mientras el Baskonia madura la enésima derrota en Moscú y prepara su primera victoria desde 2005, a la vez que el Araski celebra las virtudes de su gran temporada, nosotros hablamos de otras cosas. Hola, soy Emilio Aragón ¡y usted no lo es!. Así comenzaba en los 80 el programa de televisión Ni en vivo ni en directo, un espacio ingenioso que basaba su contenido en sketchs de humor. Llegó a ser finalista de los Premios Emmy, mérito que sólo ha conseguido llevarse por estos lares la película La cabina (1973). En una ocasión, el polivalente miembro de la saga Aragón -que llegó a ser presidente de honor de La Sexta-, transformado en una especie de militar dictador, arengaba a su pueblo desde un balcón para que levantara el país al ritmo de la consigna “Menos samba e mais trabalhar” (menos samba y más trabajar). Al final, acababa sumergido en el ritmo, más que en el fondo del mensaje. Jorge, como si de un consultorio se tratara, colega y amigo de redes y cestos, andanzas y valles, me incita a desvelar algunos secretos del sistema Ivanovic, a priori muy alejados de las nuevas técnicas y métodos alternativos que ahora surcan los mares deportivos. El técnico del que más aprendí y peor me trató encarna perfectamente la propiedad intelectual del titular que aquí se proclama. Pero en serbocroata suena peor, pierde sonoridad y gana crudeza. ¡Viva el portugués! No es intención de este plumilla crear polémica ni desmerecer el trabajo de profesionales que se dedican al arte del coaching. Intentar sacar lo mejor de los demás y ayudarles a hacerse preguntas y lograr sus objetivos es inherente al ser humano.
El slogan de Ivanovic consistía en “trabajo, trabajo y trabajo”. Sus métodos no eran los más indicados para fomentar el amor y la paz espiritual, pero daban resultados. La estrategia de Dusko consistía en que los jugadores no pudieran pensar. No daba fiesta en domingo para que no fueran a misa. ¡Es broma! Las lesiones musculares no lo eran. Un jugador sólo podía parar si algún hueso estaba fuera de lugar. El día tenía pocas horas para completar sus entrenamientos y, en pretemporada, mejor ni hablamos. Era especialista en tener a todo el mundo cabreado y en tensión, pero era su forma de sacar lo mejor de cada uno y en las peores circunstancias.
Intrigado por cómo llevaba a cabo la consecución de los objetivos indagué en el preparador físico. “¿Que cómo lo hace?....Tiene algo en los ojos...”. Su presencia física también influía. Aunque abominaba de las pedagogías innovadoras, acabó cofirmando un libro de la materia que nos ocupa. Es decir, terminó bailando samba, como el personaje encarnado por Aragón.
Hace casi 25 años se realizó en Burgos un clinic de baloncesto impartido por figuras mundiales de la talla de Ranko Zeravica, Bozidar Maljkovic y Bogdan Tanjevic. Nos pensábamos que el baloncesto yugoslavo, referente mundial por aquel entonces en técnica y táctica, individual y colectiva, en todas sus posibles combinaciones, era otra cosa. En realidad, “simplemente” consistía en repetir hasta la extenuación situaciones de juego. Eso y la materia prima del talento insertada en cuerpos de dos metros.
Como especie, llevamos lustros perdiendo la fe en la religión y otras maneras están focalizando nuestra necesidad de creer en algo. Así surgen nuevas tendencias y formas. El cortoplacismo de la motivación no soluciona una temporada. Ni tampoco una vida. Aunque tampoco se puede huir de los tiempos modernos. Todo lo que nos ayude a ser felices y a lograr propósitos es bienvenido. Eso sí, mejor a un precio razonable y para todos los públicos.
Aprecio la enseñanza en Harold Lloyd, Jacques Tati, Ernst Lubitsch, John Ford, Frank Capra o Billy Wilder. Chicago, Roger Hodgson, Toto, Mark Knopfler o la Banda Municipal de música de Vitoria-Gasteiz. Los referentes nos ayudan a ser potencialmente mejores. Parafraseando a un Calderón de tiempos modernos, ‘Que toda la vida es sueño y los sueños, coaching son’.