EL tenis vive un momento de transición en el que espera la aparición de nuevas estrellas mientras las que han dominado la última década y media tratan de mantener esa condición. Pero desde hace un tiempo el calendario se ha convertido en objeto de discusión dentro del circuito profesional, con Rafa Nadal en cabeza de esas reivindicaciones. En ningún deporte ocurre que los mejores estén fuera de la competición de forma simultánea. Sin embargo, en este último fin de semana de febrero ninguno de los quince primeros del mundo, por renuncias voluntarias, lesiones o eliminatorias prematuras, están activos en alguno de los tres torneos que se están disputando. La carga de partidos, que afecta sobre todo a los mejores porque son los que más ganan, y el continuo cambio de superficies de competición, hasta cuatro diferentes se utilizan en el circuito, ha elevado el riesgo de lesiones. Ya nada es como hace 30 años cuando había especialistas que solo brillaban en determinadas épocas del año. Ahora cualquier tenista es capaz de jugar bien en cualquier superficie y sumar triunfos durante once meses.

Las carreras también se han alargado, aunque casos como el de Roger Federer, número 1 del mundo camino de los 37 años, no es fácil que se repitan. No obstante, cada vez son más los jugadores que suman triunfos con la treintena ya cumplida. La ATP tiene un apartado en su normativa que favorece a estas estrellas ya veteranas y les permite planificar sus calendarios de manera que el desgaste sea el menor posible. Así, se introducen tres supuestos: haber disputado ya 600 partidos en el circuito, llevar doce años en activo o tener 31 años. Si un tenista cumple una de estas tres condiciones al inicio de cada temporada, puede saltarse uno de los Masters 1000, entre los que no se incluye Montecarlo a estos efectos. Si cumple las tres, puede elegir libremente sin temor a ser multado.

Aún así, no sería entendible que Messi o Cristiano Ronaldo, o cualquiera de las estrellas de la NBA, o del golf, se cogieran un mes libre en medio de la temporada si no es por causas de fuerza mayor. En el tenis empieza a ser frecuente y puede provocar otro debate paralelo ya que todos los torneos, sobre todo los de mayor rango, quieren contar con los mejores jugadores y a veces las renuncias producen un perjuicio económico a los organizadores, a los patrocinadores y al aficionado, que cree haber pagado por algo que, al final, es distinto.

Por ejemplo, Rafa Nadal volverá esta semana a la actividad en Acapulco un mes después de caer eliminado en cuartos de final del Abierto de Australia. En este tiempo, el de Manacor se ha dedicado a atender distintos compromisos extradeportivos y a jugar al golf. Incluso, renunció a la primera ronda de la Copa Davis porque entendió que pasar de la pista dura de Melbourne a la tierra batida y luego de nuevo a la dureza del torneo mexicano no era buena para sus articulaciones.

Federer vio en Rotterdam la oportunidad de llegar al número 1 del mundo y, cumplido el objetivo, esos cuatro partidos de la ciudad holandesa será toda su competición en casi mes y medio. El suizo ha renunciado al ATP 500 de Dubai, donde contaban con él, para pasar esos días con su familia antes de afrontar los Masters 1000 de Miami e Indian Wells, donde defenderá sus títulos del año pasado. Además, Federer aún no ha confirmado si, como el año pasado, se ausentará de toda la temporada de tierra europea, lo que le dejaría casi dos meses y medio fuera de la actividad y privaría al público de ver al mejor de la historia.

Nadal y Djokovic, al que las lesiones han limitado de un año a esta parte, han levantado la voz pidiendo cambios en aras de la salud, aunque otros tenistas como el propio Federer y Wawrinka recuerdan que “cada jugador tiene la posibilidad de organizar su calendario”. Ellos pueden porque cumplen con los requisitos citados antes, pero la mayoría de los tenistas tienen que jugar mucho, saltando en ocasiones de continentes y de husos horarios, para poder permitírselo.

Por esto se están planteando en la ITF y la ATP algunas medidas para tratar de que el tenis sea un deporte más lógico y ordenado. La primera ya habla de que los partidos de la Copa Davis se disputen a tres sets con el fin de convencer a las estrellas. La segunda piensa en cómo reducir la duración de los partidos, que en los Grand Slams sobre todo rara vez duran menos de dos horas, y está probando los sets a cuatro juegos o resolver los sets decisivos a diez puntos. Es complicado poner el cascabel a ese gato, pero al margen de atender los intereses de las televisiones, se trata de evitar también cosas como la que ha vivido Garbiñe Muguruza en Dubai cuando acabó un partido a las dos de la mañana y jugó el siguiente menos de 18 horas después. Los torneos no quieren renunciar a las sesiones nocturnas porque son las que más público atraen y las que llenan los prime time de las televisiones y eso lleva a pagar a veces el precio de programaciones muy densas en aquellos lugares donde cuentan con pocas pistas o se juega al aire libre. Nunca llueve a gusto de todos, pero es mucho peor que los mejores no jueguen, algo que cada vez es más frecuente en el tenis.