Sábado 27 de abril, son las 6.15 horas de la mañana y me suena el despertador. Me levanto con muchas ganas de ir hasta la localidad navarra de Zubiri a tomar parte en la carrera de 33 kilómetros y 1.890 metros positivos, prueba englobada junto con otras cuatro en la Nafarroa Xtrem 2019. La verdad es que a esas horas nada me hacía presagiar todas las sorpresas que me llevaría durante la jornada, unas muy buenas y otras bastante malas, pero no adelantemos más acontecimientos.

Después de ponerme la ropa de faena, bueno, casi todo, las zapatillas de trail y la gorra las dejaría para momentos antes de la carrera, y recoger a Gustavo sobre las 7.00 horas, partimos durante un viaje de hora y cuarto, más o menos, hacia Zubiri. Dejamos el coche aparcado cerca de la salida y nos dirigimos a recoger el dorsal. Con él en la mano y con un par de obsequios -un par de calcetines y una camiseta, la cual a pesar de ser talla XL, queda bastante justa pero de muy buena calidad-, nos terminamos de preparar y dejamos las mochilas en la consigna. Destacar que, además de la magnífica labor de todos los voluntarios en todo momento, es un acierto el poder tener un sitio donde dejar la mochila cerca de las duchas, prácticamente en la línea de meta, ya que eso nos evita el engorro a los corredores de tener que ir hasta el coche a por las cosas para ducharte.

Ya con el dorsal puesto, dejo a Gustavo en primera línea de salida, él tiene unos objetivos diferentes a los míos, y me pongo al final de todos los participantes. Una vez allí me encuentro con Alberto, un chico de Puente la Reina, que ha decidido ayudar a la organización haciendo de escoba. Son voluntarios que van en última posición, toda la carrera, controlando los tiempos de corte y de paso, ayudando a quitar marcas de trayecto para dejar todo limpio. Es una tarea imprescindible en este tipo de pruebas y hacen una labor impagable, ya que al trabajo de limpia del recorrido hay que añadirle la labor de ir con los últimos corredores dándoles ánimos y siendo en muchos ratos un apoyo fundamental para poder lograr el objetivo de cruzar la línea de meta.

Hablando con Alberto me cuenta que él ha decidido disfrutar del monte de otra manera, de una forma mucho más libre. Haciendo lo que él quiere en cada momento. Eso sí, pruebas como la Hiru Haundiak no las deja pasar y el año pasado la corrió con muy buen resultado. Antes de salir le digo que espero no verle, más que nada porque espero llegar antes del tiempo de corte establecido en seis horas.

inicio de la carrera Quedan pocos minutos para la salida y, justo después del aurresku, me encuentro con Gorka, un chico de Alegría-Dulantzi. Con él compartiré los primeros tres kilómetros desde la salida. La verdad es que él corre con un hándicap añadido a la distancia y al desnivel de este tipo de pruebas y es que tiene una pierna protésica. Esto no ha sido nunca un obstáculo que le impida hacer realidad una de sus pasiones que no es otra que el monte. Ha terminado la Hiru Haundiak y tiene por delante retos como la Tenerife Blue Trail, 101 kilómetros y casi 7.000 metros positivos de desnivel el próximo mes de junio. Por su cabeza también está participar el último fin de semana de agosto en alguna de las pruebas del Ultra Trail de Mont Blanc. Sin duda, una de las citas de referencia en lo que a carreras de montaña se refiere. Le gustaría poder participar en una de las de larga distancia, pero parece que por problemas con el seguro se va a tener que conformar con alguna más corta. Suerte Gorka y destacar que llegó a meta antes del tiempo de corte. Zorionak!

Justo es en el tercer kilómetro cuando dejo a Gorka para ir un poco más hacia delante, me encuentro con un primer tramo muy cómodo para correr. Luego, pasado un pequeño puente de piedra, nos metemos en un sendero estrecho, bonito pero bastante embarrado, donde vamos ganando altura, eso sí, en fila india ya que es bastante difícil adelantar. Además como nos queda bastante, a mí por lo menos, cojo el ritmo del corredor de delante y voy haciendo camino poco a poco. Casi al final de la subida se abre un poco más el terreno, lo que me sirve para acelerar un poco el ritmo y situarme en la parte más alta con el fin de hacer alguna fotografía de ese paso. Las vistas son muy bonitas y merece la pena y, aunque yo todavía en ese momento no lo sabía, eso me pasaría factura más adelante.

