si el fútbol fuera Operación Triunfo, a Ibai Gómez y Marcos Llorente habría que crearles un nombre en plan Aiteda. Se conocieron en la temporada que compartieron en el Alavés y trabaron una amistad que trascendió a la marcha del madrileño y que abarca a las familias de ambos jugadores. En la distancia y por motivos diferentes, los dos están en un punto trascendental en sus carreras. Uno porque tiene que firmar el último gran contrato de su vida y el otro porque tiene que volver a ejercer como futbolista. Ibai Gómez se ha puesto a sí mismo en la situación que buscan a nivel deportivo-contractual la mayoría de jugadores de su perfil. Está a poco más de un mes de tener en una negociación la fortaleza de poder llegar a un club nuevo sin necesidad de pagar un traspaso. A sus 29 años y teniendo en cuenta que está plenamente establecido en Primera, que va camino de tres temporadas sin lesiones de importancia y que tiene menos kilómetros en las piernas de lo que dice su DNI, debería ser un activo que puede encajar en muchos clubes, bien como teórico titular o para dar profundidad a una plantilla de más nivel sobre el papel. Por si fuera poco es vasco. Y a todo lo anterior le metemos que puede pegarle el palo al club que más sobrepaga del mundo, si es que salva la categoría. Reconoció Sergio Fernández el otro día que “el Alavés quiere renovar a Ibai”, pero conviene ir asumiendo que hay varios condicionantes situacionales que pueden convertir el producto en más caro de lo que realmente vale. Ojalá que Ibai pueda seguir en el Alavés, pero no a cualquier precio. Y ojalá que Ibai consiga el mayor dinero que pueda utilizando hasta el último centímetro de todo lo expuesto más arriba. Así es el negocio del fútbol. Lo de Marcos Llorente es diferente. Yo era de los que pensaba que podría encontrar su lugar en el Real Madrid, a sabiendas de que compite con el mejor especialista del mundo (junto a Kanté) e incluso ser candidato a entrar en la (decadente) selección española. Desgraciadamente para Marcos Llorente, los planes de Zidane, Lopetegui y Solari han ido por otros derroteros. Después de su temporada prácticamente en blanco con ZZ fue comprensible su decisión de quedarse en el Madrid. La llegada de un nuevo entrenador siempre es un soplo de aire fresco. Las jerarquías a veces cambian y lo que necesita un futbolista en la edad de Llorente es simplemente alguien que apueste por él. A Ceballos, por ejemplo, le ha cambiado la vida. Pero no a un Llorente que me temo que tiene que empezar a asumir que el Madrid no es su sitio. Sin Casemiro, el entrenador argentino prefirió poner a Ceballos de mediocentro (LOL) y ni siquiera convocó a Llorente en Eibar. La situación se parece a la que cuenta la leyenda que le dijo Mourinho a Pedro León (si se cae el avión del equipo y tú no vas en él, tampoco juegas el próximo partido). Y en éstas puede entrar el Alavés. Hay un punto en esto de Llorente que me recuerda a lo de Viguera. Ambos fueron probablemente los jugadores más importantes del Glorioso en su momento y los dos, como no podría ser de otra manera, buscaron prados más verdes, donde no se les dio la cosa. Paralelamente el club encontró una manera de vivir sin ellos que hace que, llegado el caso, Llorente necesite más al Alavés que el Alavés a Llorente. El centrocampista creo que tiene que salir del Madrid en enero y no hay una opción mejor que Vitoria, al menos para seis meses. Conoce el club, la ciudad, a un puñado de compañeros y el sistema de Abelardo tampoco es nada muy diferente al que capitaneó Llorente con Pellegrino. La solidez colectiva del equipo, su situación en la tabla y la plausible posibilidad de pelear por estar entre los diez primeros deberían completar la ecuación. Dentro de toda la incertidumbre que siempre acompaña a un cambio de equipo a mitad de temporada y que este Alavés también va en modo avión, creo que hay muchas señales positivas para pensar que Llorente podría encontrar un acomodo casi inmediato. De enero a junio esto vuela y lo que no se puede permitir un jugador que busca relanzar su carrera es tener que adaptarse a todo en tiempo récord.