La Bamba dura casi tres minutos. Es una canción que posee ritmo. Es pegadiza. Hipnótica. Engancha. Un imán. Viene a ser el Twist and Shout de los Beatles aunque es anterior. Dos canciones gemelas por el patrón de su armonía, melodía y ritmo. Nacidas para bailar. Como la Itzulia y sus cuestas que invitan al zigzagueo, al movimiento de hombros, a la danza sobre los pedales. Trallazos de rock&roll. Dos canciones para alcanzar la gloria. “La etapa se resolverá en dos esfuerzos máximos de unos tres minutos”, desgrana Pello Bilbao (25 de febrero de 1990, Gernika). El vizcaíno que viste el maillot celeste del Astana resuelve el enigma después de destripar los datos que vocifera el potenciómetro. El artilugio es una mesa de grabación. Allí quedan las canciones de los ciclistas. Sus vatios, velocidad, potencia... etcétera. La medición le susurra a Pello Bilbao que la única llegada vizcaína de la Itzulia, la que convergerá en Arrigorriaga, exigirá un tormenta de potencia concentrada en dos momentos puntuales, un par de riffs que se producirán en la subida a Zaratamo por la vertiente de Arkotxa antes del descenso en tobogán hasta la calle Severo Ochoa, donde estará instalada la meta.

“Va a ser una locura. He calculado que serán dos esfuerzos de tres minutos cada uno. Tres minutos para la primera parte de la subida. Después viene una bajada rápida y luego quedan otros tres minutos para la segunda parte de la ascensión. De esfuerzo máximo. Prácticamente se va a esprintar arriba”, analiza el gernikarra en un día esplendoroso, el azul del cielo embocando la primavera y el termómetro merodeando los 25 grados. No es primavera aún, pero se le parece tanto como Twist and Shout a La Bamba. Mellizas. Al día no le falta ni la tos profunda, cavernosa e inconfundible de una Harley Davidson, la moto que tiembla por la potencia vocal que grita a través de sus escapes. En ella va montado Aritz Arberas, preparador físico del Astana, y quien pilota el entrenamiento de Pello Bilbao, que reconoce para DNA el tramo que une Bikoitz Gane, el primer puerto de primera que aparece en el libro de ruta de la Itzulia, en la cuarta etapa, y Zaratamo, la emboscada de la que habla Pedro Horrillo, director técnico de la carrera vasca. “No es una trampa como tal”, matiza Pello Bilbao “pero está claro que el que pegue arriba y consiga diez metros, puede ser suficiente para llegar a meta y ganar”, alumbra el vizcaíno después del eslalon entre Zaratamo y Arrigorriaga, un descenso veloz por una carretera muy bien asfaltada y ancha. A volar.

La ascensión de tercera categoría requiere dos picos de descarga y ganar unos palmos en la cresta para atisbar el triunfo. La bajada será cuestión de un chasquido. Ahí, en ese instante, en ese deshojar la margarita, probablemente esté la victoria. “Simplemente generar esa duda puede resultar clave porque en la bajada nadie quiere la responsabilidad de tirar y simplemente con seguir a rueda vas cómodo”, describe el gernikarra, que antes del famoso 3X2 que remite a las ofertas de los supermercados ha hollado Bikoitz Gane. Al primer gran puerto de la Itzulia se conecta desde Zeberio. Pello Bilbao aguarda junto a Aritz Arberas, el centinela de la sesión, llevada al milímetro. El ciclismo actual se comprende a través de una catarata de datos y una avalancha de mediciones. Descifrarlos de la manera correcta le corresponde a Arberas, que interpreta a Pello Bilbao y su rendimiento. El gernikarra saluda, charla un rato y se pone en marcha sobre su montura, una Argon. “La misma del año pasado. Va bien”, resume el vizcaíno. Sus piernas van mejor. Pello Bilbao es ligero, pero ha adquirido galones en el Astana tras un gran 2018 y un buen arranque del presente curso. El peso invisible, el que no se mide, pero existe en la estructuras piramidales, se refleja en el gernikarra. Pello Bilbao tiene jerarquía.

BIKOITZ GANE, LEJOS Pello es un peso pluma en la báscula. Ciclista alado. Por eso, medirse con Bikoitz Gane le atrae. Al coloso vizcaíno se adentra a través de una carretera bien pavimentada, ancha, de doble dirección, que discurre en paralelo a una vereda que apunta hacia Pagomakurre, el campo base del Gorbea, el techo de Euskal Herria. Pello acelera, pero no atropella. Se está testando y la subida a Bikoitz Gane, de poco más de 5,5 kilómetros, sirve de banco de pruebas. En el barrio Ibarretxe se alza la montaña. Un 4,5% de pendiente media para empezar. Es el aperitivo a una “rampa constante que se mantiene en torno al 8-10 %”, apunta el vizcaíno sobre una subida que eleva el mentón en el segundo acto, cuando se dibujan las rampas más duras y la ascensión se eriza. Pide más. “La segunda parte es más exigente, es una subida que te exige ponerte de pie en la parte más dura. En ese tramo, las rampas son constantes y están al 12%”, analiza el gernikarra sobre un puerto de la vieja escuela, que no esconde “rampas brutales”.

Ese tramo de la ascensión que frisa con Orozko “obliga a una cadencia baja. No te dejan cambiar y oxigenarte. Eso hace que se te llenen las piernas”. Cuando las piernas se agotan, empachadas por el esfuerzo, el organismo recurre a los riñones, la trinchera de los ciclistas. “Este tipo de subida exige tirar de riñones”, desliza Pello Bilbao, que sopesa que “en carrera es un puerto que se subirá en 13-14 minutos. A 16 kilómetros por hora, algo así”. “Es difícil que en Bikoitz Gane se ponga a tope un equipo con intención de ir a por la carrera. Se puede aprovechar para endurecer la carrera, se puede aprovechar para posicionarse, para estar bien ubicados e intentar evitar errores, pero no creo que se tense como para dejar fuera de juego a alguien”, reflexiona el gernikarra.

Coronado Bikoitz Gane toca tricotar Orozko en una bajada veloz. Entrenando, Pello Bilbao alcanza los 80 kilómetros por hora. En carrera esa cifra se dispara. “La bajada tampoco es peligrosa. Es rápida, tiene alguna zona sombría, pero apenas hay que tocar el freno. En caso de que llueva si puede tener peligro. En carrera la velocidad se acercará a los 100 kilómetros por horas. Más de 90 kilómetros por hora seguro que cogeremos”, concede Pello Bilbao, que defiende que la cumbre de Bikoitz Gane está a un viaje lunar de meta como para intentar un salto desde ese trampolín. La travesía hasta Zaratamo no contribuye a la aventura. “El terreno siempre con tendencia hacia abajo, pero sí con algún repechito en cada pueblo. Es carretera ancha y hay terreno para reagrupar. Es complicado que desde Bikoitz Gane se marque un ritmo muy exigente para evitar que entre gente y que se lance la carrera desde Bizkoitz Gane hasta la subida a Zaratamo”. En Zaratamo aguardan un par de trallazos de rock&roll. Dos hits a todo trapo. El 3x2. Seis minutos en dos himnos. Los riñones para subir Bikoitz Gane. El rock&roll para Zaratamo.