vitoria - Los motores del Dakar rugen con fuerza. Es el momento de la puesta a punto final, comprobar cada detalle del vehículo y tratar de mirar los últimos detalles de un recorrido que se presenta como el más exigente de los últimos años. Solo un día para el pistoletazo de salida y los casi cuatrocientos vehículos que participarán en la prueba que arranca hoy se citaron ayer en el Pentagonito, el cuartel general del ejercito peruano, para realizar las verificaciones oficiales. En la categoría de coches todas las miradas están puestas en Peugeot. La marca del león rampante se despide del Dakar y quieren hacerlo a lo grande, pero los Mini y los Toyota están preparados para acabar con su hegemonía. Asimismo, en motos KTM vuelve a presentarse como el gran rival a batir. Con una máquina de última generación son los grandes favoritos, aunque Honda quiere dar un golpe en la mesa que lleva demasiado tiempo resistiéndose.
El Dakar se presenta con más dureza que en los años anteriores. En esta edición los pilotos deberán exprimirse al máximo y dominar tanto la conducción veloz como la navegación para superar con éxito las trampas puestas por Marc Coma, el director deportivo de la carrera e ideólogo del trazado. La carrera arrancará mañana en Lima y ya desde el primer día los vehículos deberán enfrentarse a las complicadas dunas del desierto peruano y a muchas etapas disputadas con zonas de fuera de pista, el ochenta por ciento de la carrera será sin pistas marcadas. A continuación, la caravana viajará a Bolivia y se encontrará con dos clásicos de la prueba desde que viajó a Sudamérica: la altura y el Salar de Uyuni. Dos duros retos. Superadas todas estas dificultades, la dureza no parará hasta el 20 de enero, el día de la etapa final. Las pistas argentinas estarán marcadas por el calor y el temido fesh fesh, la fina arena capaz de acabar con las esperanzas de muchos expertos.
Peugeot y KTM, favoritos Peugeot, ganador de las dos últimas ediciones con Stephane Peterhansel, afronta este Dakar como el de su despedida y espera decir adiós como el coche imbatible. Para ello su elenco de pilotos de lujo será su gran baza. Monsieur Dakar estará acompañado por Sebastien Loeb, Cyril Despres y Carlos Sainz. Mucha experiencia y calidad al volante de los vehículos de la marca francesa. Cada uno de estos pilotos siente que esta es una oportunidad que puede tardar mucho en repetirse e incluso Seb ya lanzó su ultimátum de ahora o nunca antes de arrancar la prueba. Aunque la organización no quiere otro paseo militar de Peugeot y por eso publicó una nueva reglamentación en la que favorece claramente a los vehículos todo terreno. Los mejores parados de esta modificación serán los Toyota, que esperan romper su maldición con el Dakar y cuentan con un experto en la arena como Nasser Al-Attiyah como principal puntal, sin descartar nunca al solidísimo Giniel de Villiers. El tercer equipo en discordia será Mini. La marca inglesa se la ha jugado con un dos por uno, presentando dos coches completamente diferentes: el todo terreno de Nani Roma y el buggy de Mikko Hirvonen.
En la categoría de motos, otra vez más el duelo entre KTM y Honda será protagonista. La marca alada perdió a última hora a Paulo Gonçalves, una de sus principales estrellas, pero aun así contará con una buena escuadra, que estará liderada por el imprevisible Joan Barreda, todo un talento del motociclismo capaz de lo mejor y lo peor. Por su parte, los austriacos volverán a apostar por un bloque sólido en el que destaca Sam Sunderland, el último ganador, aunque cualquiera de sus pilotos oficiales es capaz de llevarse la victoria final.
Asimismo, el Dakar es mucho más que coches y motos. Es la competición por excelencia del mundo del motor y en ella también tienen hueco los camiones, los quads y los UTV (vehículos utilitarios todo terreno). La lucha de los gigantes del desierto Kamaz parte como favorito, después de que Gerard de Rooy (Iveco) decidiera no participar. En quads, Rafal Sonik y Josef Machacek son los principales favoritos. Mientras que la categoría de UTV vuelve al Dakar por segundo año consecutivo y espera seguir creciendo al mismo tiempo que presenta un abanico enorme de candidatos.
Representación vasca Por otra parte, Txomin Arana y Óscar Romero serán los representantes vascos en este Dakar. Sus objetivos no son tan ambiciosos como los de las marcas oficiales, pero ninguno de ellos se conforma con el reto de llegar de una pieza a la meta final de Córdoba. Terminar es casi una obligación y quieren hacerlo compitiendo. Nada de guardar fuerzas, ni de ir con calma para asegurar los puestos. El reto principal es competir al máximo de sus posibilidades y tratar de destacar dentro de los pilotos que compiten con sus mismas limitaciones mecánicas.
El piloto de Ereño regresa al Dakar tras un año de ausencia debido a su lesión. El vizcaino acude con la incertidumbre de conocer su verdadero estado y sabedor de que será casi imposible repetir sus actuaciones de su tercera experiencia, cuando compitió de tú a tú con las motos oficiales y estuvo clasificado entre los diez mejores de la general hasta que un desafortunado accidente acabó con sus esperanza. No fue el final acabado, pero sus expectativas aumentaron considerablemente. Sin embargo, un duro accidente en Abu Dabí le produjo una grave lesión de espalda que le borró del mapa de las principales marcas. Ahora, con más limitaciones mecánicas y con las dudas tras demasiado tiempo alejado del Dakar, parte con el objetivo de tratar de dejarse ver. Demostrar que sigue siendo igual de rápido y que puede superar a pilotos con mejores monturas que él.
Menos ambicioso es el reto de Romero. Para el caracolero el Dakar es una aventura. El reto de terminar la prueba al mismo tiempo que trata de superar de la mejor manera posible cada uno de los retos. Quiere máxima dificultad y este Dakar parece estar a la altura de sus expectativas. Aunque hacer una prueba para enmarcar o conseguir un puesto extraordinario no va a cambiar la vida del piloto alavés. El Dakar es una aventura personal, casi como un capricho, y el mayor deseo es disfrutar de la carrera. Sin ninguna presión extra, ni ninguna expectativa futura. Solo acabar y hacerlo de la mejor manera posible.