galgo corredor y guindilla el pequeño, ladrador el mediano y flaco con años y oficio el patriarca. De casta. Para dar y tomar y lo que te rondaré morena. Un no parar. Y como siempre quedan cosas por hacer “igual vuelvo otro día”, me indica Orlando, que “siempre hay cosas pendientes e ideas que llevar a cabo”, en clara referencia a una posible segunda legislatura pendiente. Beñat y Jon son la guindilla y el charlatán, pelotaris ambos. Al mayor también le tira el fútbol y empezó dándole a la paleta en la ikastola Armentia. El pequeño, directamente en el club Adurtza y, cuando le sobra tiempo, los padres le bajan ritmo para que llegue a casa descansado, en el parkour de la Asociación Carpe Diem de Ali, donde a “Rafi se le pone el pelo blanco cuando le ve entrenar”, aunque el chaval tiene mucho control. Mucho tomate en casa.
Para tomate lo del nombrecito. Orlando Gaviña es Antonio Orlando Martínez de Lafuente Gaviña y otros más, compuestos, que le siguen. Había que acortar. Digamos que Orlando Gaviña es el nombre de guerra, “el artístico”, según quien lo porta, un “chaval” de 18 años de edad y el resto de experiencia. Peina canas, no ya por los saltos del pequeño, sino por las 51 castañas que se ha comido y la que se comerá en junio cuando sean 52. Flaco y correoso. Con carácter. Y en activo. Con el chaval Euken Maíz ganó, un par de fines de semana por detrás, el provincial senior de cuero en trinquete ante el dúo Joseba Angulo-Asier Estívariz, al poco de que Jon hiciera lo propio en categoría juvenil junto a Ibai Aguirre. El chiquitín anda por la semifinal de paleta en pared izquierda con Karla de compañera. Todos pensábamos que había sido padre adoptado, o el padre número dos, pero no? Gaviña es el progenitor de los Martínez de Lafuente. ¿Ven cómo había tomate? Alguna vez, todos hemos andado despistados por eso.
Asurmendi pilló a la pandilla en Gamarra y se los llevó para el barrio de Adurtza. Al frontón. La cuadrilla venía practicando pelota los últimos cuatro años. Gallego, Martínez, Cabellos y él, con 16 años cumplidos. Les agarró Fermín Mendíbil y comenzaron la historia. El primer partido de blanco lo disputó junto a Luis Tejada en el trinquete, tras una evolución rápida entre la goma y el cuero. “El cuero no era el de hoy”, suelta gozoso -suena a gratificante haber aprendido tan rápido- “el de entonces era brusco, tosco y salía la hostia”, dando por hecho que el de hoy es más noble y bota, digamos “más sencillo”. Orlando y Tejada compartieron cancha tres años, hasta que Luis se mudó a Pamplona para preparar el sub’22 de Francia y los JJ OO de Barcelona. Baltasar Otxoa era el padre deportivo de toda aquella pandilla, los nombrados y Vicuña, Lacalle, Elio, Valera, Angulo, Sandino y Abad. Otxoa les ganó por “entusiasmo, conocimiento y mucha paciencia”? necesaria con una panda de irreductibles con las hormonas hiperalteradas, aceleradas, excitadas, salvajes. “Quizá Tomás fuera el más trasto de todos”, señala Gaviña.
El año 1997 fue el año loco, deportivamente hablando. Casi un año natural en los frontones. De septiembre hasta el 9 de agosto del año siguiente. Enlazando liga francesa de trinquete, el Provincial de frontón, el Ramontxu de Irun, el campeonato alavés de trinquete, el GRAVN y Liga Vasca por delante alternando con el San Marcial de Irun, el campeonato de España de trinquete, el Open del Estadio y el torneo del jamón en Pamplona. Por lo que fuere, Orlando y Abad se metieron en la Liga de los vecinos, junto a otras 11 parejas. Había otros dos de los nuestros: Jon e Iñigo Arrieta. Aunque no les tocaba, la organización cruzó las dos parejas alavesas en semifinales “para que hubiera representación francesa en la final”. Les metieron en un trinquete “horrendo, el peor del mundo” y jugaron, los cuatro, “un partido lamentable” en el que todos veían la jugada pero eran incapaces de ejecutarla. Ganaron Abad y Gaviña 40-38 para encontrarse en la final con Alsoullet y Ladebat. “Entramos como burros, sin compasión y dolidos por la poca deportividad de los franceses” y ganaron la final por 40 a 28 ante unas gradas repletas en las que sólo había dos espectadores de fuera, “nuestras novias”. Tuvieron el público en contra “hasta que nos vieron pelear” -como en la película de Rocky IV, la de Ivan Drago-. Luego se volcaron con los alaveses, por pundonor y “la elegancia y diabluras de Abad” con disculpa a la hora de los trofeos. “Creo que nos ganamos su respeto”. Lo dicho, un 97 con mucha salsa? de tomate.
Orlando es un zaguero de buen saque y mucho látigo, y de idas y venidas. Más regular en el trinquete donde aporta el ritmo al que acostumbra en pared izquierda. Peleón. “La argentina se me resiste”, me dice. Le falta paciencia y técnica. ¡Y te pega unos pelotazos?!
Fue presidente de la alavesa entre el 2000 y el 2009 siguiendo la estela de Rubén Arteaga. Se propuso darle un impulso al deporte escolar con la creación de la figura del coordinador de base de dedicación completa. Pasaron por ahí Konpa y Mikel Rafael hasta llegar a Aitor Ruiz Luzuriaga, actual responsable. Impulsó nuevas infraestructuras deportivas que fructificaron en Lakua y Los Astrónomos. Eran los buenos años de Zapatero el Olentzero y sus millones. La bonanza económica coyuntural y el convenio con al Ayuntamiento para gestionar los frontones de barrio. Más tomate.
Y para tomate, del bueno, la actual pelea al frente del grupo de goma argentina de la Selección Alavesa, con los escuderos Fernández de las Heras y Kike Daubagna que participa en el GRAVNI y una cabeza ocupada en “asignaturas pendientes” de cuando era máximo responsable de la FAPV, vicepresidente de la vasca, miembro fundador de la Asociación de Federaciones Deportivas junto a Andrés Sánchez y miembro de la Comisión de Seguimiento del Gobierno Vasco que dispuso de un tiempo “urgente, mágico y desaprovechado” para preparar un Plan Estratégico para la pelota que, “desgraciadamente, sólo sirvió para ver nacer el Consejo Mundial”, uno de los “40 puntos de acción que quedaron en nada”. Un “hijo no nato”, según Orlando, “la disculpa perfecta” para marcar distancia a través del referido Consejo con la Internacional y la Española. “Cuestión de política”, sentencia. Tomate. Mucho tomate.
Para Orlando Gaviña, la pelota es un valor cultural asimilado en el País vasco y, “en ciertos casos, política de viejo y nuevo cuño”. Álava supo jugar aquella baza para organizar los mejores mundiales de la historia haciendo buenos los valores deportivos del deporte. Cuate, ¡aquí hay tomate!