zarautz - En Zarautz se impuso la dicotomía de esos días de primavera que arrastran las últimas nubes del invierno con el viento sur, el que descerraja el cajón del sol de abril. En el malecón vociferaba la megafonía con deje de subasta de objetos perdidos. La mar era una alfombra quieta que encajaba en el tumbado de los veraneantes de la Semana Santa que se agota. Nadie tenía prisa en Zarautz, donde el tiempo no cuelga del reloj. La espuma y el zumbido de la mar estaba sobre el asfalto, donde brotó la Itzulia. En ese paisaje tronó con voz ronca Primoz Roglic (Lotto NL), el hombre pájaro. El esloveno que muerde el futuro no es una lotería. Es una certeza. Lo suyo fue un órdago. Apuesta ganadora. Roglic, el mejor contrarrelojista de la Itzulia, voló más que nadie sobre la joroba de Elkano, un puerto duro y seco, una subida que retorció la carrera y amputó las opciones de Landa, Quintana, Kwiatkowski o los Izagirre, que acumularon un retraso de casi medio minuto con el esloveno, al que el pizpireto Julian Alaphilippe (Quick Step), que se adosó a él en la subida, le pudo en el duelo de meta. Pello Bilbao, que por un instante creyó que la gloria era para él, fue tercero y dio tiempo al grupo de favoritos, del que se descabalgaron Ion Izagirre y Nibali, por encima del minuto de desventaja. De Kwiatkowski no hubo señales. Tampoco de Porte, esfumado. Después de Roglic, apenas si hubo rastro.

El de Mikel Landa fue tenue. Subió el volumen cuando bajó del autobús el de Murgia, al que le esperaba una pancarta de apoyo y saludos varios por la mañana. Concentrado, la piel morena, tostada, Landa atendió con educación las peticiones de los aficionados. En la era del selfie, él era el protagonista. Saludó a su familia y rodó hacia la salida. Nairo Quintana tardó más. Salió con una máscara, el rostro de las carreras, masticando concentración. Nada de distracciones. El colombiano, que comparte timón de mando con Landa en la Itzulia por primera vez, recorrió el mismo camino que el alavés. Alguna foto y a la pelea. Antes, por la mañana, Nairo trepó a Elkano, la enrevesada subida ideada por Haimar Zubeldia, que no conocía. Mejor tenerla en la memoria y en las piernas. Eso le ayudó, pero no le rescató cuando Roglic entró en ebullición y saltó la banca. Bingo para el esloveno de la lotería holandesa.

Elkano era una quimera para otros, algo así como El Dorado, por eso convenía disfrutar de las alforjas llenas, como aquellos forajidos que asaltaban un banco buscando la frontera al galope sabiendo que el destino persigue sin bozal desde el amanecer. Ibai Salas (Burgos-BH), Aitor González (Euskadi-Murias), Jonathan Lastra (Caja Rural) y Amanuel Ghebreigzabhier (Dimension Data) supieron que su fortuna era una huida hacia delante, girar la ruleta y que los astros se alinearan. Los que nada tienen que perder conforman el pelotón de los valientes. Salas, debutante en el WorldTour, con los nervios tamborileándole los dedos en el manillar, no tardó en desenfundar su aventura. González también se adentraba en el océano del WorldTour por el río de la Itzulia. La escapada poseía el nervio de los principiantes y las expectativas alucinantes de los ritos iniciáticos. Jonathan Lastra, que en su día también agarró el macuto en la Itzulia en su debut, cerraba el trío de vizcaínos, acompañados del eritreo.

Los jerarcas, con Landa gestionando la marcheta y Quintana vigilante en el Movistar, dejaron hacer. Un clásico del ciclismo moderno, que no altera el pulso hasta que no huele las flores de meta. La ilusión, nutriente esencial para los fugados, engordó la ventaja, que no tardó en hincharse a modo de un suflé. Unidos por la misma, nadie racaneó esfuerzos. Se trataba de hacer camino, de salir al escaparate y para Lastra, lucirse en la montaña, el maillot que persigue. La visibilidad para los humildes es una pasarela. Luciérnagas en la noche. Su brillo adquirió más potencia con De Gendt (Lotto-Soudal). El tipo que ama la emancipación desenroscó la bombilla en Maddiola. Cataldo (Astana) también se unió. A Salas se le agotó la pila en las laderas del txakoli. Un mal trago para el bilbaíno en Garate.

En ebullición Con la chepa de Elkano en lontananza, se agitaron los caballos de tiro de Primoz Roglic, Alaphilippe y Bardet. Un poco de picante. La ventaja de los fugados se desplomó como los valores tóxicos de la Bolsa. El chasquido del látigo de los favoritos retumbaba. Fuga finiquitada. Despertaba otro día. El día D. El aquí y el ahora. Katusha asomó entonces en el tablero y también la muchachada de Mitchelton, al igual que el Sky, todos dispuestos a incendiar la carrera. Los británicos izaron la bandera del orgullo por la cara amable de Aia, que afiló un descenso velocísimo para darle muelles a Kwiatkowski. No había tregua. Nada de armisticios. Botas y tirantes. El Movistar de Landa se ató a la locomotora de Castroviejo, en versión crono. La colocación para entrar por la árida garganta de Elkano valía un potosí. Rojas alineó a Landa y Quintana.

Entonces entró como una tormenta Primoz Roglic. El hombre pájaro se disparó. Hombre bala. Supersónico. Bombardeó al resto a cañonazos. Todos a cubierto. Supervivencia entre chepazos y aire seco en los pulmones. Solo Alaphilippe, un saltarín, y Quintana, en el primer repunte, le pudieron rastrear. Landa perdió el color, descuadrada su figura de magnífico escalador. Se difuminó el perfil del alavés. También mudó el gesto de Ion Izagirre, sin reprís en un subida patibularia que arrugó el rostro a muchos. Narices chatas. Elkano era una soga que apretaba el gaznate. Plomo en los bolsillos. Roglic no hacía prisioneros. Paso marcial. El esloveno, fuerte, poderoso, pegó un brinco sensacional apoyado en la pértiga de la ambición. El salto de trampolín también borró a Quintana, asfixiado en el segundo capítulo de Elkano por el trazo firme del esloveno, que repartió coronas de espinas. Un calvario.

Allí crucificaron a Landa, Ion Izagirre, Nibali o Kwiatkowski, todos por encima del medio minuto en Zarautz, incapaces de atemperar la tormenta de Roglic, que no quiere esperar a la crono de Lodosa. Por eso subió tan rápido. Un trueno que solo dejó escombros.