Esta es la historia de un humilde equipo de provincias con ambiciones en el mundo del fútbol que soñaba con triunfar en una liga en la que antes de empezar la competición ya están repartidos casi todos los boletos de la clasificación. Al no estar de acuerdo con el orden establecido, su carácter inconformista le ha llevado a seguir sus propias ideas, a apartarse de ese rígido sistema preestablecido y a lanzarse en aras de sus propias convicciones a por un objetivo mucho más osado. Esto creó entre sus incondicionales unas expectativas que poco a poco se han ido diluyendo.
Durante un largo período de tiempo el Deportivo Alavés ha hecho soñar a sus aficionados, que ya pensaban en sacar o actualizar el pasaporte para acompañarlo en sus viajes por Europa. Cierto es que para que las expectativas puedan existir tienen que tener alguna garantía que sustente esa idea. Y alguna había. De las 33 jornadas disputadas, salvo en cuatro, los de Abelardo han estado entre los siete primeros de la clasificación (8 en Champions, 16 en Europa League y cuatro el 7º). Con estas cifras era lógico que sus aficionados creyeran en sus posibilidades. Pero si quieres una decepción segura, crea expectativas. Ser objeto de estas por parte de otros nos obliga, nos presiona, limita el desarrollo de nuestras capacidades, nos quita la libertad de obrar de una manera u otra y si no llegamos a cubrirlas nos crea un sentimiento de culpa. Es lo que parece haberles ocurrido a los integrantes de la plantilla albiazul, que cuando más fácil parecían tenerlo todo para cumplir el objetivo se han venido abajo sin remisión. Y con ellos, sus seguidores. Por eso, cuando las ilusiones no se ven satisfechas, se experimenta una gran frustración. Ahora bien, no sé si es peor crearlas o padecerlas.
Visto lo visto, el Alavés está condenado a sufrir la repetición de la historia, una historia que sus jugadores, sean quienes sean los que tengan la suerte de conformar el once titular, están empeñados en que se repita. Si ante el Leganés se encontraron con un gol tempranero (pero después se dedicaron a sestear pecando de conformistas por lo que en el último instante les empataron), ante el Valladolid les ocurrió más de lo mismo pero elevado al cuadrado. Se pusieron por delante en el marcador con dos goles de ventaja (y sin disparar a puerta, algo difícil de explicar). Los vallisoletanos, que habían llegado con lo puesto, notaron el mazazo que supuso el segundo gol albiazul. Los alavesistas, lejos de serenarse (salvo en algunas jugadas puntuales, no daban tres pases seguidos) y jugar con el gran resultado obtenido, se aplicaron a lo mejor que saben hacer: echarse atrás y dejarle el mando al rival. Total, para nada. Como aquí hasta el más tonto hace relojes, pues el rival, que estaba más muerto que vivo, consiguió resucitar por (no) obra y (poca) gracia de unos jugadores que no saben jugar con el marcador a favor.
Los aficionados se crean ilusiones, tanto por el transcurrir de la temporada como por los inicios de los dos últimos encuentros en casa, pero a la postre terminan desquiciados porque las sensaciones y el resultado siempre son los mismos. Algunos espectadores, al final del choque, mostraron su desilusión y mal humor por el juego insulso que, de nuevo, les tocó presenciar. Creo que a un equipo como el nuestro hay que exigirle que luche, que pelee cada balón, que se esfuerce y que no dé un partido por perdido hasta el pitido final, y esto nos lo demuestran a diario con creces. Otra cosa es que el efecto que se desea salga bien o no. Dice Abelardo que él no habló nunca de Europa, pero también es cierto que, teniéndolo en la mano, si no se alcanza sería una gran decepción para todos. Aunque una victoria hoy ante el Barcelona endulzaría la mala leche de la afición.
Para otro equipo, el Alavés Gloriosas, conseguir la primera posición de su grupo para jugar las eliminatorias por el ascenso se convirtió en su máxima obsesión y su sueño a lo largo de toda la temporada. Al igual que sus hermanos han gozado de ese privilegio durante mucho tiempo, 24 jornadas, pero la única derrota del año a manos de su máximo rival, Osasuna (un equipo que ha ido de menos a más), las ha desbancado de su ventajosa posición en el último instante. La estéril goleada de esta semana solo ha servido para completar el calendario y certificar su decepción. Se crearon expectativas, ilusiones, y al final todo el gozo en un pozo. ¡Qué pena!