GASTEIZ - El ciclismo se le agotó a Alberto Contador entre el confeti del critérium de Shanghai, en un podio que compartió con Chris Froome, entre otros. En Asia cerró los ojos el madrileño a una vitrina donde reposan dos Tours, dos Giros y tres Vueltas. Una biografía apasionante en la que también le puso la mano en el hombro el dopaje.
No mirará más a la competición Contador. Adiós a una era. No se le encenderá la mirada ni se le electrificarán las piernas al madrileño cuando olisquee una montaña. Los retos serán otros.
No habrá más Mortirolo, ni Alpe d’Huez, ni Angliru, su último y celebrado logro. A Contador le aguarda la vida civil, el maillot del ciudadano Alberto. El Himalaya del día a día, la cordillera que compone el almanaque de las pequeñas cosas y las jornadas rutinarias serán la realidad del madrileño. Una estación que se encuentra a un viaje lunar de la sobreexcitación que supone la alta competición, un mar de adrenalina que mezcla esfuerzo, sacrificio, aplauso, reconocimiento, flashes, autógrafos y la iconografía propia que tatúan los deportistas de élite, héroes o villanos de nuestro tiempo.
Ese ecosistema se desvanece para el madrileño, en cuya despedida se agolpan declaraciones polémicas, tuits nostálgicos que rememoran algunos de sus hitos, simulaciones de cante jondo mientras conduce y una tremenda presencia mediática que solo parece tener el objetivo de continuar llamando la atención, proclamando el mismo protagonismo que emanaba durante sus actuaciones sobre la bicicleta. La carretera por la que rueda Contador es un adiós sin fin hacia una etapa escarpada, puntiaguda y repleta de curvas: la vida lejos de la élite deportiva.
Otro mundo. “Las despedidas requieren un proceso de duelo”, describe Carlos Ramírez, psicólogo deportivo, que sitúa bajo esos parámetros la querencia de Contador por un desmesurado protagonismo una vez ha dejado de ser ciclista. “El rol de deportista, en un momento dado, desaparece, y se padece algo similar a una muerte figurada”, explica el especialista respecto al serial que rodea el adiós del madrileño.
El ritual que sigue Contador no le pertenece en exclusiva. Son numerosos los deportistas que sufren para reinventarse. Se contabilizan varios dramas personales en ese tránsito entre el deportista de élite y el ciudadano anónimo. “Estos sentimientos de tristeza, que conllevan la pérdida de una identidad, en ocasiones, se resuelven con una hiperactividad artificial. Intentando estar en muchos sitios, seguir siendo reconocido, permanecer híper atareado con la prensa? es como no querer bajarse del carro. Es una posición de no parar de hacer o decir cosas que aleja de la depresión. Aleja de la tristeza propia de no brillar, de no ser visto ni reconocido, de dejar de brillar”, explica Ramírez. En el deporte, donde todo se exalta al extremo y se compone una iconografía más propia de los sueños que de lo cotidiano, salvaguardar las emociones propias se inscribe en los parámetros de la alta competición. Ese secuestro emocional es otro frente a resolver cuando se atraviesa el Rubicón del adiós.
expresar las emociones Ante el apagón del polvo de estrellas, la coach Nerea Martínez recomienda que “es saludable transitar cada una de las emociones que nos vengan y no reprimirlas, pues en ese caso podríamos alargar el proceso del duelo. Hay una gran tendencia en lo social a fingir ante nosotros mismos y ante otros que estamos bien y que no estamos experimentando nada de eso. No nos gusta mostrarnos vulnerables, no nos han enseñado a hacerlo”.
Según su criterio, “dejar sentir ciertas emociones como la ira, la pena, el resentimiento o el miedo, aunque nos asuste vernos tan contrariados, es lo positivo en estos casos de pérdida o duelo. Así daremos paso a un nuevo estar y a un nuevo yo”, expone Martínez.
Desde su última pedalada competitiva en Madrid, Contador no ha dejado de amontonar titulares por diversos motivos. La despedida de los deportistas que han degustado la gloria es compleja porque compromete la fibra del ser humano bajo la capa de superhéroe. Existen la agitación y la excitación propias que provoca el adiós a una vida entregada a un deporte y la incertidumbre y el miedo que genera el amanecer como ciudadano de a pie. “El fin de la carrera profesional también es un periodo de revisión del autoconcepto y de aceptación también de las normas sociales. Puedo tener un autoconcepto muy elevado como deportista y eso me sostiene, pero al acabar la carrera deportiva, todo se ha de revisar”, advierte Ramírez. La vida como ciudadano es otra vida. Muy distinta.
