Duración: 54:40 minutos de juego.

Saques: 3 de Bengoetxea VI (tantos 4, 11 y 18) y 1 de Irribarria (tanto 16).

Pelotazos: 246 pelotazos en juego.

Tantos en juego: 13 de Bengoetxea VI y 14 de Irribarria.

Errores: 5 de Bengoetxea VI y 6 de Irribarria.

Marcador: 0-1, 1-2, 1-3, 2-5, 2-6, 3-6, 6-6, 6-7, 7-7, 9-8, 9-9, 10-9, 12-10, 13-10, 13-11, 14-11, 14-12, 15-13, 16-14, 16-16, 17-19, 19-19, 20-20, 21-20 y 22-20.

Botilleros: Ejercieron de botilleros Asier García (con su primo Oinatz) y Jon Apezetxea (con Iker Irribarria).

Apuestas: Se cantaron posturas de salida de 100 a 60 a favor de Irribarria.

Incidencias: Revancha de la final del Manomanista de la LEP.M disputado en el frontón Ogueta de Gasteiz. Buena entrada.

Vitoria - El Ogueta de Gasteiz, en pie, aplaudía. Lanzó una sonrisa desde la pared con un golpe acrobático, alrededor del cuadro cuatro, Oinatz Bengoetxea. Iker Irribarria saboreaba el suelo y veía cómo el cielo estaba a un solo centímetro del dedo corazón de su mano. El Ogueta, como el Coliseo, quería justicia con la piel de las manos roja. Pedía eso que no existe en el deporte. El cuero no sabe de balanzas. La verdad es el 22.

Y el leitzarra volvió a hacer latir su corazón intrépido, valiente, para instalar un desfibrilador en su zurda, capaz de cruzar un gancho en el aire, con el pasillo del funambulista como único punto de mira en un segundo de incertidumbre que duró como un día sin pan. Un brindis a vida o muerte. Moneda al aire con 21-20 y el aliento del zurdo de Arama, en una gran versión, en el cogote. El artista rebuscó en sus vísceras y encontró oro.

Con aquel gancho improvisado, con los dos pies en el aire, Oinatz cerró el partido y alumbró el delirio: gente en pie, 246 pelotazos de genio y un encuentro de los que hacen afición, en el que los dos, ya que la justicia no existe en los 36 metros, merecían mucho y solo uno sacó tajada. Por algo el Manomanista es lo máximo. Por algo es la modalidad da y quita. Duelos como el del lunes, por muy revancha que sean, por mucho que se hagan fuera de campeonato y pertenezcan a un calendario veraniego sin trascendencia en palmarés, elevan la distancia a una categoría mayor. El mano a mano es raza y sufrimiento. Más todavía con un material de jugar, con el que Irribarria soltó buenos pelotazos pero no encontró ningún rebote. El guipuzcoano dio muestras de valentía y carácter. Irribarria no necesita romper para ser campeón: cruzó ganchos y lanzó dejadas en un duelo completo. Le sobró ambición y le faltaron la guinda y algo más de soltura en defensa.

Iker se encontró a un adversario al que el colorado le pone en vena. Bengoetxea, espartano en defensa y genio en el traqueteo, es un diablo. Sabe por veterano. Conoce el juego. Lee entre líneas. A Oinatz le dijeron genio por sus florituras y la manufactura de su propuesta. A Oinatz le dicen capo por la facilidad con la que visualiza fisuras. Levantó un 1-5 de salida, bien fraguado en el remate de Irribarria, y supo sacar réditos en los pies al zurdo y en el arte del birlibirloque.

Ocurre que el ariete del navarro es su carácter camaleónico. Y, tras igualar a siete, se puso a mandar en el luminoso hasta alumbrar el perpetuo toma y daca de las noches legendarias. Hay noches de vino y rosas. Hay noches de cemento y tajo. La del Ogueta lo unió todo en un cóctel servido en chistera. Supo a gloria.

Bengoetxea puso los cimientos en su modo de mover los hilos. A Irribarria, más grande, le cuestan los desplazamientos. Y sacó tajada. Oinatz se fue al primer descanso largo con tres tantos de ventaja (12-9) y el partido bajó un pelín el acelerador con tres fallos, dos colorados y uno azul.

Se rompió a base de locura. Con el 16-13 en contra, Irribarria enmarcó una remontada de campeón (16-19), pero naufragó en la misma tormenta. La del veterano. Un gancho estratosférico le rompió los esquemas. Oinatz se elevó. Igualó a 19 y un buruzgain, en un tanto inteligente, le escapó. Después, Iker, ambicioso, dio una de cal y una de arena (20-20 y 21-20). En un final de apoteosis, un gancho increíble cerró la revancha sin vendetta. El Ogueta se puso en pie. Tenía las palmas coloradas de tanto aplaudir. Una oda al mano a mano.