En el camino de Víctor Esteban (Ezcaray, 1993) hay un escenario que se repite. Él mismo lo verbaliza: “El trabajo”. Es un currante. El decorado es lo de menos. Se lo repite entre dientes, mientras mastica la certidumbre de una final de San Mateo en el bolsillo. El delantero de Ezcaray triunfó el domingo a la segunda en la feria de Logroño, la última del verano tradicional, que se alargará hasta el próximo lunes por el birlibirloque del Master Codere y la feria San Saturio de Soria. Venció el manista local ante los suyos acompañado de Beñat Rezusta, rey de reyes, emperador en la zaga, frente a Joseba Ezkurdia y Jon Ander Albisu. En el retrovisor, ecos de una final perdida. Allá en 2014, Víctor sumó con el ataundarra una derrota severa ante Juan Martínez de Irujo y Aitor Zubieta, demasiado dueto. 22-6. Epifanía. Desde entonces, evolución. Desde entonces, “trabajo”, dice Víctor. Tan simple. Tan claro. Tan crudo. “Siempre he sido un pelotari trabajador. No quiero que nadie me regale nada. Lo que me llegue quiero que sea a base de mi trabajo y de habérmelo ganado. Sí que he entrado de suplente en algunos partidos y que la empresa no ha apostado del todo por mí, pero no quiero que me regalen nada, quiero ganarme yo las oportunidades. Voy en ese camino”, desgrana con rotundidad Víctor. Se le desborda la ambición.

Lo cuenta el riojano mientras viaja en coche, sin apenas disfrutar la dentellada a la feria logroñesa. La carretera le lleva a otro entrenamiento. No hay parón. No hay reposo de guerrero, a pesar del sabor “especial”. La calima del triunfo estival no ciega el destino. “Para todos los riojanos San Mateo es una feria distinta. Estoy muy contento por haberla podido ganar y disfrutar del ambiente que ha habido durante todos los días en el Adarraga”, cuenta el puntillero de Asegarce, que hizo un mestizaje perfecto con Rezusta, viejos conocidos. “Es un compañero que me ha ayudado un montón. Tuve la suerte de haber jugado con él muchos torneos desde el campo aficionado y es una gozada. Aparte de lo deportivo, como persona, es muy grande”, sostiene. En la temporada estival, Asegarce tiró de él para el Torneo Bizkaia por equipos y ganó con Anboto -dándole el triunfo a su bloque- y, en casa, acabó coronándose. Pleno.

De cualquier modo, la constante del riojano es la búsqueda de sí mismo. Un vistazo al espejo, para mostrar su mejor versión, para crecer. Desbroza Víctor que “voy poco a poco”. “Mi evolución desde aquella final de 2014 hasta ahora ha sido muy grande. Estoy contento por ello. Este verano he seguido hacia adelante. He jugado muchos partidos y las lesiones me han respetado. Además, gané los dos torneos de verano que he disputado. Estoy contento, pero todo sigue: quiero pelear en el Cuatro y Medio”, admite el puntillero. Analiza Víctor que entre sus mejoras se encuentra la defensa en “la pared” y en “sacar la pelota del txoko” a base de horas en frontón. “Parece que llegan los resultados”, agrega. “Además, soy un pelotari muy impulsivo y los nervios me hacían querer hacer todo perfecto. Yo mismo me metía demasiada presión. Paso a paso, estoy incidiendo en ese aspecto, lo que me hace ser más duro y regalar menos. Creo que ahí está el margen de mejora”, afirma. “Soy muy distinto al que jugó la final de 2014. Tenía muchas ganas pero, entre comillas, poca cabeza. Quería dar mucha velocidad al juego, pero fallaba y me costaba. La evolución ha venido en muchos factores”, manifiesta Víctor.

El futuro y el trabajo “El trabajo es lo único que me ha llevado a estar aquí. Mi propio trabajo y mi propio esfuerzo. Quiero seguir en esta línea. Tengo que meter muchas horas de frontón y de físico. Estoy en ello. Estoy contento. Lo más importante es que me respeten las lesiones”, analiza Víctor. Eso sí, su espíritu de rival incómodo y desbocado continuará. La magia no se doma. “Soy de los que no se esconde. Intento siempre hacer lo mío y hacerlo bien. Quiero ayudar al compañero a veces en exceso. Quizás tengo que analizarlo más. Estamos haciendo mucho hincapié en eso”, finaliza el ezcarayense.