Sí, llegó el pesado, lo asumo. Señoras, señoritos, todo lo bueno concluye antes de tiempo, como el mítico jamón de chuche, como el rollo de papel higiénico, como la última croqueta del almuerzo dominical? El verano finiquitó, como finiquitan los contratos, como finiquitan las erecciones estivales, como finiquitó el Mundial de Rusia, como finiquitó Lopetegui como seleccionador? Como le finiquitaron, mejor dicho, después de las 15 horas más rocambolescas de la historia del fútbol español. Agosto también finiquitó, bajó la persiana pero se levantó de nuevo la del fútbol, la de la discusión de tasca, la de mecagüen tus muelas, la de la tensión dominical, sabatina, viernesina o luneseril. Habemus Liga nueva, habemus la madre de todos los VARES y habemus la polémica de toda la vida, con la diferencia de que la culpa ya no la tiene el trencilla de turno sino la madre que parió al VAR. El otro día, en el partido del Glorioso ante el Espanyol, el que estaba a mi lado ya no se cagaba en el árbitro, sino en los jugadores por no pedir el VAR. Vamos a tener que entregar unas instrucciones de uso a la entrada de los campos de fútbol? Nos seguimos cagando como siempre, pero ahora hemos cambiado el objeto directo de nuestros cagamientos. Todos sabemos de fútbol, todos sabemos de VARES, aunque casi nadie tengamos ni puta idea ni de lo uno ni de lo otro.
Agosto fue un mes bendito para los que tuvimos la fortuna de disfrutar del sol, de la familia y del rebujito. Eso sí, deporte practicado: -1 en la escala Richter. Sin ir más lejos, el otro día fui a pasar el reconocimiento médico para renovar mi licencia federativa y un minuto de sentadillas me reportaron dos días de agujetas. Con la cerveza no me pasa lo mismo? El fútbol de agosto se resumió en tres partidos. El primero fue la final del Torneo de El Puerto de Santa María entre el Portuense y el Xerez Deportivo. Para los que hemos sufrido durante muchos años los dolores de las hemorroides en la antigua General de Mendizorroza el encuentro fue como un deja vú. Hasta los pishas locales lo reconocían a la conclusión de lo que fuera aquello. “Buff, pisha, ha sido más aburrido que una maratón”, le espetaba un veterano seguidor del Portuense a un colega. Una hora antes la conversación entre ambos gravitaba sobre su fidelidad al club de sus amores, el Portuense. “Pisha, ¿te vas a hacer socio?”, le preguntaba el de la maratón a su amigo. “¿Cuánto cuesta?”, le interrogaba el otro. “Diez euros y te regalan la camiseta oficial”, le respondía. “Pues sí. En el descanso voy a echar un pis y me hago”, concluía con fervor urinario. El fútbol en estas categorías también existe y nosotros lo padecimos en clave albiazul hace bien poquito, casi anteayer, en campos como Las Llanas, Arlonagusia, Zubieta? Que nunca se nos olvide.
Las dos citas posteriores en el agosto gaditano fueron de sufrimiento alavesista a través de la pequeña pantalla. Caña en mano, viento en popa a toda vela, la magia del balompié se vive de otra manera a 1.000 kilómetros de distancia. Por fortuna, disfrutarlo en el mítico bar El Chino, propiedad del hermano del genial futbolista bético de El Puerto, Joaquín, es canela en rama. En ese templo del joaquinismo, se habla, se grita, sobre todo se grita, se habla en gaditano cerrado, se ríe, se va al baño, se bebe otro poco, se vuelve a ir al baño? Es fútbol en chancletas, de barra de bar, sin las sensaciones de la butaca de Mendi pero con ocho pishas alrededor a los que no se entiende ni cuando se sacan el chicle de la boca. Dos partidos y dos conclusiones ya conocidas: al 10 del Barça le tenían que prohibir jugar contra el Glorioso y nuestro Pacheco continúa siendo la santísima trinidad. Alabado seas, Pacheco, porque tuyo es el reino de los alavesistas. Una calle, una plaza, una rotonda, un Palacio de Congresos? algún escenario hay que poner con su nombre en nuestra ciudad por sus continuos milagros de la multiplicación de los panes y las paradas. Agosto nos los ha devuelto. Viva agosto por los siglos de los siglos.