llega con el tiempo justo, ya cumplido y se marcha a todo meter. Ha quedado con Tomás, de Heredia, padre de los Ruiz de Azua, Irati y David, pelotaris, que pasará el tractor por la huerta algo abandonada y salvaje que Iñigo tiene en el pueblo, en Zalduendo. Quizá veamos crecer algo bueno todavía este año. Iñigo Ladrón de Guevara Goenaga, que nació en Gasteiz el primer mes de 1987, daría sus primeros pasos, seguro, el primer abono, merienda, cachete y pelotazo en el frontón de Zalduendo. La casa familiar estaba pegando y “a los tres años, aún con el pijama, en tres pasos ya estaba en la cancha”, cuenta. Era su lugar preferido.

Pelotari en activo y no tiene pinta de abandonar pronto. Ha cumplido los 32 y continúa comprometido “y desordenado”, ilustra un amigo y compañero pelotari. “Un día llegaba justo de tiempo, otro con los tacos de aquella manera?”. Pero en la cancha cumplidor. Y fuera de ella “crítico y reivindicativo”. El martes tuvo sesión en Lakua junto a Álvarez de Eulate, Ramos, Uribe y Aitor Errarte para preparar la temporada de verano, “el cuatro y medio y el Torneo Virgen Blanca si es que toca”. Aunque no ha llegado a debutar, integra el equipo de Laguardia en el Interpueblos de Álava que ayer tarde se jugaba en Aramaiona un puesto para la final del 16 en el Ogueta.

El padre, Vicente, -como todos los que aquí han salido el papel del padre es destacado por su dedicación y compañía- “nos metió el veneno desde muy temprana edad”. A Iñigo y a Asier, el mayor, “mejor pelotari que yo” -llegó a ganar un Virgen Blanca con Sendoa Resano y lo dejó pronto por la magia, cuando era juvenil- les acompañaba al frontón de Olabide, al de San Martín, al de Muskiz cuando “pasábamos el verano en Castro”, o al de Briñas cuando la familia salía a comer fuera de casa. “Los padres estaban tranquilos cuando nos dejaban en el frontón”, resume Iñigo. Desde ahí hasta hoy en día, siempre a mano y en pared izquierda, “que el trinquete me tira menos y no tengo volea”.

Comenzó en la ikastola, con un grupo de chavales que se quedaron fuera de la lista para jugar al fútbol. Iñigo, no muy amante del balompié, también nadaba, pero “lo dejé por la pelota”. Enseguida llegó al club de Zaramaga “donde Eugenio siempre me echó un capote”. Estuvo hasta los 17 años, peleando con quienes iban por delante, los Azpiazu, Iru, Migeltxo y llegaron luego, Jauregi y José Ignacio, de Lapuebla. Fueron sus mejores años porque, “no siendo demasiados en el club y pese a estar en un seguido nivel, pude jugar el Berria, Liga Vasca y GRAVNI”. Le tocó mudarse a Bilbao para hacer la carrera de Empresariales, que no terminó. Se decidió por un módulo de deportes, el TAFAD, “que me permitió trabajar casi 13 años como monitor de la Federación con Luzu”. Mientras vivió en Bilbao sacó licencia por Bizkaia, por el club Lagun Artea de Sestao, entrenando a diario con quien luego fuera profesional de pala y mano Ibai Pérez. “Nos gustaba”, dice Iñigo, “tirar de sotamano, sin dejar botar la pelota un rato largo, a lo bestia, por los alegres, hasta rompernos”. De valientes, “o taraos, reconoce. Con 22 años entra en Adurtza. Después juega por Araia, y entrena -pronto se queda solo- con Kintana de Agurain y los hermanos Eneko y Unai Fernández de San Román de San Millán. Hoy pertenece a Txukun Lakua.

Sobre el resto, destaca a Iker Legorburu, “el mejor entrenador que tuve”. Aprendió a gestionar los recursos técnicos y tácticos en cada situación, en cada partido, en cada tanto. “Tenía una actitud descomunal”, resume. Tampoco olvida “el empeño y atención“ de Etxaba, que te “mantenía despierto y activo cuando no éramos más que unos niños” y las sesiones junto a los hermanos Angulo.

Siendo un escolar vistió por primera vez de blanco junto a Ander López de Goikoetxea, hoy de la cuadrilla, que lo dejó pronto por el fútbol. El primer partido serio le llegó en unos cuartos de final, en Barañain, cuando tenía 13 años. “Jugué”, recuerda, “con Igor Lizarralde contra unos gigantes del Baztan que nos dieron bien”. La primera txapela la ganaría con José Ignacio, siendo juveniles de segundo año, al batir a una pareja de la zona de Tolosaldea en el frontón descubierto de Oñate. “Con chispa justa pero muy seguro, los frontones secos y al aire libre me iban de perlas”, confiesa. Los mejores momentos le han llegado “casi ahora mismo”, en Laguardia, ganando en el amurallado del pueblo dos años seguidos y con treinta años a cuestas. El primero con Gorka González y el segundo con el joven Mikel Díaz de Guereñu. Hay que echar la mirada atrás, doce años, cuando tenía veinte, para toparse con el momento mágico, “con la victoria en las Encartaciones en compañía de Galán, con quien entrenaba en Sestao”. Tras casi un año sin competir y entrenando muy poco, “pude ganar un torneo inesperado”. Luego pasó dos buenos años y llegó a jugar el campeonato vizcaíno como suplente en Lagun Artea.

Lo peor, “aunque me sirvió para aprender”, lo vivió en plena pubertad, “por loco e inmaduro” en Markinez. Se le fue la olla e “hice un Mikel Goñi”. No me explica el qué pero me dice lo mal que lo pasó y se sintió luego. Garbiñe, la madre, le vio tan mal que le llamo para preguntarle: “¿Estás disfrutando? No te veo disfrutar? Si sigues es para que disfrutes”. Aquello le sirvió para aprender y empezar a rendir según había entrenado. “Hasta ese día no jugaba ni al 30% de como lo hacía en los entrenamientos”, reconoce. Aquel día le tocó enfrentarse a Jauregi, ya de por sí duro, y “sufrí por la manera de comportarme, avergonzado por responder tan mal a la llamada de Andoni Marquínez”. Garbiñe lo dijo bien luego: “Fue una buena manera de aprender”.

Ahora en Laguardia, jugó el Interpueblos con Argantzun y Araia, campeón de Álava y subcampeón de Euskal Herria con Mikel, Casado, Txema Pérez, Vicente, su hermano Asier y Resano. Disfrutó cada vez que tocaba colocarse los tacos. Imborrables aquellos momentos con Humayor, Migeltxo y Torres. Desahogo, risas, verdadero recreo y “la temática más variopinta”. Para concluir, un consejo: aunque te duela, no dejes de entrenar, calentar bien y cuidar la mano, “si no la trabajas se hace más blanda aún”. Y una crítica. Mientras decida la empresa y no se atienda al escalafón “no habrá alaveses”. Y nombra a Alvarado, Pérez, Jauregi y Dorronsoro, pelotaris de calidad que “han debido estar con los mejores”. Y termina con Yoldi, navarro campeón de todo y sin oportunidades.