En la última asamblea de accionistas del Deportivo Alavés por fin trascendió lo que durante tiempo había sido un secreto a voces: que el club de fútbol ayuda económicamente al Baskonia. En el último ejercicio, el trasvase de dinero fue de 2,3 millones, lo cual supone el 4% del total del presupuesto albiazul.
La situación a uno le recuerda al Atlético de Madrid y al discurso de su entrenador (el famoso presupuesto) y el manido leit motiv de su afición (“no lo pueden entender”). El imaginario colchonero ha creado una identidad social que solo se sostiene ante Real Madrid y Barcelona pero que flaquea en contraposición con todos los demás. Muchos Joseanbelievers llevan toda la vida exaltando su hecho diferencial para con los dos grandes. Que esos viven del dinero del fútbol y tal. Está claro que el músculo económico del que dotan a sus secciones de fútbol dos de los clubes más ricos del mundo seguramente no se pueda comparar con lo que recibe Baskonia. Treinta millones (de los cuales dos tercios son para compensar las pérdidas) están lejos de los 2,3 millones. Pero también es evidente que los mamadores, si tienen vergüenza, deberían dejar de hablar del dinero del fútbol. Sin entrar en que el porcentaje que Barcelona y Real Madrid destinan al baloncesto es idéntico a lo que está sangrando el Alavés, vete tú a explicar a Fuenlabrada, Obradoiro, Estudiantes o Joventut que 2,3 millones son poco.
No tengo una opinión clara de si el Alavés, con los recursos que genera de la televisión, debe ayudar a Baskonia, pero seguro que no compro la vida contada según Josean Querejeta. Que si salvaron al Alavés y tal y ahora hay que devolver eso. El fútbol me parece la última triquiñuela del gestor omnipotente para financiar su máquina de quemar billetes. De ampliación forzosa de capital hemos pasado a trincar de la teta del fútbol y siempre mamando de las instituciones, que fueron las que pusieron la pasta para garantizar la salvación del Alavés, por cierto. Aquí el mejor gestor de Europa sigue completando más de un tercio de su presupuesto con la beneficencia pública y el dinero que genera otra actividad. Los manidos 2,3 millones evidencian de nuevo la huida adelante de Baskonia, una entidad sumida en una situación financiera caótica que tiene a la institución al borde del precipicio.
En el fondo de la cuestión subyace también un problema inherente a la industria, y es que el baloncesto en Europa es un producto que no es rentable. Jugar la Euroliga e intentar competir es deficitario para casi todos los clubes envueltos en la mejor competición del continente. Los presupuestos se completan con patrocinios ficticios y totalmente fuera de mercado, mecenazgos altruistas, dinero público o el mencionado trasvase del fútbol. El formato actual de la Euroliga, la antesala de una competición europea que diluya o al menos cambie las ligas nacionales tal como las conocemos, sigue sin ser un producto de ocio que dé para cubrir los gastos. Hay que reconocer a los gestores del baloncesto europeo que están moviendo las cuerdas, pero cuentan con algunos problemas estructurales difíciles de solventar. Algunos tienen que ver con la competencia y otro son inherentes a la situación de este deporte en Europa. Por mucho que se vista, nunca va a poder competir con una NBA que ya ha penetrado en todo el mundo y que tiene a los mejores jugadores. La globalidad de la liga americana es algo a lo que no puede aspirar el baloncesto europeo. La expansión internacional, caballo de batalla del comisionado David Stern durante las últimas dos décadas, posicionó a la NBA en un lugar del que es imposible de sacar. Y se come todo el mercado. Geoeconómicamente, el problema trasciende a la nula proyección internacional y se explica en la clandestinidad de la Euroliga en Reino Unido y Alemania, los principales motores económicos de la Unión Europea. Allí no hay tradición local de baloncesto y al que le interesa, sigue la NBA con devoción. Lo que sostiene el producto son los Querejetas de turno agarrados al timón y poniendo todo el dinero menos el suyo en montar equipos que vayan salvando las temporadas. Porque esto, como casi todo, además lo ganan cuatro.