Un par de líneas trazan el perfil de Mikel Landa más allá del talento: la determinación y la valentía. De esa mezcla, agitada en su justa medida, aparece la ambición, a borbotones. El deje de Landa sobre la bicicleta, el acento que imprime a su forma de correr, está impreso en el pensamiento de Jorge Azanza, director de la Fundación Euskadi, la muchachada de Landa, que rescató la estructura cuando estaba a punto de la demolición. Azanza, el brazo de Landa en la carretera, habla rápido, a la velocidad del nuevo mundo, que hace tiempo que no viaja a pedales sino a la velocidad de la luz. En el ciclismo de esta era, nadie espera. Se compite hasta por ser el más rápido sobre un paso de cebra. El invierno se disputa al ritmo de la primera. El cambio climático también anida en el ciclismo.
Asomar en ese ecosistema salvaje, donde nadie cede un palmo, es una aventura, un expedición donde es necesaria el macuto de la determinación. “Hay que ser valientes, hay que echarle valor”, subraya Jorge Azanza al hacer balance de las dos primeras citas de la Fundación Euskadi, el naranja que vuelve. “Estoy contento con el rendimiento que hemos tenido como equipo, teniendo en cuenta que somos un equipo muy joven y que nos hemos medido a equipos muy potentes”, realza el director de la Fundación Euskadi. Ante los Goliath del WorldTour, el equipo vasco aún es un David, agarrado a la ilusión y al descaro. No queda otra cuando uno se mide a los gigantes.
“Me ha gustado la actitud que han tenido los chavales, entrando en escapadas, peleando todo lo que se podía”, determina Azanza, muy satisfecho con el rendimiento de Jon Ander Insausti, uno de los estandartes del equipo. Llegado del Bahrain-Merida, el guipuzcoano se mostró muy activo en carrera, siempre al acecho, olfateando fugas. Poseedor de un gran motor, Insausti se abrió paso entre escapadas ya fuera en la Challenge de Mallorca o en la Vuelta a la Comunitat Valenciana. Insausti fue un corredor en fuga. Amontonó 188 kilómetros escapado en la Volta. Hombre libre. Récord. “De Jon Ander Insausti me ha gustado que ha mostrado su orgullo en lugar de bajar los brazos y dejarse llevar. Apostó por nosotros después de haber estado en un equipo WorlTour. Está demostrando que es un gran corredor. Ahora está tranquilo y con confianza. Eso le ha ayudado a la hora de competir”. Insausti fue un anfitrión de las escapadas.
Entre la foresta del pelotón, también brotaron las gotas naranjas de Txomin Juaristi e Iker Azurmendi, que “han tenido un gran rendimiento, dejándose ver, dejando detalles”, expone Azanza. Para el director navarro era fundamental lanzar el mensaje de un equipo unido y “tener presencia en carrera” además de estar lo más arriba posible. “Evidentemente no puedes estar todavía entre los mejores, pero se ha trabajado para estar cerca. En ese aspecto, creo que lo hemos hecho bien”, argumenta Azanza, que es consciente de la dificultad del reto en un pelotón donde se acumulan tantos dorsales poderosos y donde el ritmo es brutal. De chasquido en chasquido, de latigazo en latigazo. Sin piedad. Sin respiro.
El ciclismo tiene tres velocidades: la del WorldTour, la de los Profesional Continentales y la de los Continentales. La Fundación Euskadi pertenece al tercer grupo. “Cuando los buenos abren gas?. Es muy difícil seguirles”. No solo es cuestión de piernas, en ocasiones tiene mayor incidencia la capacidad de reacción, saber leer las carreras, estar con las orejas tiesas, siempre alerta, vigilando el horizonte como hacen los suricatos para no ser sorprendidos por una arrancada. “En ocasiones nos ha faltado esa experiencia. Es normal. Muchos de los corredores son recién llegados del campo aficionado. Eso se nota. Les ha pasado a ellos lo que ellos hacían antes en el pelotón amateur”.
En el profesionalismo, donde no hay tiempo para la cháchara y ni para el paseo observando el paisaje, “no te puedes fiar porque se lía cuando menos te lo esperas”. Recuerda Azanza que en un puerto que no parecía nada del otro mundo, todo saltó por los aires, porque los más fuertes decidieron dinamitar la etapa. “Si te han pillado con el pie cambiado, luego es imposible reaccionar”, alumbra el director de la Fundación Euskadi. “Solo queda aprender de esas cosas. Hay que trabajar y pulir detalles para seguir aprendiendo”, advierte Azanza, convencido de las capacidad de sus corredores. “Tienen potencial, pero hay que tener paciencia”. Con la Vuelta a Murcia y Vuelta a Andalucía, donde debutará Mikel Landa, el presidente de la Fundación Euskadi podrá ver a sus pupilos, resoplando a dos calles, el equipo naranja acudirá con la idea de seguir viviendo el sueño y sentarse en el sillín como los estudiantes que se enroscan al pupitre. “Hay que seguir aprendiendo y adaptarse lo mejor posible”, determina Azanza, que de momento, puntúa con un notable la incursión en el profesionalismo. “Le daría un siete o un ocho al equipo por actitud de carrera y por valentía”. Es el lenguaje de la Fundación Euskadi, el de Mikel Landa.