Duración: 2 horas y 19 minutos.

ANDERSONDJOKOVIC

61%Primer servicio72%

10Puntos directos de saque6

5Dobles faltas4

32Errores no forzados13

69%Puntos ganados primer servicio76%

48%Puntos ganados segundo servicio65%

26Puntos ganadores20

27%Puntos ganados al resto39%

0/7Roturas conseguidas4/4

12/21Puntos en la red8/13

222Servicio más rápido (Km/h)194

202Media primer servicio (Km/h)185

177Media segundo servicio (Km/h)159

74Puntos totales100

londres - Los grandes siempre vuelven. Volvieron Roger Federer, Rafa Nadal, Juan Martín del Potro... Y ha vuelto Novak Djokovic. Los tres han elevado el tenis a los mayores niveles de su historia y en sus periodos de inactividad no perdieron el apetito competitivo. Tampoco el serbio, que después de haber paseado por las pistas una versión edulcorada en el último año y medio, quizás volcado en la familia y en ese niño, Stefan, que ayer le animaba desde su palco, ha rescatado su yo más voraz, esa mirada encendida de deseo para ganar su cuarto Wimbledon, su décimo tercer Grand Slam, solo uno menos que Pete Sampras, que ocupa el tercer puesto en el escalafón de siempre por detrás de los 20 de Roger Federer y los 17 de Rafa Nadal.

A falta de que esa nueva generación aparezca en los grandes escenarios, el regreso de Djokovic, cuyo último título grande fue Roland Garros en 2016, supone una gran noticia para el tenis, necesitado de jugadores con carisma y que saquen lo mejor de sí mismos cuando otros se derrumban. Bien lo ha sufrido Kevin Anderson. El sudafricano ha jugado dos finales de Grand Slam en apenas nueve meses, pero se ha topado con dos de los mejores jugadores de la historia que no le han permitido hacer ningún set. “Lo que separa a los mejores del resto es, no necesariamente sus habilidades tenísticas, sino que son capaces de jugar su mejor tenis en estos momentos”, confirmó el de nuevo subcampeón.

El pasado septiembre le ganó Nadal en el US Open. Ayer fue superior Djokovic en una final que supo a poco, algo descafeinada después de dos semifinales extraordinarias que quizás influyeron en el inicio de la final de ayer que, a la postre, fue decisivo. Djokovic salió tan enchufado como acabó el duelo ante Nadal, mientras que Anderson mostró, y lo admitió después, las secuelas físicas de su durísima batalla ante Isner, pese a que fue dos días antes. El serbio vio esas flaquezas y torturó a su rival, que no podía imponer su servicio, con tiros a los lados y a medio metro del suelo, imposibles de devolver por un tipo de más de dos metros de altura.

En poco más de una hora, Djokovic, clarísimo dominador de la final, se colocó con dos sets de ventaja, una ventaja que solo había perdido una vez en su carrera. Kevin Anderson había exhibido en cuartos de final y semifinal una gran capacidad de reacción y trató de hacer lo mismo. Empezó a sacar mejor y eso le dio la iniciativa en el tercer set. Pero Djokovic se las apañó para salvar también sus servicios y sujetar los últimos coletazos del gigante de Johannesburgo, que gozó de seis pelotas de rotura. Nole las salvó todas, incluso aquellas tres que le podían llevar a perder el set y llevó el desenlace a un tie-break en el que confirmó su superioridad y se apuntó la victoria que puede volver a colocarle en la disputa por los torneos grandes.

de nuevo con vajda Djokovic elevó los brazos al cielo, con cierta rabia en su mirada, lanzó besos a su palco y corazones al público y volvió a morder unas briznas de la hierba de la Pista Central de Wimbledon, como hizo la primera vez, allá por 2011. Entonces, tenía como entrenador a Marian Vajda, al que tuvo que recurrir de nuevo antes de la gira de tierra tras colaboraciones infructuosas con Boris Becker y Andre Agassi. Volver a las viejas costumbres, a la vieja manera de afrontar la competición ha hecho a Djokovic ganar de nuevo después de recuperarse de la lesión en el codo que le mermó desde finales de 2016. Pero faltaba algo más y tras perder la final de Queen’s ante Marin Cilic, Wimbledon ha visto a este Novak Djokovic de nuevo hambriento, sólido, sin fisuras y sin piedad de sus rivales.

El serbio reconoció que durante su periodo de baja experimentó “muchas sensaciones: Dudas, decepción, enfado, frustración... Es una etapa que me ha ayudado mucho a nivel personal, no solo como tenista”. En este triunfo en Wimbledon fue clave “ganar a Rafa en la semifinal porque recuperé las sensaciones. Era la prueba más dura que podía tener y la superé”. La final fue más sencilla ya que “logré imponer mi experiencia. Kevin ha hecho un gran torneo, pero no es fácil jugar tu primera final en Wimbledon”, añadió.

De cara al futuro, el tenista de Belgrado entiende que existan dudas de si podrá “mantener este nivel mucho tiempo. Yo también las tengo, pero me encanta jugar en pistas duras y ya sé lo que es triunfar en Nueva York”. El reto es cazar a Pete Sampras: “Siempre ha sido mi ídolo. Poder alcanzarle es algo sencillamente increíble”.