En ese terremoto emocional ha podido enredarse Contador. No sería el primero. Tampoco será el último. “Es un duelo, una parte del deportista pública, reconocida, excelsa, superior a los demás? fallece y el exdeportista ha de despedirse de ella. En ocasiones, dependiendo de la personalidad de cada deportista, desapegarse de esa imagen de ese ‘falso ego’ que se ha creado alrededor de la práctica deportiva puede ser vivido como un alivio o una condena”, disecciona Carlos Ramírez, psicólogo deportivo. En el paseíllo de cierre, el madrileño ha dejado frases enrolladas en la persiana de polémica. “A partir de julio empezaré a consumir carne roja”, expuso Contador, que siempre defendió que su positivo por clembuterol en el Tour de 2010 se debió a la ingesta de un solomillo que contenía esa sustancia. Ese mantra que empleó a modo de defensa para proclamar su inocencia ha sido repetido hasta la saciedad, consciente el madrileño de que ese mensaje dispone de un público que compra el enunciado. También dijo que su sanción era una de las mayores injusticias de la historia del deporte. Al mismo tiempo enfatiza su perfil público con una continua presencia en los medios y redes sociales. Alberto no quiere desprenderse de Contador.
La Vuelta a España, su última competición, supuró emoción. La carrera fue un homenaje constante al madrileño desde el momento en el que la organización le planchó el número 1 a la espalda. No le tocaba semejante honor a Contador, pero la organización convirtió su última participación en un desfile de fanfarria y purpurina. Un espectáculo majestuoso para la afición, entusiasmada con el relato dispuesto para el ídolo. “El público en general proyectaba en una parte del deportista sus sueños, sus idealizaciones, sus anhelos más profundos. Esa parte deja de existir”, analiza Carlos Ramírez. Desde el momento en el que partió de Nimes, Contador corrió para la historia y, sobre todo, para su personaje, cada vez más excesivo. “Algunos deportistas gozan de una motivación que en psicología llamamos extrínseca. Fundamentalmente basada en el refuerzo externo, dinero, reconocimiento, fama, aplausos, ser foco de atención? los deportistas que basan su motivación en este tipo de reforzadores tienen en ocasiones más dificultades para desapegarse del rol de deportista profesional”. Todo eso ha podido prender en Contador, competidor voraz y amante de los focos.
dar sentido a la vida Camuflado el ciclista en el personaje, crece la dificultad de sellar un universo creado durante tantos años. Una vida dedicada al deporte. Se subraya, por tanto, el desmembramiento de una biografía. La pérdida de uno mismo para ser otro. Sin flashes, ni bombillas brillantes en el camerino, solo bajo la luz fluorescente y el espejo del futuro. “El fin de la carrera deportiva profesional supone una ‘muerte’ de una parte del deportista. El fin de un rol. Muere el ídolo, el ciclista aclamado, el conquistador? ha de morir una parte de uno mismo que era objeto de proyección para tantas personas”, define Ramírez. Digerir ese viaje hacia lo desconocido, hacia una tierra inhóspita, donde uno no es quien fue porque se trata de un nuevo yo, contiene numerosos vericuetos, un relato difícil de descifrar para quien lo padece.
“Cuando cambia nuestra situación vital pasamos por un periodo de transición. Ese duelo por lo que fui y lo que ya no seré, se vive como una pérdida de poder. Durante este proceso de cambio conviene no precipitarse en ocupar el tiempo de cualquier manera para no sentir la tristeza del vacío. Es importante dar un sentido a nuestra vida y tomar una dirección para sentirnos responsables de nuestra vida y que todo dependa de nosotros”, disecciona Nerea Martínez. Adaptarse a ese nuevo escenario, donde uno es su pasado, obliga a un reseteo. Un renacimiento. “Es importante abrirse a lo desconocido, con curiosidad, como una nueva forma de hacer”, define la coach sobre esa expedición hacia la incertidumbre y lo novedoso. En esa reinvención hacia lo común tienen un mejor encaje “los deportistas que apoyan más su rendimiento en motivadores intrínsecos, como el propio placer de la tarea, ser autónomos, sentirse competentes con ellos mismos o disfrutar de las relaciones y oportunidades que ofrece la actividad, generalmente transitan hacia la nueva situación vital con mayor facilidad”, argumenta Carlos Ramírez ante el intrincado viaje que espera a Contador, el réquiem del Pistolero.