VITORIA ? El año pasado, Miguel Madariaga, el alma de la Fundación Euskadi, anunció en este periódico que el ciclismo de base y aficionado vasco estaba “herido de muerte”. La asociación que presidía acababa de perder a su principal patrocinador, la energética EDP, y todo parecía indicar que tenía los días contados. Y eso a Mikel Landa le removió todo por dentro. La institución que le dio la oportunidad de subirse a la bicicleta y brillar cuando apenas acababa de llegar a la mayoría de edad iba a desaparecer ante sus ojos. Y no lo podía permitir. Se negaba. Así que el corredor alavés comenzó a darle vueltas a una idea que no terminó de concretarse en su cabeza hasta hace un mes: quería hacerse con las riendas de la Fundación Euskadi. Ser su padrino. El próximo ciclista del Movistar pretende, con esto, mantener vivo el espíritu de una asociación que trajo a las carreteras vascas los años dorados del deporte de la bicicleta, dando cabida a las jóvenes promesas. Gestándolas para que, como él, pudieran tener un futuro en el pelotón profesional. Ahora, las negociaciones están muy avanzadas, pero no cerradas; sin embargo, aunque parece que esta semana será clave para el consenso, todo va bien encaminado ya que el acuerdo estaría tan solo pendiente de la firma.

De esta manera, la Fundación Euskadi cogería un nuevo rumbo tras más de dos décadas de vida porque Madariaga parece estar preparando su salida para dejar el control a Landa. Un traspaso de poderes para que el corredor vasco, que además entraría con capital y el apoyo de varias empresas vascas del sector dispuestas a impulsar el proyecto, se erigiera como presidente. Su sustituto. Es decir, el corredor del Movistar conformaría su propio equipo de trabajo, aunque todo parece indicar que en su nueva estructura seguiría contando con el actual director deportivo de la Fundación Euskadi, Jorge Azanza ?con quien Landa guarda una muy buena relación y que, además, también es exciclista de Euskaltel-Euskadi?. Y es que la intención del cuarto clasificado del pasado Tour es la creación, a corto-medio plazo, de un equipo de categoría continental, algo así como la segunda división del ciclismo, con el que revivir este deporte en Euskadi y garantizar el futuro a las promesas que vienen pisando fuerte por detrás. Con todo, el organigrama del posible nuevo gobierno de Landa estaría todavía por definir, por lo que lo único claro hasta el momento es que el corredor alavés empezaría de cero para rodearse tan solo de gente de confianza.

De llegar a un acuerdo, esta sería la mejor forma que el corredor de Murgia ha encontrado para dar las gracias a la Fundación. De devolverle la apuesta que la estructura ciclista hizo por él y por tantos jóvenes vascos ?entre los que destacan Haimar Zubeldia, Mikel Nieve, Igor Antón, Jonathan Castroviejo, Roberto Laiseka...? desde que echara a andar allá por 1994. Landa, consciente del complicado futuro de la asociación, con cada vez menos ayudas institucionales y apenas apoyos económicos privados, se niega a dejar morir a uno de los mejores propulsores de la cantera vasca. A aquel equipo que, dentro de la Fundación, ganó etapas de Tour y de grandes clásicas como el Giro y la Vuelta; y consiguió codearse con las mejores escuadras en el UCI World Tour.

Y es que nadie mejor que Landa sabe lo que es escalar por todos los niveles de la Fundación Euskadi: el de Murgia se convirtió en su primer becario juvenil para después rodar en el equipo amateur de Naturgas Energía, ascender hasta el Orbea continental y llegar a la élite con el Euskaltel-Euskadi. Después, en 2013, el próximo ciclista del Movistar tuvo que emigrar al Astana kazajo antes de fichar por el Sky; pero no olvida dónde empezó su carrera. Ni siquiera ahora que, con su nuevo contrato de dos años, es candidato a todo. Por ello, Landa quiere hacerse con las riendas de la Fundación para, no solo garantizar la continuidad del ciclismo vasco, sino también impulsarlo y rescatar a un emblema del pelotón que tantos Tours animó. l