Esto parece el Tour. Hay tanta gente que hasta asusta un poco. Se han superado todas las expectativas”, dice una voz que conoce de primera mano los entresijos que confluyeron en la gestación de la histórica etapa de la Vuelta entre Getxo y Oiz, un éxito mayúsculo, sin paliativos. Lo fue desde el punto deportivo, social, emocional y organizativo. El Tour de Francia pudo presenciar durante las seis horas de retransmisión televisiva en directo una jornada insuperable que sacó a gran parte de Bizkaia a la calle para celebrar le ciclismo y saludar al pelotón. La etapa de la Vuelta sirvió como piedra de toque, a modo de ensayo general de una posible presencia de la ronda gala en Bizkaia en el futuro y una prueba de que Bizkaia tiene capacidad de organizar algo grande.

De las palabras, de las conversaciones que susurraban a Christian Prudhomme, director de la carrera francesa, la posibilidad de vertebrar una etapa en Bizkaia dos años atrás, se pasaron a los hechos con un día inolvidable que quedó enmarcado en la retina de muchos. “El salto de audiencia en el País Vasco fue de casi el doble que en otros días. Estoy contento por la audiencia y también por el puerto -que era inédito-. Fue un puerto excepcional en una etapa excepcional, pero sin tanto público no hubiera sido igual”, se felicitó Javier guillén, director de la Vuelta, carrera que organiza ASO, la empresa que gestiona el Tour. La etapa logró el aplauso unánime del universo ciclista. Muchos de los corredores de la carrera mostraron a través de las redes sociales su agradecimiento a la afición, volcada en animarles.

No es nueva la devoción de los seguidores vascos hacia los ciclistas, cuyo punto álgido se dio durante la subida a Oiz, un pasillo humano que abrazó el esfuerzo de los corredores. El desembarco en la montaña era algo esperado. La marea Naranja de los Pirineos en los años gloriosos de Euskaltel-Euskadi son una muestra fehaciente del empuje de los aficionados, sobre todo cuando se trata de escalar montañas. La respuesta del público, inmejorable, sorprendió por su cantidad durante todo el recorrido. Bizkaia se asomó al ciclismo en masa. Los pueblos sonrieron abiertamente el paso de la carrera. Ezkerraldea se significó en esa respuesta incontestable. Toda Bizkaia fue parte de una fiesta en un día de labor, que otorga una dimensión exacta de la capacidad de movilización de los aficionados al ciclismo, algo que valora siempre el Tour para decantarse por los lugares que elige visitar. La etapa vizcaína refuerza la imagen de la candidatura de Bizkaia.

El escaparate vizcaíno tuvo mucha luz, muy intensa, hasta con la niebla de Oiz, el punto caliente de una jornada brutal en lo competitivo y que sacó brillo a os paisajes de Bizkaia, mostrando sus numerosos tesoros geográficos durante una retransmisión que se fue hasta las seis horas. El otro gran tesoro fue la respuesta de la ciudadanía, entusiasmada con ser partícipes de una jornada que alcanzó varios hitos: el descubrimiento de una cumbre inédita para el ciclismo, la adhesión inquebrantable de la afición al ciclismo y la capacidad organizativa de un territorio para poder diseñar una etapa para el Tour. Todo ello aderezado con una movilización en masa durante el recorrido.

La organización del Tour de Francia conoce de primera mano el interés de las autoridades por captar una de sus etapas. El miércoles fue testigo de una jornada monumental que certificó las posibilidades de Bizkaia para ser parte de la carrera francesa, que no solo atiende a criterios económicos. El Tour dispone de una lista de aspirantes para sus etapas. La criba responde no solo al poder organizativo de un territorio, sino a criterios deportivos, que, fundamentalmente, se centran en las respuesta de la afición. El Tour quiere que la afición se vuelque con su carrera. Entre Getxo y Oiz una marea de aficionados bañó un día para el recuerdo que se desató en Oiz y retumba hasta el Tour.