El Baskonia parece haberse abonado en los últimos tiempos a los finales de infarto y, desgraciadamente, se estaba encontrando con la cruz cada vez que la moneda se lanzaba al aire para decidir la identidad del ganador. Así ocurrió la semana pasada en apenas cuarenta y ocho cuando el Real Madrid primero y el Milán después clavaron sendos dolorosos puñales en el espíritu azulgrana privando al equipo de un triunfo por el que había trabajado durante muchos minutos.

Por eso cuando ayer en Málaga el plantel de Pedro Martínez dejó escapar la jugosa renta de cuatro puntos (79-83) con la que inició el último minuto del choque para verse abocado a otro epílogo angustioso, gotas de sudar frío comenzaron a resbalar inevitablemente por la frente de los aficionados baskonistas.

Cuando todo parecía favorable, el local Alberto Díaz le robó la cartera a Granger en un saque de banda alavés y, en un veloz contragolpe, situó unas inesperadas tablas en el marcador situando el encuentro en una dimensión totalmente inesperada por los vitorianos. Los fantasmas de lo sucedido la pasada semana comenzaron a revolotear por el Martín Carpena y más de uno temió por una nueva puñalada.

Sin embargo en esta oportunidad, por fin, el Baskonia pudo enfilar el camino de los vestuarios con una sonrisa. A la tercer fue la vencida y, esta vez sí, el conjunto de Zurbano manejó con acierto ese apasionante epílogo para conquistar una valiosísima novena victoria europea.

Tras consumir los primeros segundos de la posesión, una falta de Waczynski redujo el duelo a lo que sucediera en los cinco últimos. El Baskonia ejecutó el saque de banda -ahora sin sobresaltos- llevando el balón hasta Shengelia en la línea de personal. El georgiano, que había fallado ante Madrid y Milán, no acusó la presión y penetró convencido hacia la canasta. Cuando todos esperaban su bandeja, le regaló la pelota a Timma bajo el aro para que el letón, ayer sí, abrochase el triunfo.