Esto ya no es lo que era. Ha cambiado”. Ese mantra es la banda sonora que acompaña a cada reflexión sobre el dopaje que se hace dentro del pelotón sotto voce porque a nadie le gusta hablar con la voz alta sobre el hilo conductor de un relato tan pringoso como atado al ciclismo, en permanente estado de descomposición por la acumulación de casos de dopaje. El rayo que no cesa. El positivo por salbutamol de Chris Froome -estandarte del ciclismo sin mácula y que se suponía en vías de rehabilitación, ese que corría hacia una nueva era-, oscurece una época que se pensaba mejor, más limpia y transparente después de los grotescos episodios pasados, que tuvo en Lance Armstrong su particular Darth Vader, si bien la nómina no se redujo al norteamericano. Él fue su icono. Simplemente. Floyd Landis, Jan Ullrich, la operación Puerto, Roberto Heras, Marco Pantani, Tyler Hamilton, el caso Festina...

El texano, que reinó en siete ocasiones en el Tour gracias a la trampa, se convirtió en el rostro del mal cuando se supo de sus andanzas. Nada como disponer de un malo de la película en el reparto para cargarle todo lo pernicioso; los vicios y desmanes del ciclismo en su época. Una sanción supondría el fin de Froome como ejemplo de un ciclismo renovado. Con un posible castigo caería todo el discurso que le arropó y quién sabe si supondría la liquidación del Sky, el mascarón de proa de un ciclismo pulcro y sin engaños. “Mi legado no está manchado. Entiendo que esto pueda sorprender a mucha gente, pero no he infringido las reglas y no he tomado más de la cantidad permitida”, se defiende Chris Froome. “Uno nunca se alegra de un caso como ese. Todo el mundo está más o menos afectado, la credibilidad del ciclismo, la primera”, sugiere Bardet sobre el positivo de Froome.

Antes y después de Armstrong, el dopaje continúa insertado en el tuétano del ciclismo, cuya credibilidad se revuelca otra vez por el fango tras la sacudida del positivo del británico, si bien en la presente campaña se supo de los positivo de Samuel Sánchez, Cardoso, Pirazzi, Rufonni, entre otros, además del rosario de ocho positivos en la Vuelta a Colombia. En cualquier caso, nada tan impactante ni por asomo como el positivo de Froome, que deberá demostrar su inocencia. El Sky ha dispuesto su batería de médicos, científicos y abogados para defender a su líder. El keniata, además, ha contratado al mismo abogado que defendió a Contador en el caso del solomillo y el clembuterol, Mike Morgan, un letrado inglés que representó al Comité Olímpico Internacional en los Juegos de Pekín y fue miembro del Tribunal de Arbitraje del Deporte.

Los vasos comunicantes del dopaje poseen plena vigencia en un pelotón que dice curarse de las fuerzas oscuras que le han llevado hasta el sótano, hasta que la realidad, que no entiende de deseos ni de promesas, manda un directo al mentón de su crédito. Otra vez a la lona el ciclismo, sacudido por el viejo puñetazo del dopaje. “Queremos hacer héroes, persuadir a una generación para que lleve los colores del Sky y anime al público a montar en bicicleta”, lanzó David Brailsford, ideólogo y mánager del Sky. El equipo británico amaneció como el Mesías del nuevo ciclismo. El Sky, adalid del ciclismo inmaculado, del método científico y de las ganancias marginales, queda muy dañado con el proceso de Froome, al que se le ha suspendido la sanción hasta que se resuelva su defensa.

