marsella - “Ya he llegado”, dijo Froome, nada más alcanzar la meta en Salon- de-Provence, final de la travesía más larga del Tour, donde venció Boasson Hagen. Resuelta la jornada sin incidencias, cobijado en la hamaca del Sky, el británico aguarda el examen definitivo de hoy en Marsella. Al líder le saludó Eddy Merckx, el gran rey del Tour, el patrón de patrones. Froome lo es, aunque no tanto como lo fue El Caníbal, siempre hambriento, por eso piensa en no perderlo todo en la crono, juicio final de la carrera francesa. “Tengo que correr para no perder la carrera, no para ganar la etapa”, expuso el líder. Se acordó el británico de Düsseldorf, el primer día de competición del Tour, el que le concedió ventaja. “Tengo que correr igual que en la contrarreloj inaugural de Düsseldorf, sin correr demasiados riesgos, apretando a tope cuando se pueda y levantando el pedal en las curvas”. En la ciudad alemana, en una crono de 14 kilómetros, Froome aventajó en 39 segundos a Bardet, en 51 a Urán y en 56 a Landa. En la intimidad, en 29 segundos, en esa cercanía que parece un beso robado, -la distancia que separa a Froome de Urán, intercalado Bardet-, se decide el Tour de Francia, que llega ovillado a Marsella, donde se disputará la crono de 22,5 kilómetros, con una pequeña cota en medio, que resolverá el galimatías de la carrera francesa. Tres en uno.
El cuarto hombre es Landa, que desea el asalto al podio. Sería su viaje a la Luna. Landa, al que nadie esperaba por El Velodrome en Düsseldorf, pretende la gloria, aunque la mira con prismáticos, a 1:07. “El podio está muy complicado”, resumió el alavés en el Izoard, desde donde quería impulsarse. La de Marsella es la última misión para Landa tras su sobresaliente actuación en un Tour que le ha puesto en órbita. Estrella indiscutible en el firmamento de la Grande Boucle. “Landa puede ganar el Tour en el futuro”, alumbró Froome en el Izoard. Para acceder a ese pronóstico, Mikel Landa necesita doctorarse contra el crono y el test de Marsella puede servir como punto de apoyo para el porvenir que se le imagina. Hubo un tiempo en que la contrarreloj, la posición aerodinámica, la bicicleta con ángulos tortuosos, repelían al alavés, pero instalado en el Sky, insistió. Quería ser mejor. El empeño le fue corrigiendo hasta el punto de que el pasado junio fue subcampeón de España de la especialidad. Landa es otro. Mejor. Ahora hasta le tiene ganas al reloj. Las manecillas no le asustan. Su porvenir pasa por ganar tiempo.
El Tour disputa su último pulso encerrado entre dos porterías de El Velodrome, el estadio de fútbol del Olympique de Marsella, que antes fue testigo de finales ciclistas, pruebas de pista en el anillo, carreras de atletismo y combates de boxeo. El estadio será principio y final de la crono de 22,5 kilómetros que sentará en el trono de París al campeón del Tour. Froome, su actual propietario, no quiere ser el Fignon de 1989 en los Campos Elíseos. Aquel 23 de julio, el parisino se quedó a menos de 100 metros de la gloria. Ocho segundos le devastaron entre Versalles y París. Del palacio, a la mazmorra. El de Fignon fue un viaje a los infiernos. Allí le arrastró Greg Lemond, enroscado a la bicicleta con manillar de triatleta y rematada su cabeza con un casco aerodinámico. Fignon prefirió atarse la coleta y rodar. Se la cortaron. Perdió los 50 segundos de renta en 24,5 kilómetros. Lemond conquistó el Tour por la diferencia más exigua que se conoce.
duelo cerrado El presente Tour es la edición con menor diferencia entre los tres primeros desde que en 1968 Jan Janssen desplazara al belga Herman van Springel del pedestal en la contrarreloj final de París. También debatía Gregorio San Miguel. Había 16 segundos entre los tres primeros. El vizcaino se despidió del podio en la crono. En este Tour, emocionante y claustrofóbico, se pleitea lejos de los desfiles militares que Froome edificó en sus tres anteriores triunfos, cuando la crono de cierre no dejaba de ser un asunto rutinario, un recibimiento con flores para el británico. En Marsella, Froome, Bardet y Urán se juegan la carrera en menos de medio minuto. Urán, que viste de verde, pretende ser la kryptonita de Froome. “Diría que es la crono más importante que he disputado, al llegar al último día tan cerca de conseguir la victoria. Es la crono más importante que voy a disputar. Es el día más importante de mi carrera”, argumentó el colombiano, dos veces podio en el Giro, pero perdido en la clandestinidad durante las últimos cursos.
Su reaparición en escena, su camuflaje en la montaña y su chispa en los sprints en las cumbres, son una incógnita a descifrar en la crono de Marsella. “Es una contrarreloj diferente. Me defiendo bastante bien. Espero que me salga una buena crono”, expuso Urán. En el pasado, el colombiano pudo con Froome en contrarreloj, pero aquello, entiende Urán, queda para la estadística y los renglones de historia. “La historia no importa, lo que importa es el presente y lo que venga. Froome es muy buen corredor, va muy bien”, determinó Urán, que tiene a Bardet a un chasquido por delante. Solo les separan seis segundos. Bardet, la bandera francesa del Tour, no tiene dudas. “No hay que darle vueltas, hay que ir a fondo”. Desea ser rápido como la patrulla aérea francesa que pintó el cielo con los colores de Francia ayer. Bardet corre por la patria. “Quiero volar como un avión”. Landa prefiere ir en cohete. La nave que mide el futuro.