BAKÚ - “Este es el testamento del trabajo que hace el equipo”, presume Lewis Hamilton. Es la generosa herencia que deja Mercedes para la historia de la Fórmula 1.
“Es el mejor inicio de temporada que hemos tenido nunca”, destaca el piloto inglés, que está en lo cierto, pero que podría ser tremendista y hablar el términos absolutos. La escudería de Brackley protagonizó ayer, en el contexto del Gran Premio de Azerbaiyán, el mejor comienzo de temporada de los 69 años de existencia de la Fórmula 1: cuatro dobletes en las cuatro carreras inaugurales. Inédito. Lo más parecido se contempla en 2014, cuando selló tres 1-2 y una victoria en cuatro pruebas. La clave está, dice Hamilton, en que “cada año el equipo tiene más hambre de éxito”.
Mercedes es Othar, el caballo de Atila, el huno que dio estopa a los irreductibles romanos, tocados por los galos, por Aníbal, pero solo destruidos por sí mismos; cada uno tuvo su época dorada. Mercedes es el corcel que arrasa con todo, que donde pisa la hierba mengua. Cada huella entierra el pasado. La época de dominación que asiste no tiene precedentes.
El glorioso ciclo de Mercedes invita a pensar a lo grande. ¿Qué lugar ocupa en la historia? Apelando a la memoria de la competición para localizar un equipo más fructífero en un determinado periodo de tiempo, solamente compite Ferrari. La escudería italiana enlazó seis títulos mundiales consecutivos, la Era Schumacher, entre 1999 y 2004. Resulta que Mercedes encadena cinco, de 2014 a 2018, pero el desenlace de 2019 comienza a adquirir color; el plateado de las flechas alemanas. El espectador puede estar ante el equipo de referencia en la historia de la F-1. Hamilton, Rosberg, Bottas... El equipo convierte en oro lo que toca, como Midas.
Con uno u otro al volante, gana Mercedes. El consuelo para la competencia -porque a algo debe aferrarse el rezagado para la supervivencia de la esperanza- es que el enemigo comparte garaje. El drama y el caos de una guerra interna es hoy por hoy la esperanza de los Ferrari, los Red Bull y? nadie más. Son las únicas marcas que asoman por el podio a estas alturas. Para ellos, el botín a repartir es la tercera posición, ayer de Sebastian Vettel. Migas para las ansias de Ferrari.
Valtteri Bottas ha ganado dos carreras; la de ayer fue la segunda. “Para mí tan solo es la quinta victoria en la F-1, me siento bien”, expresó. El finlandés era virgen antes de recalar en Mercedes. Y claro, Bottas viene a decir que aún no se ha emborrachado de la alegría de celebrar. Le faltó decir que él no es Hamilton, que el inglés ni siente ni padece cada triunfo, asfixiado por la gloria. Convertida en hábito. Ya saben, eso de que las rutinas cansan?
Hamilton desmiente semejante idea; invoca a la ambición. “Cada año hay más hambre de éxito en el equipo”, sentenció al liquidar la prueba azerbaiyana en segunda posición. Hasta ayer, merced a sus dos triunfos, era líder del Mundial. Si bien, Bottas ha encabezado el campeonato en tres ocasiones, y Hamilton en una. Morbo en Mercedes. El finlandés es el nuevo líder y por un punto, el concedido en una vuelta rápida lograda al alba del año, en Australia, donde dio cuenta de que algo ha cambiado en su pilotaje. Ese botín que se ha introducido este curso como novedad y que podía parecer insignificante es el que diferencia a Bottas de Hamilton. 87 y 86 puntos. Y allí, a lo lejos, cortada la panorámica por un abismo, aparece algo rojo en el horizonte: es Sebastian Vettel con sus 52 unidades y la tercera plaza de la clasificación general.
Bottas ha mutado. Cuando llegó a Mercedes era escudero. Un servidor. Agradecido por vivir la experiencia de aferrar un volante que le hiciera engordar estadísticamente. Ahora es la expresión de su septentrional tierra. Era un témpano y es un iceberg. De carácter eternamente serio, pero con un pilotaje fortalecido por su consistencia. Bottas no tiembla ni se derrite. Es sólido como el hielo milenario.
Cuando arrancó la cita en Bakú, Hamilton fue preciso al traccionar. Mejoró la salida del poleman Bottas. El finés plantó defensa. Sostuvo el reto de su compañero, que buscó el interior, hasta en tres ocasiones. En cada una, Bottas se protegió por la zona exterior, peinando muros. Eso sí, respeto total. Limpieza máxima.
Y así, hubo que trasladarse a la antepenúltima vuelta para hallar nueva competencia de Bottas. Hamilton se instaló a distancia de DRS. Lo activó. “Ha sido una carrera muy dura porque Lewis me ha presionado en todo momento”, dijo Bottas alimentando el tamaño de su gesta; seguido sacó el ego a pasear: “Pero creo que lo he controlado en todo momento”. ¿En qué quedamos? ¿Fácil? ¿Difícil? El finlandés se protegió con gas. Vuelta rápida en el penúltimo abrazo a Bakú. Fin. Cuarto doblete. Relevo de Bottas en el liderato del Mundial. Y Ferrari, a cazar los restos con Vettel, incapaz de sentar un debate con Mercedes.
leclerc, el agitador El agitador fue Charles Leclerc. ¡Cómo llegan los jóvenes a la F-1! El monegasco ha relevado el rol de Max Verstappen como emoción personificada para las carreras. El holandés, por su parte, anda comedido. Necesita ser regular como principal argumento que es de Red Bull para el campeonato. Mad Max fue cuarto ayer. Puntuar es su dinámica. Leclerc, sin embargo, no tiene compromisos. Partió octavo, relegado por un accidente sabatino en la Q3 y además cedió dos plazas al inicio. Pero llegó a ser líder provisional, y acabaría quinto. Incluso, los Mercedes recibieron mensajes de alerta por la situación de Leclerc, por su ritmo y diferente estrategia de neumáticos -montó de partida compuesto medio en lugar de blando-, ante la posible entrada de un safety car. Su presencia divierte. Fue autor de la vuelta rápida, segunda del año para su buchaca. La afición le votó como Piloto del Día, también por segunda vez en 2019.
McLaren es evidente que ha progresado; falta consolidar la evolución con resultados. Carlos Sainz vivió su primera prueba sin percances; terminó séptimo, por delante de su compañero Norris. Otro que gestó una gran actuación fue Checo Pérez, sexto.