque “era muy fallón”, por lo bien que le salía el dos paredes. A pesar de los 40, “es mogollón de mayor” me dice, Mikel es muy bueno. Luego están los Azpiazu. Le gustan ambos “pero Igor, el delantero, es más simpático”. De los actuales se decide por Altuna, de quien opina: “es muy majo”.
Alguna vez se ha acercado a Los Fueros, poco, donde “vi al hermano de Olaizola, en fiestas”. En Zaramaga se siente como en casa, y se le escucha como en casa. “Más que en casa”, dice el abuelo, “en el frontón se vuelve loco y alza la voz” y se atreve con todos; con los jueces, con los pelotaris y con el resto del público. “Yo sé mucho”, dice orgulloso, pero “el que más sabe es el padre de Alvarado”. Ernesto, el rioja, tío de Darío, “también sabe mucho... y Oguetilla”.
Está encantado con la posibilidad de salir en el periódico. “No me da vergüenza”, expone levantando hombro y sacando pecho. Hincha y forofo del Deportivo Alavés y del Barça. Admirador de Manu García y de Messi, “el mejor de todos”. Ve tenis y hasta no hace mucho la Fórmula 1. Rafa Nadal es el deportista tótem, y Fernando Alonso un referente.
No ha estudiado mucho, pero “sí me he esforzado”. En la guardería del barrio, en Samaniego y en los dos institutos de Los Herrán. Hoy trabaja y se mantiene ocupado en el Centro Ocupacional Helios de la calle Anglo Vasco 5, donde “hacemos cuchillas de afeitar que luego se llevan para Betoño antes de distribuirlas”. Se le ve un chaval feliz y sanote, “nada tímido”, algo lanzado. Muy ligado al abuelo, “que me enseñó a jugar de pequeño en el Parque del Norte”. Dice que, en sus tiempos, “debía de jugar muy bien? cuando era soltero”. “Yo no”, reconoce, “yo le pegaba sólo con la derecha”.
La historia de Endika y Elías, un octogenario imparable “y echao p’alante, es una historia de pelota y amor. De la valentía del chaval y la sonrisa del abuelo. Un binomio perfecto y alucinante.