Vitoria - En muchas ocasiones, el himalayismo se trata más como un álbum que como una forma de vida, de retomar la esencia de la exploración, de mirar más allá de unas cuantas cimas. Sin embargo, en la montaña existen los pelos de punta. El equipo WOPeak, formado por Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, volvió a mostrar ayer una pátina de valores en el Karakórum, donde observaban que el fracaso se había vuelto a definir en su horizonte de los Gasherbrum. El trío rescató a Valerio Annovazzi en el Campo 3 (7.100 metros) del GII (8.035 metros).
En su intento de coronar los dos Gasherbrum de una tirada, por el collado que los une y sin descender al Campo Base, el trío vasco se había golpeado de nuevo con un muro climatológico y de nieve. Un perpetuo querer y no poder. Se toparon con dos asaltos frenados, dos planes a la basura y la renuncia a volver por las vías menos convencionales, un leit motiv del bloque vasco, que antepone el cómo al qué. La renuncia tiró por tierra la expedición, pero no la actividad. Así, apenas unas horas después de haber descendido por la complicada Kukuczka-Kurticka, tocados por la experiencia, se encontraron con que a una cordada comercial que iba arribando al Campo Base después de hacer cima en el GII por la ruta normal le faltaba uno de sus componentes, Valerio Annovazzi.
Iñurrategi, Vallejo y Zabalza se preocuparon por el estado del alpinista perdido y la expedición les comunicó que la última vez que le habían visto era a 7.100, en el C3, y que decía “cosas inconexas”.
Fue el teleobjetivo del fotógrafo del proyecto WOPeak, Arkaitz Saiz, el que dio con la tienda del escalador transalpino. Estaba, efectivamente, situada en el punto que habían relatado desde el equipo del italiano. Con todo, el grupo formado por el guipuzcoano, el alavés y el navarro llegó a la conclusión de que Annovazzi tenía problemas a una altura considerable y tomaron la decisión de regresar al Gasherbrum II para rescatarle. La hoja de ruta se fijó para las primeras horas del lunes, apenas un día después de haber tenido que cerrar la octava página del proyecto WOPeak sin éxito por segundo curso consecutivo. El plan consistió en una ascensión rápida, con medicamentos y víveres para paliar los posibles problemas físicos.
En doce horas, el bloque llegó desde el Campo Base hasta el Campo 3 (7.100), donde se encontraron a Annovazzi, de 59 años, visiblemente tocado tras coronar el GII. Desde el equipo relatan que estaba “deshidratado” y tenía “síntomas de congelaciones”. Y es que, el transalpino acumulaba en sus piernas cuatro días en una altitud superior a los 7.000 metros, cuestión capital para la salud de un ser humano. Asimismo, el himalayista apenas había comido ni bebido y, ante los problemas derivados de las congelaciones, “no se atrevía a salir del C3”. Esperaba la muerte. Cuando conectaron con Annovazzi, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza administraron medicamentos -dexametasona- al alpinista, así como alimentos y tres litros de agua. Y bajaron directamente al Campo 2 (6.500 metros), donde hicieron noche.
Ayer mismo descendieron al Campo Base con el herido. “Valerio bajó por su propio pie. Nos turnamos entre los tres para asegurarle en corto en todo momento, con la cuerda muy tensa. Ningún helicóptero en estas condiciones climatológicas podía llegar hasta aquí”, manifestaron los montañeros vascos. Además, confesaron que “para nosotros esto es el ejemplo máximo del alpinismo en el que creemos. Estamos felices porque esta es la mejor de las cimas. La vida es la cumbre más importante. Después del bajonazo, estamos tremendamente satisfechos”. Al final, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza, en un dechado de honestidad y capital humano, coronaron la cima de los héroes. Va en el ADN. Más que una montaña. Salvaron la vida a Annovazzi.