parís - “Me encanta Francia y el Tour es la carrera más hermosa del mundo”, exclamó Chris Froome cuando pisó territorio francés después de que se supiera que es inocente. Lo dijo pensado en lo que le espera. Él ama a Francia, pero Francia no le devuelve el cariño. Su amor no es recíproco. Persona non grata a pesar del veredicto de la Unión Ciclista Internacional (UCI) que exoneró al británico de dopaje. El líder del Sky es consciente que continúa cercado por la polémica en el hexágono. Se lo recordaron ayer en cuanto asomó su desgarbada figura en el Tour. Alrededor de Froome hubo miradas torvas, gestos hoscos, abucheos y pitos a su paso. También hubo algún que otro aplauso. Así le recibió la afición francesa, señalándole con el rictus iracundo durante el paseíllo que llevaba a los corredores a la presentación de equipos. “Me ha preocupado mucho ver que algunos aficionados en Twitter y en las redes sociales instaban a la pelea durante el Tour. Eso es totalmente inaceptable. Tienen que respetar la decisión de cerrar el caso”, expuso David Lappartient, presidente de la UCI, con anterioridad. Las palabras de Lappartient no han enraizado entre los aficionados que abroncaron al británico también en la calle. Para ellos es culpable. No le creen. Un juicio sumarísimo.
Cuando a la Grande Boucle le resta un día para arrancar la aventura desde la isla de Noirmoutier, el ruido de fondo es el de la bronca. Francia juzga a Froome. El británico había pedido comprensión en el país que se sostiene sobre la cimentación de la Liberté, égalité, fraternité. “Espero que los comentarios de los aficionados sean positivos. A la gente que no es seguidora de Chris Froome y su equipo, les digo que se pongan la camiseta de un equipo al que apoyen y lo hagan de una manera correcta con la carrera. ¡No traigas espíritu negativo! Ese sería mi consejo”, deseó el británico de los cuatro Tours el día anterior.
en el ojo del huracán El británico, que con anterioridad había sido señalado por los aficionados, -en el Giro también se pudo observar a gente que se metía con el corredor- es consciente que se encuentra en el ojo del huracán después de un caso, el del salbutamol, que ha tardado diez meses en resolverse entre conjeturas y declaraciones cargadas de plomo. El Tour no lo quiso en su carrera y envidó hasta que la decisión de la UCI, amparada en los expertos de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), le dejó sin argumentos. Antes, Bernad Hinault, mito francés, pidió el boicot del pelotón si Froome participaba en el Tour. La sentencia de la UCI dio la razón al británico, pero es incuestionable que el rastro que ha dejado la resolución ha removido el armazón endeble del ciclismo, que siempre parece estar en los huesos, y ha soliviantado a los seguidores, a los que cada vez les cuesta más digerir un deporte con demasiado pasado viscoso. “La manera en que se ha manejado el expediente de salbutamol de Chris Froome ha dañado al ciclismo, y puede alejar a los aficionados del deporte”, argumentó Tom Dumoulin, que nunca entendió la participación de Froome en las distintas competiciones mientras se resolvía su caso y evitó saludar a Froome en la penúltima etapa del Giro que ya tenía ganado.
En ese ambiente tremedamente enrarecido, Romain Bardet, otro corredor muy crítico con el modo en el que se gestó la solución del caso, expuso: “Tuvimos pocos elementos de juicio para saber por qué se tomó esa decisión, pero sabemos que hubo una batalla de expertos que se tomaron su tiempo y eso hizo que se alargara el procedimiento. De eso Froome no tiene la culpa, sino de la permisividad del reglamento. Todo eso lleva a un gran opacidad”. En el país de Bardet no quieren la presencia del campeón del Tour. Francia abuchea a Froome.