Llego al primer avituallamiento de Gurrutxaga, donde repongo líquidos. Continúo hacia adelante por una de las zonas más espectaculares de la carrera. Un frondoso bosque en el que nos sumergimos todos los corredores y que durante cerca de cuatro kilómetros nos acompañará hasta el siguiente avituallamiento. En este tramo el sendero, embarrado pero muy corredero, nos transporta a momentos mágicos y de singular belleza mientras vamos salvando pequeñas subidas y bajadas por las que, más que correr vamos, por lo menos yo, disfrutando del monte en toda su magnitud. Es aquí, cerca del kilómetro diez, donde hago grupo con cuatro chicos de Zaragoza, que al igual que yo están disfrutando de todo este espectáculo para la vista.

subida al adi Ya en el segundo avituallamiento coincido con Gustavo, para mí es el kilómetro 11,5 mientras que para él es el 19. Él ya ha hecho la subida al Adi, me dice que va un poco justo pese a ir quinto, casi nada, pero que anda con el gemelo tocado, así que no sabe cómo acabará. Yo le comento que voy bien, tranquilo, pero bien. También me comenta que la subida, aunque le pareció dura, se le ha hecho más corta de lo que esperaba. Eso me da moral, ya que era la parte que más temía. Salgo hacia arriba rápido y, como voy a gusto, hago la segunda parada para hacer más fotos. Seguía sin ver lo que estaba por venir. Termino la subida al Adi junto a Jesús, uno de los chicos de Zaragoza, y una vez arriba esperamos a todos para hacer una foto de grupo. Otro error más que luego acabaría pagando.

Enfilamos la bajada, con alguna zona técnica, desde la cumbre para, por medio de una bonita pista, acceder de nuevo al tercer avituallamiento. Llego en tres horas al kilómetro 19. Teniendo en cuenta que lo más duro estaba hecho y que solo quedaban un par de subidas, por mi cabeza pasó el llegar por debajo de las cinco horas. Además en estos 19 kilómetros había adelantado a más de un centenar corredores. ¡Qué equivocado estaba!

ascensión al zotalar Afronto la última subida dura al Zotalar, un kilómetro con doscientos metros positivos, corta pero explosiva. Esta subida la hago con un chico y una chica que están compitiendo por parejas. Voy tan a gusto con el ritmo que llevan que corono con ellos y paro de nuevo a hacer más fotos. Sería el último error que cometí antes de mi final anticipado. Ya en la bajada noto un pequeño aviso en la pierna derecha a la altura de la rodilla, pero no le doy importancia. Pienso que será algún mal apoyo. De ahí hasta el kilómetro 24,5 tengo la suerte de ir junto a un chico de El Masnou (Barcelona), Carles, que me hace la observación de la suerte que tenemos los vascos de tener este tipo de parajes tan cerca de casa. Tanto él, que tiene el Montseni cerca de casa, como los zaragozanos me dicen lo afortunados que somos. Los maños, además, me recalcan que en su caso tienen mucho más complicado disfrutar de este tipo de paisajes, ya que de querer hacerlo tienen que desplazarse a casi una hora de distancia desde la capital aragonesa de Zaragoza. Por eso, lo disfrutan más si cabe. Como niños.

principio del fin Con Carles paso por el último avituallamiento y, cuando parece que voy a ir con él o incluso algo mejor, llega el punto final al disfrute. Justo en el kilómetro 25 noto de repente dos fuertes calambres, uno en cada pierna, que me dejan parado por completo. Soy incapaz de dar un paso sin dolor, tomo un par de pastillas de sales, pero nada. No puedo andar. Poco a poco me empieza a pasar todo el mundo. Aunque soy capaz finalmente de tirar de cabeza y le voy dando poco a poco la vuelta, la carrera se ha acabado para mí. Ando como puedo doscientos metros e intento trotar la misma distancia. Los minutos me van cayendo y no es hasta los últimos cuatro kilómetros cuando gracias a Rubén que conoce lo que queda y que anda tan dolorido como yo compartimos algún kilómetro. Esto nos ayudó a ambos y así pudimos hacer el último tramo de una manera mucho más llevadera.

Al final, en los últimos dos kilómetros, intento trotar algo y tengo la suerte de que Gustavo me acompaña. Entre que me cuenta que ha llegado el noveno con un tiempo de 3 horas y 2 minutos -cuando yo estaba en el kilómetro 19 él llegó a meta- y que comparte conmigo el último tramo consigo llegar antes del cierre de control en 5 horas y 42 minutos. Se me han ido casi 50 minutos de lo que tenía previsto y, lo peor de todo, no he podido disfrutar del final como me hubiera gustado.

reflexión de lo sucedido Ya en la ducha, después de reponer fuerzas con una magnífica paella, doy con las claves de lo que me ha pasado. El parar cuatro o cinco veces unos cinco minutos cada una, quedándome frío, arrancando más fuerte de lo normal para coger a grupos de gente, es decir ir a un ritmo que no es el mío, seguramente me ha provocado los calambres en ambas piernas. En el fondo, pese a todo lo vivido, me tengo que quedar con lo bueno de la carrera: lo que he aprendido para que no me vuelva a pasar; los primeros 25 kilómetros, donde me lo he pasado como un enano por todo lo que me han contado y por todo lo que he visto; y, sobre todo, con una prueba para marcar en rojo en el calendario. Volveré seguro.

Solo me queda dar las gracias, aparte de a la organización por lo bien que se han portado en todos los sentidos conmigo, a Asier y Aitor, tenéis un carrerón, para muchos años espero. A todos los que han compartido experiencias conmigo, Alberto, Gorka, la cuadrilla de Zaragoza, Carles, Rubén y, cómo no, mi compañero de viaje Gustavo. A todos ellos, zorionak por haber cruzado la línea de meta. Nos vemos en la siguiente, por la zona de Campezo, a mediados del mes de mayo. Hasta pronto.