Duración: 33:04 minutos.
Saques: 3 de Víctor y 1 falta, por 1 de Jaka y 1 falta.
Pelotazos: Se cruzaron 118 pelotazos a buena.
Tantos en juego: 15 de Víctor por 1 de Jaka.
Errores: 2 de Victor y 6 de Jaka.
Marcador: 1-0, 10-0, 10-1, 10-2, 11-2, 18-2, 19-3, 19-4 y 22-4.
Botilleros: Pablo Berasaluze actuó de botillero de Víctor, mientras que Iraitz Olaetxea asesoró a Jaka.
Incidencias: Partido correspondiente a los octavos de final del Cuatro y Medio disputado en el Adarraga de Logroño. Floja entrada. El dinero se cantó 100 a 60 a favor de Víctor.
LOGROÑO - Cuentan los números que entre Víctor y Jaka no hubo un debate suficiente como para construir un relato, ni tan siquiera parpadeó un guion en el Adarraga por lo telegráfica de la victoria del riojano, una avalancha que sepultó a un sufriente y negado Jaka, estrellado sin remisión. La historia de Víctor, su lucha ante sí mismo y los fantasmas que tantas veces le taparon el juego, se resolvió sin la necesidad de un diván. Se destapó Victor derrochando juego, enderezado, alejado de la cuerda floja. Liberado al fin de su peor versión, se retrató el Víctor más sólido, lejos de las muestras pretéritas, aquellas en las mezclaba el ingenio y la audacia con grandes dosis de inestabilidad. “Mi gran problema es que jugaba contra mí mismo; jugaba contra dos”, explicó Víctor. El de Ezcaray, que luce una derecha con muchos vatios, que posee un gancho eléctrico y un saque con chispa, tendía a electrocutarse. Se le cruzaban los cables, entre la ansiedad y vértigo, y eso le achicharró más de lo aconsejable. Peleado contra el reflejo de sí mismo, agitadísimo por dentro, Víctor tendía a escaparse, a irse de los partidos, como si fuera incapaz de embridarse y mitigar el escozor que le quemaban los adentros. Víctor convivía contra su peor enemigo: él mismo. Víctor contra Víctor. Respiraba el riojano en esa dicotomía, en el aire tóxico que contaminaba por sus decisiones impetuosas, asfixiado por su propias manos.
Vencedor de la feria de San Mateo junto a Rezusta, el riojano se encerró en el Cuatro y Medio, a solas con Erik Jaka en la búsqueda de los cuartos de final del campeonato. Decidió que el otro Víctor no tenía sitio en un territorio tan escueto como el de la jaula, donde tres son multitud. Desterró al Víctor que le sombreaba y sobraba. Sin su presencia, solo tuvo que atender a Jaka, sin escuchar las voces que en su cabeza le enredaban hasta hacerle un nudo. Cortó esas cuerdas interiores que le secuestraban el juego y se deshizo del guipuzcoano con descaro y una apabullante facilidad. No dejó que Jaka tuviera huella en el Adarraga. El riojano fue una estampida. Para cuando Jaka se pellizcó, Víctor era inalcanzable. Un 10-0 de salida le catapultó. Sacó con intención y dio velocidad a la pelota. Afiló el remate y clavó a Jaka, siempre en el sótano. Sin mordiente, a Jaka solo le quedaban las piernas, pero la pelota era más rápida. Víctor zarandeó a Jaka, que además inició el duelo con una pasa del Cuatro y Medio. Víctor, bien asesorado en la silla por Pablo Berasaluze, que le insistió en que jugara fácil, sin complicarse la vida, una de sus especialidades, fluyó tan ligero como contundente. No se desvió del plan Víctor. Centrado, blindó su mente y respondió con ferocidad cuando Jaka dispuso de alguna oportunidad aislada. Episódico y errático, Jaka, deshabitado, apenas sumo un tanto en juego. El resto correspondió al monólogo de Víctor. Derrotado el guipuzcono, se verá las caras con Elezkano II en la liguilla de cuartos de final. A ese lugar quieren llegar Artola y Laso, que se miden hoy en Tolosa. Con todo, la mejor victoria de Víctor fue sobreponerse a su otro yo. Ganó al Victor que tantas veces le ha derrotado. Lo maniató en el vestuario para desatarse en la cancha.