Mañana Loinaz Pérez, Maitane García, Leyre Arana y Andrea de Mata empezarán la aventura de sus vidas. Las cuatro son diabéticas y, mañana, las cuatro pondrán rumbo al Everest para demostrar al mundo que ser una mujer con esta enfermedad no impide rendir al máximo en cualquier faceta de la vida, ni siquiera en la deportiva. Además, lo harán conformando la que ya es la primera expedición internacional femenina de diabéticas. Así lo explica Josu Feijoo (Gasteiz, 1965), el líder de este equipo, que llegará hasta el campo base de la cima más alta del mundo, situado a 5.350 metros. A este alavés, le diagnosticaron diabetes a los 24 años, por lo que tuvo que aprender a unificar su pasión por la montaña con este trastorno metabólico. Primero hizo cumbre en el Everest por su cara norte cuando todos los médicos le desaconsejaban su ascensión y, después, coronó la cima más alta de cada continente: “Así comencé a ser un referente de la diabetes a nivel mundial y, entonces, se me ocurrió que algunos chavales me acompañaran aunque fuera hasta el campo base, que ya es un reto para la gente que vive con el miedo a las hipoglucemias -bajo nivel de glucosa en sangre- o las hiperglucemias -su aumento anormal-”.
En 2012, Feijoo, el único astronauta con diabetes, debutó como líder de este proyecto y ahora, en 2018, encabezará un equipo conformado solo por mujeres. “Que seamos todas chicas lo hace mucho más especial porque este tipo de expediciones suelen ser protagonizadas por hombres. Es una forma de hacer ver que las mujeres con diabetes tipo 1 -aquella que no está ocasionada por los malos hábitos, sino que es una enfermedad autoinmune- también podemos hacer este tipo de retos y, además, hacerlos bien. Queremos que no se vea nuestra enfermedad como algo tan negativo porque, con un hábito saludable, podemos hacer de todo”, explica Maitane García, a un día de partir.
“Motivadas” Ella es de Barakaldo, Loinaz, de Basauri; Andrea es de Bilbao y Leire de Gasteiz. Tienen entre 23 y 27 años, son diabéticas y nunca han estado por encima de los 3.000 metros de altura. “Somos mendizales, pero nunca hemos subido tan arriba. No tengo ni idea de cómo voy a estar ni de cómo va a ser, pero estamos motivadas. Nos animamos entre nosotras porque los nervios no llevan a ningún lado”, prosigue García. Feijoo, por su parte, les infunde fuerza restándole importancia al Everest, “como él ya ha ido, le parece un paseo”, sonríe la barakaldarra, “pero también es verdad que va a ser un trekking muy duro, pero asequible de acabar porque todas somos deportistas”. Lo cierto es que la caminata habitual desde el inicio de la falda del Everest hasta su campo base suele ser de nueve días, pero Feijoo la exige hacer en siete.
Conoce el poder de las chicas y quiere exprimirlo al máximo, para ejemplificar con ellas que la diabetes no puede ser nunca más una excusa. “Van a andar lo que no han andado en su vida, pero lo van a recordar para siempre aunque para un diabético, la altitud afecta de una forma bestial. Una persona sin esta enfermedad, en un esfuerzo elevado como es el trekking al Everest, se cansa y puede entrarle la pájara por no comer o beber lo suficiente. Pero para nosotros ese cansancio y esas pájaras pueden transformarse en hipoglucemias, lo que lleva a una bajada de glucosa e incluso a un coma hipoglucémico”, relata el gasteiztarra. Las cuatro protagonistas conocen los riesgos y, aun así, mañana partirán con una sonrisa porque saben que su experiencia es “una forma de decirle al resto de diabéticas que no tengan miedo por salir de la zona de confort, que con voluntad se puede hacer cualquier cosa”.