las AUT y el asma La duda y la sospecha se extiende sobre una estructura que, como otras, ha empleado las Autorizaciones de Uso Terapéutico para esquivar posibles sanciones por resultados anómalos en los controles antidopaje. “Es un certificado que garantiza la normativa nacional e internacional y que permite al deportista el uso de medicamentos o métodos prohibidos, siempre justificado por razones médicas y cumpliendo los requisitos formales establecidos en la normativa vigente”, dice la Agencia Española Antidopaje. Hace una semanas se cerró el caso de Wiggins tras una investigación de la Agencia contra el dopaje del Reino Unido por un paquete con medicamentos enviados desde la sede de la federación inglesa al corredor cuando este era el líder del Sky. En el turbio asunto que señala a Froome, el positivo se conoció casi meses después de que apareciera en su orina un resultado anómalo de salbutamol -el doble de lo permitido- en la Vuelta a España por su tratamiento contra el asma, una enfermedad con mucha más huella entre los deportistas de élite que entre los ciudadanos. Al menos existen diez puntos de diferencia.

De hecho, un estudio australiano vincula el ejercicio con la aparición de cuadros asmáticos. En los Juegos Olímpicos, 700 atletas tenían diagnosticada la enfermedad respiratoria y, por lo general, eran más probables sus victorias que las de los no asmáticos. “Inspirar el aire contaminado o frío se considera un importante factor que explicaría la causa en algunos deportes, pero no en todos, de la aparición del asma y otras dolencias respiratorias”, expuso Kenneth Fitch, investigador australiano. Esto provoca que los deportistas que entrenan para la resistencia y en condiciones climáticas complicadas, como pueden ser los ciclistas, tienen mayores probabilidades de padecer asma que los que no lo hacen. El estudio, además, indica que si obtiene mejores resultados es porque, con un mayor esfuerzo en el entrenamiento también existe una mayor posibilidad de que aparezca el asma.

Froome disputó el Mundial de Bergen y logró la medalla de bronce el prueba contrarreloj conociendo que había dado positivo. Fue una filtración periodística la que anunció el positivo de Froome y no una comunicación oficial de la Unión Ciclista Internacional, como suele ser normal. Ese manera de funcionar reproduciría las sospechas de que la intención del organismo rector del ciclismo podría ser tapar el positivo como se sugirió en épocas no tan lejanas. Tony Martin, cuatro veces campeón del mundo contrarreloj, denunció el pasado jueves en un duro comunicado que esa tardanza daba que pensar y deslizó la idea de que la UCI tenía un trato de favor respecto al Sky, al que dejaba tiempo para armar una defensa y todo ello después de que se conociera la noticia. Ayer, el corredor alemán se retractó. Indicó en su página web que la UCI le informó por teléfono sobre los aspectos jurídicos del caso. “La UCI actuó en este caso conforme las leyes y Froome no recibió un trato especial”, reculó Martin.

un caso largo y complejo Con el positivo a cuestas, Froome continuó con su agenda de eventos sin pestañear. Nadie sabía nada. No al menos la opinión pública. El británico acudió a la presentación del Tour como su máxima estrella. Flashes y champán. Si sale indemne, Froome buscará el quinto triunfo en la carrera francesa después de que en julio adquiera la cuarta corona. Más tarde cosió a su palmarés la Vuelta que persiguió durante años sin desmayo. En ese aventura hacia los libros de historia, Froome certificó su participación en el Giro de Italia. La idea para el próximo año era vencer en los dos frentes el mismo curso: Giro y Tour, una gesta imposible en las dos últimas décadas. Pantani, en 1998 e Indurain, en 1993, fueron los últimos en catar esa borrachera de gloria.

A la espera de una investigación y un estudio que se presume árido, largo y complejo, si bien el laboratorio antidopaje de Barcelona ha desarrollado un método para conocer si la presencia del salbutamol responde a un tratamiento mediante inhalador o la toma oral de la sustancia, el ciclismo se encuentra ante su enésima encrucijada, frente a la imagen distorsionada que le devuelve el espejo. Con la principal luminaria señalada y con la obligación de enseñarle al mundo que no ha hecho trampas, el ciclismo revisita su pasado siniestro con la necesidad de hacer autocrítica, resetear y ganarse la confianza en un futuro cada vez más escurridizo. ¿Y ahora qué?