Pamplona - La Vuelta vivió ayer su segundo día de descanso, pero no lo fue tal para Óscar Rodríguez. Al corredor navarro del equipo Euskadi-Murias le esperaba una ajetreada jornada tras su triunfo de etapa del pasado viernes. “Ha sido un no parar: fotos, entrevistas, la radio, rueda de prensa... Pero estoy contento. Es lo que toca y hay que disfrutarlo”, reconocía, aunque destacando también que, “aunque siempre hay cosas que hacer, se agradece un día sin competir”.
“No me lo creo”, dijo tras ganar en La Camperona. ¿Se lo cree ya?
-Viendo la repercusión que ha tenido, toca creer.
¿Cuántas felicitaciones calcula que ha recibido?
-Yo diría que entre 600 y 700.
¿Se queda con alguna en especial?
-No, porque quedaría feo, pero me llamó la atención que me felicitaran tops mundiales. Que venga donde estoy yo gente como Richi Porte, Trentin, Majka, Cataldo... Esas felicitaciones tienen un sabor especial, pero sin desmerecer a las demás. Hasta el líder, Simon Yates, se acercó y me dijo: “Congratulations”. Ha sido increíble.
Le han llovido elogios y en El País incluso le rebautizaron como El hijo escalador de Indurain.
-No lo había leído, pero no creo que sea así. Somos distintos. Sí que es verdad que yo soy de Burlada y Miguel es de Villava, el pueblo de al lado, pero no tenemos nada que ver.
Pero sí que ha coincidido con él en algún entrenamiento, ¿no?
-Él anda mucho en bici, pero la verdad es que suele madrugar más que yo (risas) y, cuando él vuelve, yo salgo. Alguna vez sí que ruedo con él y el rato que vas a su lado es agradable.
¿Le ha dado algún consejo?
-Que tengo que comer más (risas).
¿Le ha hecho caso?
-No, porque creo que como bien. En el equipo se quedan asustados porque soy el que más como y tampoco estoy excesivamente gordo (risas).
Una alimentación bien invertida...
-Pues sí. Si haces las cosas mal, no logras victorias.
El objetivo del Euskadi-Murias era ganar una etapa y ya la tiene.
-Sí, pero vamos a seguir intentándolo, aunque quedan pocas oportunidades. Estamos viviendo un sueño y vamos a seguir con él.
¿Ha echado el ojo a alguno de los tres finales en alto que quedan?
-No, la verdad es que, desde que gané, he parado de mirar el libro de ruta. Sé que mañana (por hoy) hay una crono, pero por la noche será cuando le eche un vistazo más exhaustivo. Desde la victoria, voy con menos estrés, pero sin dormirme en los laureles.
Sus rivales ya le conocen, así que ahora le resultará más complicado ganar.
-Seguro que me atan en corto (risas). Todavía no he notado cambios porque, desde La Camperona, no he tenido opción de meterme en fugas, pero ya veremos.
¿Cómo afronta la crono?
-Me la voy tomar con calma. No quiero hacerla a tope porque sabemos que la etapa del día siguiente (con final en el Balcón de Bizkaia) es dura y hay que hacerlo genial en casa.
Y más después de que se haya confirmado que el equipo Euskadi-Murias seguirá en categoría Continental en 2019.
-Es una noticia genial, muy deseada y la hemos vivido todos con una gran ilusión.
El problema es que ya existen rumores del interés de varios equipos UCI WorldTour por hacerse con sus servicios...
-Prometo que no sé nada. Nadie se ha puesto en contacto conmigo.
Sin embargo, su director, Jon Odriozola, ha dicho que le necesitan el año que viene.
-¿En serio? No lo había oído, pero, si lo ha dicho, es de agradecer.
Cuentan que Odriozola soltó alguna lágrima tras su victoria. ¿Le vio llorar?
-Cuando él llegó donde estaba yo con los medios de comunicación, es verdad que tenía los ojos rojos, pero no le vi llorar.
¿Usted lloró?
-No podía. Estaba tan cansado por el esfuerzo que no podía hacer nada.
¿Cómo celebraron el triunfo?
-Después de recibir a los medios de comunicación en el hotel, me duché, me di un masaje y en la cena sacaron botellas de champán. Brindamos, pero nos fuimos pronto a dormir porque al día siguiente había otra etapa.
Para terminar, ¿quién cree que va a ganar la Vuelta?
-En su día dije que Quintana, pero ahora tengo dudas. Yates va como el fuego y a Valverde no hay que descartarle. Si no hay sorpresas, estará entre los tres.